Ashley 
Me encuentro en un entorno que me brinda una profunda sensación de calma y seguridad. A mi alrededor, la tranquilidad se manifiesta de manera tangible. Las paredes del lugar, fuertes y robustas, me transmiten una confianza que no había sentido en mucho tiempo. Aquí, en este refugio, puedo permitirme dejar de lado las preocupaciones que tanto me han agobiado.
Tras el almuerzo, mi padre y yo decidimos salir de la mansión. Al abrir la puerta, nos dirigimos directamente hacia el coche y él comienza a conducir. El trayecto es agradable y, tan pronto como llegamos a nuestro destino, descendemos del vehículo. Comenzamos a caminar por una plaza donde, de inmediato, me sorprende la belleza del paisaje que se despliega ante mis ojos.
Cada rincón de este lugar está iluminado con esmero, lo que añade un toque de calidez al ambiente que me rodea. Las ventanas permiten que la luz del sol entre de forma suave, creando un hermoso juego de sombras que se deslizan delicadamente por el suelo. El aire es fresco y revitalizante, como si estuviera sumido en un remanso, alejado del bullicio y la agitación de la vida cotidiana.
Me tomo un momento para reflexionar sobre mi situación actual. A pesar de los retos y las incertidumbres que he tenido que enfrentar en el pasado, aquí puedo relajarme. La sensación de estar a salvo me brinda la oportunidad de reenfocar mis pensamientos, de inhalar profundamente y de dejar atrás las preocupaciones que antes me pesaban.
En este espacio seguro, reconozco que tengo todo el tiempo del mundo para escuchar mi interior. Cada latido de mi corazón resuena con la promesa de una nueva etapa, una fase en la que puedo reconstruir mis sueños y objetivos, con la certeza de que estoy protegido. La paz que surge de este refugio se convierte en el punto de partida para la siguiente fase de mi viaje.
Sin decir nada, disfrutando del paisaje y respirando, dejando que la paz me envolviera en ese instante, mi padre me habló.
—Hija, sé que tienes preguntas sobre por qué no he ido a buscarte durante quince . Quiero explicarte los motivos.
—Todo tiene su explicación y quiero dártela. Yo tenía un socio, que era el padre de Noel. Él me dijo que fuera a los Estados Unidos para cerrar un trato de negocios en nuestra pequeña empresa. Fui confiando en que todo saldría bien, pero la bolsa cayó y perdí mucho dinero. Comencé a desesperarme. Manuel, el papá de Noel, me ayudó, pero al parecer firmé algo que no debía y la empresa quebró. Cuando salí de la cárcel, intenté limpiar mi nombre por un maldito delito que no cometí. Me acusaron de fraude y malversación de fondos. No sabes cuánto me dolió haber confiado en alguien que creía que era mi amigo y... -—Estaba a punto de decir algo más, pero él me interrumpió.
—Déjame terminar —Me quedo callada, escuchándole.
—Sí, me casé con Miranda cuando ambos estábamos en el peor momento de nuestras vidas. Yo en la cárcel y ella había enviudado recientemente. Su marido murió de una manera trágica y, en medio de ese dolor, me dejé llevar y le pedí a Miranda que fuera mi esposa por conveniencia. En un principio, mi idea era conseguir los papeles a través de un matrimonio no deseado. Por eso le pregunté, creyendo que todo quedaría en un negocio y que podría traerte a ti conmigo.
—Cambiando de tema, quería decirte que sé que no fui un buen padre para ti, cariño, pero me gustaría volver a ser tu héroe, tu súper papá, y te quiero mucho con toda mi alma. Eres la niña de mis ojos. Te pido perdón por todo el daño que te he causado; estoy verdaderamente arrepentido. Ojalá todo pudiera ser como antes, sin rencores. —Miro directamente a los ojos de mi padre mientras contenía las lágrimas.
—Todo esto es muy difícil para mí. Han pasado muchos años y no me contaste nada. Si lo hubieras hecho, lo habría entendido. Por eso, tendrás que ganarte mi perdón y mi confianza, aunque no será nada fácil. —Nos quedamos callados un rato, mirando al cielo, donde habían fuegos artificiales. Allí seguían cayendo mis lágrimas. Mi padre me abraza , y vuelvo a ser la niña que corría a sus brazos cuando tenía miedo. Así me siento
Entre sus abrazos me siento protegida, pero nos separamos para continuar nuestro camino hasta una heladería.
—Aquí tienen los mejores helados del mundo —me dice mi padre con una sonrisa mientras entramos al establecimiento. Al cruzar la puerta, una señora nos recibe con mucha amabilidad. Mi padre, con una mirada entusiasta, pide un helado de vainilla para mí y un helado de fresa con chocolate para él.
La señora, con destreza, se pone a preparar nuestros helados. Durante unos minutos, puedo escuchar el sonido de la cuchara mezclando ingredientes y el suave golpe de los recipientes que se utilizan para servir los helados. Finalmente, la amable señora nos entrega nuestras delicias heladas. A continuación, nos informa el costo total, mi padre hace el pago con una sonrisa y le deseamos una buena tarde antes de salir del local.
Una vez afuera, comenzamos a caminar hacia un parque cercano. Mientras avanzamos, saboreamos nuestros helados, disfrutando de cada bocado. En el camino, seguimos charlando animadamente, compartiendo risas y momentos felices, hasta que llegamos al parque, donde nos sentamos a terminar nuestros helados y continuar nuestra conversación.
Después decidimos regresar a la mansión. Subimos al coche y mi padre comenzó a conducir hacia allí. Durante el trayecto, no dejamos de hablar sobre mi nuevo instituto y mis planes de ir de compras. Aunque era un tema que se suponía emocionante, la verdad es que no me entusiasmaba demasiado la idea de ir de compras.
Después de deliberar, decidimos regresar a la mansión. Subimos al coche y mi padre comenzó a conducir hacia nuestro hogar. Durante el trayecto, no paramos de conversar sobre mi nuevo instituto y las futuras compras que planeábamos hacer. Aunque era un tema común, debo admitir que no me entusiasmaba mucho la idea de ir de compras.