Valiente

Capitulo 10

Mavra:

Sentía que la vida me decía que no me estaba equivocando, y que Axel no se había cruzado en mi camino solo por casualidad.

No podía olvidarlo desde que lo ví por primera vez en mi pastelería. Inspiraba un aura que me incitaba a querer saber más acerca de el.

Habían pasado varios días desde que fui aquella noche a su casa. Aquel día me propuse ir por el, y por su aceptación. Sabía que Axel no era fácil de tratar; que su carácter y malos tratos hacían cansar a cualquiera. Pero también sabía que dentro de el había mucho más. Quería conocerlo, no solo lo que me mostraba su fachada de "odio al mundo"; quería conocer al Axel real. Con sus miedos, sus sueños, sus virtudes y defectos.

Decían que las personas que estaban destinadas a estar juntas tarde o temprano terminaban conociéndose, y quizás era apresurado, pero en mi corazón sentía que estaba destinada a estar junto a el.

Aún podía recordar sus palabras de aquella noche. El que me diera la oportunidad de adentrarme en su vida me llenaba cada centímetro de mi piel de felicidad. Si, también recordaba que no quería conmigo nada más que una amistad; pero nunca me caracterice por ser conformista, siempre he sido capaz de ir por mis objetivos y más.

Todo era parte de un proceso que estaba dispuesta a afrontar. Existían facetas que sabía diferencia: Atracción, gustar, y enamorar.

Cuando lo ví por primera vez, sentí atracción.

Había algo en mi que me decía que debía estar cerca de el; lo logré. Con el pasar de los días me comenzó a gustar.

Y estaba segura de que me podía enamorar.

Está última me asustaba, porque aunque en mi objetivo estuviera el que Axel también fuese capaz de sentir algo más que amistad por mi, era consiente de que en el corazón y los sentimientos de las otras personas no se podían dominar.

Estuve en varias relaciones a lo largo de los años, unas buenas y otras no tanto. Conocí diferentes prototipos de chicos; arrogantes, guapos, de aquellos que te profesaban el cielo y las estrellas; pero podía asegurar que ninguno era capaz de compararse con mi tú de los ojos bonitos.

Me gustaba cada cosa de el. Tanto en físico, como en personalidad. Me gustaba desde su piel cremosa, hasta su cabello, sus ojos y su forma de hablar. Me gustaba su carácter, sus comentarios sin filtros, su carisma, cuando se ponía nervioso y el como lo dejaba sin saber que decir al platicar. Pero sobre todo me gustaba su valentía y admiraba su fortaleza.

Me gustaba Axel, y todo los pequeños detalles que formaban parte de el.

Mi corazón me decía que por el valía la pena luchar, y sin dudar le creía.

— Mav, te estoy hablando.— Dice mi pequeña hermana, sacándome de mis pensamientos.

— Lo siento, nadi. ¿Que decías? — Pregunté.

— Ya nada, olvídalo.— Volteó los ojos, y se fue corriendo hasta el jardín que se encontraba en la parte trasera de la casa.

Nadia era mi hermanita pequeña. Tenía 10 años, y la amaba con locura. Era muy divertida, e inteligente; la mayoría del tiempo la pasaba conmigo, pues según ella le gustaba pasar tiempo a mi lado. Cómo cualquier relación de hermanas, a veces teníamos nuestras diferencias; la mayoría del tiempo era yo quien terminaba discutiendo con ella o dándole regaños por avergonzarme frente a los demás.

Algo muy particular de Nadia, es que en cualquier momento hacía comentarios incómodos o fuera de lugar, pasa poner nerviosos a los demás.

Era ese su pasatiempo favorito.

———————∆——————
 

Eran aproximadamente las diez de la mañana, y después de dejar a Nadia con su nana puesto que mis padres están trabajando; tomé mi rumbo hasta la universidad. Iba con media hora de retraso, y el tráfico habitual de Londres tampoco me ayudaba.

Era la segunda vez que llegaba tarde a las clases, pues siempre trataba de ser responsable con la puntualidad. Además de que si se repetía una tercera vez, sería suspendida por varios días; cosa que no podía permitir porque ya me encontraba en loa finales para terminar mi carrera y tenía que hacerlo de la mejor manera.

El tráfico avanzó a la velocidad de una tortuga, y fue después de veinte minutos que llegué a la universidad.

Baje del auto, y emprendí mi camino en dirección al salón con la esperanza de que el profesor de esta hora me dejara pasar.

Una vez frente a la puerta, di dos toques para llamar su atención y pude notar como fruncía el ceño con aparente molestia. Comenzó a dar pasos hasta mi dirección enojado por interrumpir su clase, y rogaba a todos los ángeles para que me dejara pasar aunque eso conllevara a la vergüenza que me esperaba debido al regaño que me daría delante todos mis compañeros.

— Señorita Vasíliev, ¿si notó usted la hora que es? — Bramó con molestia.— Veinte minutos tarde, ¿Dónde queda su sentido de la responsabilidad?

Di una mirada fugaz adentro del salón y visualice como todos me miraban expectantes en silencio.

— Profesor, lo siento. No tengo argumentos que validen mi tardanza, había mucho tráfico. — intenté excusarme.— déjeme pasar, por favor. Le prometo que no se volverá a repetir.

— Porsupuesto que no se volverá a repetir, y para que reflexione sobre ello; le niego la entrada. — Apreté mis labios, conteniendo las ganas de decirle muchas cosas y ninguna bonita.— Ahora si me permite, tengo una clase que termine. Adiós.

Se dió media vuelva y me cerró la puerta en la cara. Me quedé parada unos segundos analizando que me acababa de dejar fuera de clases, hasta que reaccione. Maldito profesor, como no era capaz de entender que este tipo de solo me hacían retrasar más.

Solté un suspiro en señal de frustración, mientras caminaba al área de la cafetería para esperar a la siguiente clase.

Se encontraba sola, lo que se me hacía un alivio. Pues lo que necesitaba en este momento era paz para calmar mis ansias de asesinar a ese profesor.



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En el texto hay: amor, odio, muerte

Editado: 05.09.2021

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