Valiente de tus miedos

capitulo 13 Cuando me mira, se detiene el mundo

Ashley

Continuemos observando; cada vez que lo hago, me siento completamente atrapado en su mirada y en sus ojos, que son tan azules como el océano. Es como si me hubiera lanzado un encantamiento que me mantiene cautivado. Después de un rato, Carlos comienza a hablarme, diciendo que desea mostrarme algo muy especial.
Así que nos pusimos de pie y comenzamos a caminar hacia el mostrador, donde realizamos el pago de nuestras bebidas. Después de completar la transacción, salimos de la librería y empezamos a caminar por la calle, conversando animadamente entre risas y comentarios sobre los libros que habíamos visto.
Tan pronto como llegamos al centro de menores, una señora nos recibe con amabilidad. Al ver a Carlos, lo saluda con afecto y calidez, demostrando un vínculo cercano. Tras este saludo, ella se presenta formalmente, pero, de repente, comenzamos a escuchar las voces de los niños que se acercan a nuestro encuentro. La emoción y la alegría en sus voces llenan el ambiente mientras se aproximan a nosotros.

Él me presenta y, de inmediato, comienza a hacer preguntas sobre si soy la novia de Carlos. A punto de responder, Carlos se anticipa y dice que aún no. Sin embargo, no puedo evitar notar cómo me guiña un ojo, lo que me hace sonreír por dentro. Después, los niños se van a jugar y la señora Lucía se despide y se marcha.

Mientras él empieza a contarme sobre su experiencia en el centro, me concentro completamente en sus palabras. Describe el lugar con tanto detalle que me permite imaginarlo claramente. Me doy cuenta de lo buena persona que es y lo generoso que tiene el corazón. En ese momento, una niña, de piel oscura y con discapacidad, se acerca corriendo y, sin dudarlo, abraza a Carlos con afecto.

Es entonces cuando ella comienza a hablarle con entusiasmo:

—¡Has venido como me prometiste!

—Sí, esta vez no he venido solo, sino que traigo a una amiga —responde Carlos, señalándome con una sonrisa cálida.

—Siena, te presento a Amará —dice, mientras la niña sonríe de oreja a oreja.

—Encantada de conocerte —le digo, y me doy cuenta de que Amará no se separa de Carlos, como si lo considerara su protector.

Finalmente, Amará se suelta un poco, me da un beso en la mejilla con toda la ternura del mundo y luego comienza a entretenerse con algunos juguetes. Mientras tanto, Carlos continúa contándome sobre su relación con ella, mirándola con afecto, como si fuera su hermana menor. Me comienza a contar que Amará no ha tenido una vida fácil: su madre la abandonó y su padre está en la cárcel porque mató al secuestrador de Amará. Aparentemente, su madre no quiere hacerse cargo de ella, lo que hace que me sienta aún más conmovida por su historia.

Me encuentro a mí misma sorprendida mientras imito una voz aguda para uno de los personajes del cuento que estamos leyendo. Carlos me dirige una mirada fugaz que es a la vez divertida y cómplice, y una sonrisa se asoma a sus labios; esa sonrisa que tanto me gusta y que me hace sentir como si realmente estuviera siendo vista.

—Esa voz estuvo bastante bien —comenta en un susurro, sin interrumpir su lectura.

—Gracias, estoy practicando para cuando me convierta en famosa —le respondo en tono de broma, haciendo que Amara, la niña que se sienta entre nosotros, suelte una risita pequeña pero genuina.

Nos miramos los tres, y por un breve instante, parecemos capturados en una escena mágica, iluminada. Ella en el centro, el cuento abierto entre nosotros, y nuestras voces entrelazadas formando un momento que siento que quedará grabado en mi memoria para siempre.

En ese momento, mientras Carlos pasa la página con suavidad, me doy cuenta de algo importante: la conexión que siento no es solo con él... también se trata de lo que su presencia despierta en mí. La dulzura que muestra con Amara, su paciencia infinita, la manera en que transforma una simple lectura en algo extraordinario... todo eso resuena en lo más profundo de mí, más de lo que había anticipado.

Carlos me lanza una mirada de reojo, como si de alguna manera pudiera descifrar mis pensamientos. Y, por primera vez en mucho tiempo, no siento la necesidad de ocultarme. Nunca más.

Carlos se agacha con gran naturalidad y, al instante, los niños corren hacia él, riendo y llamándolo por su nombre con voces llenas de alegría. Uno de ellos, lleno de confianza, se cuelga del cuello de Carlos, como si fuera su mejor amigo. Otro, con una gran sonrisa, le muestra un dibujo que ha hecho con orgullo, mientras una niña le toma la mano, envolviéndola con ternura. Verlo ahí, en medio de esa luz radiante, rodeado de risas y cariño, me deja completamente sin palabras.

Yo me quedo un poco más atrás, observando la escena con atención. De repente, uno de los niños me mira con curiosidad y decide acercarse a mí.

—¿Tú eres amiga de Carlos? —me pregunta, con una sonrisa traviesa en su pequeño rostro.

—Sí —respondo, sintiendo cómo el calor sube a mis mejillas—. Me invitó a venir.

El niño asiente con la cabeza, como si esa simple respuesta basta para aceptarme en su mundo.

—Él es bueno. Siempre viene cuando estamos tristes —dice con un tono de admiración en su voz.

Justo en ese momento, Carlos se gira al escuchar nuestra conversación, y nuestras miradas se cruzan. Aunque no dice nada, sus ojos comunican un mensaje claro: “Gracias por venir”, “Gracias por estar aquí”. En un impulso, me acerco a él, y sin pensarlo mucho, extiende su mano hacia mí. La tomo con confianza, y juntos comenzamos a caminar entre los niños que nos rodean, que siguen riendo y jugando.

En ese instante, siento que algo dentro de mí cambia. Es como si, al verlo aquí, en este lugar tan especial, con estas personas que lo aprecian, comenzara a entender una parte de él que antes no conocía. Y quizás, al mismo tiempo, esté descubriendo también una parte de mí misma. Es como si todo esto fuera un regalo del universo, un momento que trasciende y une nuestras vidas de una manera inesperada.



#4860 en Novela romántica

En el texto hay: amor, familia

Editado: 28.10.2025

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