Valiente de tus miedos

capitulo 4 paso él tiempo con Noel

Ashley

Después de que terminamos de desayunar, Noel se me acerca y me dice que tiene ganas de mostrarme la ciudad. También me sugiere que podríamos quedarnos en casa y ver una película.

—¿Qué prefieres, Ashley? —me pregunta.

—Me gustaría conocer la ciudad primero, y luego podemos regresar para ver una película —le respondo con entusiasmo.

—De acuerdo, Ashley —afirma Noel, sonriendo diciendo

Así que decido retirarme a mi habitación para vestirme adecuadamente para el tour que me dará mi encantadora hermanastra.— Se aleja, él me guiña un ojo, divertido, mientras sale de la cocina. Sin embargo, en ese momento, noto que mi padre y Miranda lo observan con una expresión que no logro descifrar.

Decido quedarme un momento recogiendo los platos junto a Miranda, mientras charlamos sobre la mañana. No pasa mucho tiempo antes de que vea a Noel descender por las escaleras, ya cambiado.

Él lleva puesta una chaqueta ligera de un vibrante color mostaza, acompañada de unos vaqueros ajustados y unas zapatillas blancas que destacan en su atuendo. Su cabello está un poco alborotado, como si lo hubiera despeinado intencionadamente para dar un toque desenfadado a su apariencia. En una de sus manos sostiene una mochila pequeña, que aunque muestra signos de desgaste, tiene un estilo particular que le queda bien.

—¿Lista para la aventura? —me pregunta, con una amplia sonrisa que ilumina su rostro.

—Más que lista —le respondo, mientras ajusto mi bolso al hombro, sintiendo una mezcla de emoción y nervios.

Justo antes de salir, mi padre aparece por el pasillo y me guiña un ojo, sin pronunciar ni una palabra, pero su gesto transmite una complicidad que me hace sentir bien. Miranda nos deja un mensaje de buenos deseos para que disfrutemos del día. Finalmente, abro la puerta y, juntos, salimos de la casa. Nos dirigimos a su coche y él se pone al volante.

El aire fresco de la mañana me atrapa en cuanto doy mi primer paso fuera de la mansión. Noel coloca la mochila en su espalda y comienza a caminar con tranquilidad, como si realmente conociera cada rincón de la ciudad. Yo lo sigo de cerca, maravillada por los árboles que adornan la acera, las diversas casas y las personas que pasan a nuestro lado. Todo parece nuevo y emocionante ante mis ojos curiosos.

En cuestión de minutos, llegamos a un pequeño parque donde nos bajamos del coche.

—No abras los ojos, Ashley —me indica Noel. Decido seguir su consejo y mantengo los ojos cerrados.

Poco después, me susurra suavemente:

—Ashley, ya puedes abrir los ojos.

Al abrir los ojos y darme cuenta de que estamos cerca de la playa, siento un impulso irrefrenable de salir corriendo, pero Noel me detiene y me aconseja que no vaya sola. Le miro suplicando con mis ojos para que me permita ir a la playa, aunque me doy cuenta de que mi plan no ha funcionado como esperaba.

Sin embargo, una oleada de felicidad me invade al ver el mar tan azul y observar cómo las olas rompen contra las rocas. Es la primera vez que visito una playa, y me siento como una niña pequeña ante tal belleza. Sin pensarlo dos veces, comienzo a correr y a saltar sobre la arena, emocionada y alegre, disfrutando de la sensación de libertad que me brinda este lugar que jamás hubiera imaginado visitar. Sin perder tiempo, me quito los botines.

Acto seguido, camino junto a la orilla del mar, dejándome llevar por un impulso y metiendo mis pies en el agua para jugar con las olas. De repente, veo que Noel se une a mí, haciendo lo mismo. Este momento me encanta, ya que a pesar de comportarnos como dos niños de cuatro años, la alegría nos envuelve. Sin embargo, en un instante, Noel me tira de la mano y me dice que quiere mostrarme algo.

Juntos, nos sentamos en unas pequeñas sillas de madera, frente a una mesa donde hay un lienzo en blanco. Comenzamos a dibujar. En esos momentos, me siento muy feliz mientras pinto junto a Noel, que es un gran profesor; estamos retratando a una pareja que parece muy enamorada. Disfruto inmensamente de este rato que paso con él, y además, me resulta terapéutico.

Cuando termino de dibujar, Noel comienza a contarme chistes malos y a hacer el payaso, lo que me hace olvidar mis preocupaciones, y pronto me encuentro riéndome con él de sus ocurrencias. Sin darme cuenta, se coloca detrás de mí y me tapa los ojos.

—Noel, ¿qué haces? —pregunto, intrigada.

—Ven, quiero mostrarte algo, mi pequeña princesa. Estoy seguro de que te va a gustar y espero que te haga feliz.

Sigo sus instrucciones, y entonces él me enseña una nueva forma de relajarme, una técnica que puedo utilizar cuando necesite escapar de mi mundo.

Yeray me lleva de vuelta a la playa, donde nos tumbamos con los brazos extendidos en cruz. Cierro los ojos y respiro profundamente, dejándome llevar por el sonido del mar y las gaviotas que vuelan sobre nosotros. Me siento tan relajada que todos mis problemas parecen desvanecerse. Yeray ha tenido una gran idea.

De pronto, Noel me propone ir a comer unos bocadillos. Como tenemos mucha hambre, acepto encantada, así que nos ponemos en marcha hacia un puesto de comida rápida. Mientras estamos en la cola para hacer el pedido, hablamos animadamente, disfrutando de la compañía. No tardan en entregarnos nuestros pedidos, y el chico del mostrador le dice algo a Noel, quien paga con una sonrisa. Después, nos dirigimos a un banco para sentarnos y comenzamos a comer, disfrutando de nuestras deliciosas meriendas y de la calidez del momento.
Mientras estamos sentados en un banco disfrutando de nuestra comida, Noel comienza a relatarme un recuerdo de su infancia, cuando solía visitar la playa con su padre. Escucho atentamente, sintiéndome emocionada por la confianza que me muestra al compartir esos momentos tan personales. Decido abrirme un poco también y le menciono que mi abuelo solía hablarme del mar, pero que no fue hasta hoy que realmente lo vi por primera vez.



#4860 en Novela romántica

En el texto hay: amor, familia

Editado: 28.10.2025

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