Axel
6 años atrás.
He visto personas quejarse de lo injusta que es la vida, cuando le presentan situaciones mínimas que posiblemente son fáciles de resolver. Personas que viven a diario quejándose de que el destino no les da lo que quieren, o lo que ellos creen que realmente merecen.
Luego estaba yo, en esta situación. Preguntándome si realmente el destino, o la vida estaban siendo injusto. ¿Realmente me merecía esto? ¿Era tan miserable como para vivir con esta condición para siempre?
Quería dejar de pensar, de respirar, de vivir. Quería que el mundo dejara de empeñarse en atraer todo lo malo a mi vida. Y es que eran esos momentos dónde muchas veces te preguntabas, ¿Por qué a mí? ¿Por qué tengo que vivir esto, si no le hago daño a nadie?. Pero es que no se trataba del bien, o el mal. Se trataba de no saber si era algo que estaba destinado para ti.
Me sentía en un camino sin final. Un camino que me gritaba: ¡No te rindas, Axel!, Pero yo ya me había rendido. O por lo menos, ahora lo sentía así.
Sería un estorbo, un ser incapaz de siquiera poder preparar un sándwich solo. ¿Valía la pena ser una molestia para otros? No lo creo, y menos con lo jodido que se encontraba el mundo ahora.
Habían pasado varias horas desde que el doctor Lee vino a mi habitación de hospital.
Las lágrimas habían cesado, pero definitivamente el dolor no. Me sentía desesperado, quería ver el lugar donde estaba, quería ver al doctor que me atendía, quería poder tener la satisfacción de ver las calles, los atardeceres y los animales que tanto me gustaban.
No era posible, nada sería posible desde ahora.
Dos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos, se sentía como mierda no saber dónde estaba ubicada. Pero instintivamente, gire mi cabeza hacia donde creía que podía estar. No podía ver, pero si escuchar y eso aunque fuese por muy poco, podía ayudarme.
- Axel, soy Daya de seguros sociales. Lamento mucho lo que te ha pasado, es momentos de irnos. En el orfanato tendrás un hogar, y personas muy buenas que velarán por ti y tu bienestar. - Dijo la voz de una mujer, demasiado chillona para mí gusto. Sabía que vendría aquí con todo su discurso de pacotilla, que solo eran mierdas y más mierdas.
- No venga aquí con su lastima de mierda, que no me interesa. Si puedo cuidarme, solo tengo que aprender como hacerlo. - Necesitaba sacar toda la rabia que tenía por dentro, y está mujer era el blanco perfecto - Tampoco venga aquí, con su discurso de pacotilla, sobre el hogar feliz y blablabla. Porque déjeme decirle que no me importa en lo más mínimo. Nunca supe lo que era un hogar, yo era mi refugio, y mi protección. Así que no pretenda hacerme creer que al lugar de mierda dónde me llevará lo será. No diga que me darán un bienestar, porque esas son puras mierdas. Se la clase de lugar a la que seré enviado, y déjeme decirle que no es nada de lo que usted ha dicho.
No habló, se quedó en silencio durante varios minutos como si estuviese analizando lo que acababa de decirle. Aún no había salido de aquí, y ya todos querían venir con sus palabras de aliento que no me importaban, porque todas eran vacías, todas carecían de algún sentimiento verdadero.
- Entiendo que te duela todo lo que está sucediendo, y todo lo que ha sucedido durante tu vida. Pero es no es motivo para que me hables de esa manera. Eres solo un crío, y debes comportate como tal. - Sonaba molesta. Cómo si eso me importara.
- No es usted quien acaba de quedarse ciega. No es usted quien ahora no tendrá la posibilidad de ver todo aquello que la hacía sentir en paz. No es usted quien tendrá que aprender a vivir con una condición de mierda, sin tener a alguien que realmente se preocupe porque este bien. - Ahora era yo el que estaba muy enojado, quien se creía. - No me diga que lo entiende, porque créame usted no entiende una mierda de lo que estoy sintiendo en este momento. No venga aquí hablar sobre mi vida, como si fuese usted parte de ella. Porque no es nadie. - Solté con todo el veneno que tenía mi cuerpo justo ahora - Así que, haga su trabajo. Saqueme de aquí y lleveme al lugar de porquería con nombre de "hogar feliz" al que planea llevarme.
- Axel... - intento decir algo, pero la corte de inmediato.
- Y por favor, no vuelva a decir que soy un crío que debe comportarse como tal. Porque este crío como usted lo llama, ha vivido y sobrevivido situaciones que usted jamás será capaz de asumir en su vida.
Se quedó callada por un largo tiempo, en el que solo se escucha su respiración y la mía. Minutos después me avisó que debía tomarme para que pudiese caminar sin chocar con nada. Vaya mierda en la que me he convertido.
Me levantó de la camilla, y acto seguido comenzamos a caminar mientras ella me sujetaba por un brazo, y guiaba mis pasos.
Era el primer día, y esto ya se sentía como una jodida tortura.
Seguimos nuestro camino, mientras me indicaba cada lugar por el que pasábamos, como si de un estúpido se tratase. Hablaba sobre sillas, paredes, muros y yo solo podía oírla mientras imaginaba como sería posible de sobrevivir solo a esto.
- Bien, ahora nos subiremos a un auto - el motor de uno se comenzó a escuchar muy cerca de nosotros. - ¿Lo escuchas?
- Estoy ciego, no sordo. - indiqué de mala gana.
- Lo siento.- Dijo con un tono apenado.
Nos subimos al auto, y segundo después arrancó hacía el orfanato de mierda dónde sería ingresado.
Al parecer no estaba muy lejos del hospital, puesto que varios minutos después el auto se detuvo y la mujer de seguros sociales me ayudó a bajar. Comenzamos a caminar, mientras ella seguía con su estúpida tarea de informarme cada cosa por la que pasábamos.
¿Realmente sería capaz de sobrellevar esto? ¿Algún día podría caminar solo? Preguntas y más preguntas seguían surgiendo en mi cabeza. Era imposible buscar algo positivo de esto, porque cada minuto que pasa esto se volvía difícil de soportar.