capitulo 15 descubro que Noel está enamorado de mi

Ashley

Después de disfrutar de un momento de tranquilidad junto a ellos, me levanto con cuidado para no perturbar la atmósfera.

—Voy adentro —anuncio, sin muchas explicaciones. Ya no siento la necesidad de dar razones. Solo anhelo un poco de aire fresco, de un ambiente diferente.

Papá me regala una sonrisa tierna. Noel asiente, aunque percibo que sigue mi camino con la vista hasta que cruzo el umbral de la puerta.

Dejo la puerta entreabierta. Empiezo a caminar por el pasillo, pero algo en sus voces me detiene. No es curiosidad lo que me empuja a quedarme ahí, en silencio; es una especie de intuición. Permanezco en ese lugar, con mi corazón aún agitado por los acontecimientos recientes.

—¿Te molesta algo, Carlos? —pregunta mi papá con una naturalidad que me sorprende—. O… ¿hay algo más que te preocupa?

Noel parece tomar su tiempo para responder, como si estuviese ponderando sus palabras.

—No lo sé. Tal vez las dos cosas.

—¿O estás celoso? —insiste mi papá, usando un tono que mezcla humor con un atisbo de sospecha.

La pausa que sigue es larga y pesada, como si el aire se hubiere vuelto denso.

—Sí —confiesa Noel finalmente—. Estoy celoso. Pero no solo porque él haya regresado ahora con su disculpa bien ensayada… sino porque…

—¿Porque qué? —pregunta mi papá, empujándolo a continuar.

—Porque estoy enamorado de Ashley.

El silencio que sigue a esa confesión es tan profundo que siento como si el mundo se detuviera por un instante.

—Noel… —dice mi padre, hablándole con extrema lentitud.

—No pensaba decirlo. Nunca. No de esta manera. Solo… me di cuenta cuando ya era demasiado tarde. Cuando la vi reír con él. Cuando su luz volvió a brillar, entendí que esa luz siempre había significado más para mí de lo que estaba dispuesto a aceptar.

—¿Desde cuándo lo sabes? —pregunta mi padre, en un tono que denota preocupación.

—Desde antes de saberlo, supongo. Desde el día en que la vi llorar por algo insignificante y deseé que nunca volviera a sentir ese dolor.

Papá suspira. No lo interrumpe. No lo juzga.

—Es tu hermana —le recuerda, con una voz suave pero firme.

—No lo es —responde Noel con una calma casi triste

—. No por la sangre. Nunca la he visto de esa manera. Pero sé que no estoy aquí para confundirla. Solo… necesitaba decirlo. Porque me duele verla abrir su corazón a otra persona. Y aun así, si ella elige a Carlos, lo aceptaré. Lo único que realmente quiero es que sea feliz. Con quien sea.

Mi pecho se siente apretado, lleno de nudos. Nunca… nunca hubiera imaginado esto. Sin embargo, la sinceridad de cada palabra de Noel me golpea con su honestidad. Resuena en mí de una manera profunda.

Subo las escaleras en silencio, no porque quiera escapar, sino porque necesito procesar lo que acabo de oír.

Porque ahora he comprendido algo más.
Que mientras yo buscaba sanar mis heridas…
Alguien, en silencio, me estaba amando.

—Noel… —dice mi padre tras una larga pausa—. ¿Estás seguro de lo que sientes?

—Sí —responde Noel con firmeza, sin bajar la mirada ni ocultarse
—. No es algo que se me pueda pasar. No es confusión. Lo sé porque no la amo solo cuando está feliz o fuerte. La amo también cuando permanece en silencio, cuando tiembla, cuando agrega dudas. Y lo sé porque nunca haría nada que pudiera hacerle daño. Aunque eso signifique que debo quedarme callado para siempre.

—¿Y por qué me lo dices a mí? —pregunta papá, curioso.

—Porque necesitaba que alguien lo supiera. Y porque tú también la amas. Sé que cuidarás de ella. Pero yo también lo haré… esté donde esté, incluso si es desde la distancia.

Papá lo observa durante un largo momento. Su expresión no es dura. Es humana. Comprensiva. Quizá no esperaba aquella respuesta, pero tampoco parece rechazarla.

—Lo que sientes es valiente, Noel. Y lo que elijas hacer con eso será aún más valiente. Solo te pido una cosa…

—Lo que sea —responde Noel, decidido.

—No la confundas. No le añadas un peso más sobre los hombros ahora que comienza a liberarse. Dale claridad. Espacio. Amor, si puedes… pero amor puro.

Noel asiente, se pasa una mano por la cara y expulsa el aire lentamente.

—Eso intento cada día. Estar cerca… sin invadir. Amarla… sin romperla.

En el pasillo, me cubro la boca. No por temor, sino por la emoción que me invade. Porque acabo de descubrir una faceta de Noel que jamás había imaginado. Una parte silenciosa y profunda que me ha querido desde la distancia… sin pedirme nada a cambio.

Sigo hacia mi habitación en silencio. Me siento frente a la ventana. La noche brilla con una intensidad inusual.

Y entonces, lo comprendo.

A veces, el amor más auténtico no es el que se proclama en voz alta…
Sino el que se protege en secreto, incluso cuando no se elige.
Lo imaginé. Sin embargo, cada una de sus palabras resuena en mí con una honestidad palpable. Son cuidadas y, por encima de todo, cargadas de tristeza.

Asciendo por las escaleras en un profundo silencio. No lo hago porque busque escapar, sino porque necesito procesar lo que acabo de escuchar.

Ahora comprendo algo más.
Mientras yo estaba en mi propio proceso de sanación…
Hay alguien que, en completo silencio, me ha estado amando.

—Noel… —dice papá tras un prolongado silencio—. ¿Estás seguro de lo que sientes?

—Sí —responde él con convicción, manteniendo la mirada firme, sin agachar la cabeza o buscar esconderse—. Esto no es algo pasajero. No se trata de confusión. Lo sé porque no solo la quiero cuando está feliz o fuerte; la quiero también en sus momentos de silencio, cuando tiembla, cuando tiene dudas. Lo sé porque jamás haría nada que pudiera causarle dolor. Aunque eso signifique no decir nada nunca.

—¿Y por qué me lo cuentas a mí?

—Porque necesitaba que alguien lo supiera. Y porque tú también la amas. Sé que cuidarás de ella. Pero yo también lo haré… esté donde esté, incluso si es desde la distancia.