La tensión era palpable en el ambiente. Mis padres y Nadia se encontraban sentados en el comedor, y una vez notan mi presencia se miran entre si con complicidad.
Papá está posicionado en la punta de la mesa, mamá a su lado derecho y Nadia al izquierdo. Todos me miran expectantes a mis próximos movimientos por lo que camino y tomo lugar junto a mi madre, esperando el bombardeo de preguntas que se avecina.
— ¿Entonces? — Pregunto mientras miro fijamente a Nadia.
— Deja de mirarme así. — Dice a la defensiva.
— ¿Cómo te estoy mirando? — Inquiero con tranquilidad. — Chismosa.
— ¡MAVRA! — Reprende mi madre. Se que no le gustan las disputas entre mi hermana y yo.
Estaba impaciente por escuchar lo que querían decirme, pero ninguno se atrevía a hablar.
Siempre he tratado de llevar mi vida privada al margen de mis padres. No me gusta inmiscuirlos en mis problemas, a menos que sea sumamente necesario. Y no se trataba por falta de confianza o comunicación, era simplemente el hecho de que no veía necesario el que estuviesen enterados de todo lo que concurría en mi vida. Ya era adulta y por ende podía ser capaz de encargarme sola de mis problemas.
Era parte de creer, y madurar. Algo que siempre me había inculcado papá. Debíamos ser lo suficientemente valientes como para saber afrontar cada situación que se nos presente en el camino.
Tomé una respiración profunda, y gire mi cabeza lentamente en dirección a mi madre quien ya se encontraba mirando con furia por la breve discusión con mi hermana; pero a la vez podía ver reflejado en sus ojos la curiosidad.
— Mamá, se que Nadia vino a decirles algo respecto a mi. Y estoy aquí para escuchar las preguntas que se están ansiosos por hacerme. — Inquiero estresada por la situación.
Mi madre iba a decir algo, pero fue interrumpida por mi padre; quien por lo visto no está con rodeos.
— ¿Quien es Axel? Y ¿Por qué no sabíamos que era tu novio? — Pregunta hablando en ruso. Su tono era extremamente serio; lo que me hace deducir que está enojado.
Podría tener cincuenta años, pero mi padre siempre seguirá siendo ese hombre lleno de celos paternal cada vez que algún chico se acerca a mi. Quizás se deba a los momentos en los que la tristeza reinaba en mi vida debido a las relaciones fallidas, porque aunque no me lo diga se que su actitud radica en el miedo a que me vuelvan a lastimar.
No podía simplemente concebir una vida sin mi padre, y el que se preocupase de esta manera por mí se me hacía conmovedor y tierno.
— Padre, no se de dónde ha sacado nadia esa información. — Hablé en el mismo idioma — Axel no es mi novio, pero no te engañaré y acepto ante ti que ese chico me gusta y espero que muy pronto si lo sea.
Si había una cosa que mi papá y por consiguiente también yo odiaba; eran las mentiras. Y como para mí no era un problema ser honesta, decidí decirle la verdad.
Mis progenitores, junto a Nadia me miraban sorprendidos ante mi declaración. Estaba segura que en sus cabezas estaban tratando de analizar lo que acababa de decir.
— Mavra, ¿Estás segura? — ahora fue mi madre quien habló. La preocupación era palpable en su rostro.— ¿Lo conoces bien? ¿Sabes quién es? ¿Tiene vicios? ¿Se mete en problemas? — Soltó una pregunta tras otra, aturdiendome. — Hablanos de el, por favor.
Me sentía acorrala, y obligada a soltar información que aún no quería revelar. Mi padre me miraba serio, era imposible para mí descifrar lo que lo que sea que podía estar pensando.
Nadia era una chismosa, entrometida, y soplona. Si no hubiese hablado, este momento incómodo no estuviese pasando.
No quería confesar nada a mi familia sobre Axel, porque nisiquiera estaba segura de que rumbo iban a tomar las cosas entre nosotros dos.
— Mavra, estamos esperando. — Dijo mi padre demandante. Cuando adquiría este tipo de actitud, me daba miedo.— habla ya.
— No tengo nada de que hablar padre. — arguyo.— Axel es un chico increíble, es todo lo que necesitan saber. — declaro seria.— ahora, si me disculpan respeten mi privacidad. Cuando lo crea justo y necesario los reuniré nuevamente para hablar sobre el.
La mirada que mi padre me da es severa, como si de alguna u otra manera buscara aniquilarme con sus ojos. Pero, debían aceptar que no podían controlar mi vida siempre; ya había crecido y era responsable de mis actos y decisiones. Ya quedaba en mi si quería compartirlas con ellos, cosa que estaba segura haría; pero en el momento que yo creyera correcto.
Nadie refutó. Todos se concentraron en comer el plato que tenía en frente, incluyendome.
Una vez terminada, cada quien se fue a sus respectivas habitaciones sin siquiera dirigirme la mirada; dejándome sola en la mesa con la incomodidad latente en mi interior.
——————∆——————
Camino de manera perezosa hasta la puerta corrediza de cristal de la cocina que me lleva directo al jardín de la casa.
Desde que era tan solo una niña este lugar siempre ha sido mi favorito.
Es de ese tipo de lugares que te permiten sentirte en paz en medio de la tormenta. De esos que te alivian las asperezas y te aclaran las ideas. Era el lugar perfecto para calmar el caos que habitaba en mi sistema.
Por más tonto que fuera, esperaba encontrar a la persona que fuese como este jardín; y todo lo que me hacía sentir.
El frío de la noche me golpea de manera violenta, haciéndome sentir la piel erizada en cuestión de segundos.
Avanzo hasta uno de los sillones cerca de la alberca, y me siento mientras poso los ojos en el vaivén que producen las grandes palmeras que yacen en el lugar.
El jardín es bastante extenso. Flores y árboles reposan por doquier, mientras que en el centro se situa una alberca en forma rectangular, decorada con los colores típicos para este tipo de cosas; azul y blanco, y a su vez un par de luces iluminan el interior. A los lados de esta hay varias tumbonas, y sillas con mesas de sombrillas para el sol.