Axel:
Después de la cena, decidí subir a mi habitación y pedir mis deseos solo. No quería abrazos de nadie, sabiendo que la mayoría de las personas que se encontraban en aquel jardín no me soportaban.
Además estaba el hecho de que la chismosa habladora estaba aquí, y me rehusaba a sentir su presencia cerca de mi; o siquiera a cruzar palabras con ella. Aún no me olvidaba de cómo se burló de mí cuando fui a su pastelería.
"El tú de los ojos bonitos" Puff, que estupidez.
No sé quién se creía, pero se había equivocado si pensaba que algún día ella y yo tendríamos algún tipo de amistad. No imaginé volverla a ver, y mucho menos en mi casa, siendo la novia de Larissa.
No es que me moleste el que tengan una relación, es que no me sentía preparado para una información así. Y sumando el hecho de que la persona es aquella diabla con apariencia de angel. Porque si, no podía verla; pero estaba seguro de que parecía uno.
Escuché unos pasos aproximarse por el pasillo que conducía a las habitaciones, pero no le preste mucha atención pues seguro eran mis padres.
Estaba sentando en la orilla de la cama, pensando en lo ridículo que me debo ver con una uva entre las manos para pedir un deseo que se que no se cumplirá. No entendía porque estaba haciendo esto, quizá aún existían un porciento de esperanza en mi corazón.
Cerré mis ojos, en la espera del nuevo año. Sentí la vibración del reloj en mi muñeca izquierda, indicado la medianoche. Por lo que metí la uva a mi boca, y exclamé en voz alta aquello que tanto deseaba.
— Solo deseo, volver a ver la luz. — Me sentía como un niño cuando escribía una carta a santa. El que mi vista volviera era algo casi imposible, las probabilidades de que la operación para volver a ver saliera exitosa eran de un 30%; pues habían pasado muchos años desde que la perdí, cosa que hacía mucho más complicada mi situación.
Abrí los ojos, y me tumbe en la cama. No quería salir de aquí, ni hoy, ni mañana, ni nunca. Me sentía en uno de aquellos momentos dónde los pensamientos tomaban posesión de mi, pero esta vez se sentía diferente porque la principal causante de ellos era a quien no quería ni recordar.
La chismosa habladora, había tomado lugar en mi mente.
No quería pensar en ella, pues no tenía ningún tipo de importancia para mí. Pero era imposible cuando todo lo que venía a mi cabeza era su voz, su carácter, su forma de hablar, y su personalidad. No podía sacarla cuando todo lo que recordaba era la manera tan segura y altiva que mostró cuando me habló en la pastelería, o cuando sostuvo la conversación con mi madre. Quería desechar todos los pensamientos que estaban llegando a mi de forma repetitiva, pero joder, no podía.
Ahora era ella quien dominar parte de mis pensamientos.
Unos toques en la puerta, me hicieron sentarme de golpe. Seguido a esto escuché como se abría lentamente y el sonido seco de unos pasos aproximándose hasta mi.
— Hola, tú. — Esto era lo que faltaba, que la chismosa viniera a entrometerme en mi habitación.
Tomé una profunda respiración y la solté lentamente, tratando de calmarme un poco. Sentir su presencia junto a mi, me alteraba. Y no de buena manera.
— ¿Que haces en mi habitación? Y por última vez, no me vuelvas a llamar tú.
— ¡Dios mío! Pero que amargado eres, ¿Así vives tú vida siempre? — un minuto tenía, y ya estaba agotando la poquita paciencia que me quedaba. — Vine a ver qué hacías, porque no te ví en el jardín. Y te seguiré llamando tú, o como a mi me de la gana de llamarte. Porque puedo, y quiero.
Esto era el colmo, se metía en mi habitación sin mi permiso, y de paso me hablaba como si yo tuviese algún tipo de confianza o relación con ella.
— Ya me viste, ahora sal de aquí. Que no te di permiso de entrar.
— Eres un cavernícola Axel Smith. — Dió un paso más, podía sentirla justo frente a mi.— Y también un patán. ¿Así conquistas a las chicas?
No me equivoqué cuando la llamé chismosa habladora, y además atrevida.
— No tengo que conquistar a nadie, eso no es tú problema chismosa. — Perfecto, ya había caído en su juego de insultos.
Soltó una pequeña risa, que a decir verdad se sintió como escuchar una hermosa melodía.
No sé que demonios estaba pasando conmigo, y mis pensamientos. ¿Ahora decían cursilerías?
— Ah, es que entonces eres gay. — Dijo, con fingido lamento.— Que lastima, con lo guapo que eres.
Esperen, ¿Me había llamado guapo? ¿La chismosa me hizo un cumplido?
O se estaba burlando una vez más de ti. Susurro una de las voces que habitaban mi cabeza, pero deseché ese pensamiento rápidamente. Ha la chismosa le parecía guapo, y eso sí que era una novedad. Nunca nadie que no fuesen mis padres, me había dicho aquello.
— ¿Los ratones te comieron la lengua? — Su voz hace que vuelva a centrar toda mi atención en ella. Estaba apunto de responder, cuando agregó.— Cavernícola.
Y así es como se olvida que hace unos cuantos segundos me llamo guapo.
— Nadie me comió la lengua, deja de ser tan atrevida.— fruncí el ceño. — Tampoco soy gay, aunque no se ni para que te lo digo. No es algo que sea de tu incumbencia.
>>> Mejor preocúpate por ir a ver a tu novia, y deja de estar molestando aquí.
La chismosa estalla en una carcajada, que me hace enojar.
— ¿¡Novia!? — Dice aún riendo. — Si que eres creativo cavernícola.— Vuelve a soltar otra carcajada, y frunzo el ceño enfadado.
— Sal de mi habitación, ¡Ya! — Alzo la voz.
— ¡Oye, oye! Pero cálmate, aparte de amargado. También tienes un pésimo sentido del humor.
>>> ¿No sé te ocurrió que Larissa era mi amiga? — Bramó nuevamente.— ¿Mi novia? ¿Es en serio? — Soltó una leve risa.— Vaya que si tienes muchísima imaginación.
Bueno, esta vez le podía dar un poco de razón. No me imaginé que eran amigas, lo primero que vino a mi mente cuando Larissa la menciono fue que era su novia.