Ashley
Me encuentro sumergido en un profundo estado de confusión emocional. A lo largo de las páginas de mi vida, se despliegan una serie de pensamientos contradictorios y dilemas que me asaltan, mientras intento comprender lo que realmente siento. Aunque mi mente está saturada de dudas y preguntas que parecen no tener respuesta, hay una sensación palpable en mi interior que no puedo ignorar.
Al recordar mis experiencias más recientes, me adentro en un laberinto de vivencias y momentos que han dejado una huella en mi existencia. Los sentimientos brotan con intensidad, a menudo entrelazándose con la incertidumbre, lo que propicia una lucha interna que me consume. En varios pasajes de este proceso, se dibujan con gran detalle los matices de mi confusión: las sonrisas que antes percibía como simples y sinceras ahora se tornan en algo complejo, y las miradas que antaño me resultaban reconfortantes ahora están cargadas de inquietud.
Mi corazón comienza a aceptar que, aunque no posea todas las respuestas, lo que siento es genuino y real. Mis emociones, a pesar de su confusión, provocan en mí un profundo sentido de autenticidad, y esto me impulsa a explorar más a fondo mis deseos y temores. A lo largo de este relato, se manifiestan momentos de introspección en los que reflexiono sobre mis relaciones y el impacto que estas tienen en mi estado emocional.
Así, me embarco en un viaje de autodescubrimiento. A pesar de la confusión que me rodea, empiezo a experimentar destellos de claridad que me motivan a continuar avanzando. La aceptación de mis emociones, por muy confusas que estas sean, se convierte en un paso esencial para mi crecimiento personal. Esto me deja con la sensación de que, aunque el camino esté lleno de obstáculos, la valentía para sentir se presenta como el primer paso hacia la verdad sobre uno mismo. 
La pelota impacta contra el aro con un sonido hueco que se desvanece en la oscuridad de la noche. Noel sigue lanzando, inmerso en su mundo, ajeno a que lo estoy observando desde la ventana de la cocina. El vaso de agua que tengo en la mano ya está tibio; en realidad, no lo necesito. Lo que realmente anhelo está ahí afuera, botando la pelota como si, en cada rebote, intentara olvidar que me ama.
No me detengo a pensar demasiado. Simplemente salgo.
El césped está fresco y humedecido bajo mis pies descalzos. Camino en silencio hasta que él percibe mi acercamiento y detiene el balón entre sus manos. Su respiración agitada se entrelaza con la mía, que es más suave, pero también temblorosa.
—No puedes dormir —dice, como si no necesitara preguntar.
—Y tú tampoco —le respondo.
Nos quedamos inmóviles por un instante. Luego, me animo a hablar.
—Quería verte. Hablar. No sé… no quiero que lo de hoy quede flotando como si no significara nada.
Noel traga saliva. Baja la mirada por un momento y luego me observa con esos ojos sinceros que tantas veces me han protegido sin que yo me diera cuenta.
—No esperaba que me buscaras.
—Ni yo esperaba que fuera necesario —confieso.
Entonces, antes de que pueda decir algo más, él da un paso. Y luego otro. Se detiene frente a mí, tan cerca que siento el calor de su pecho elevarse en el aire que nos rodea.
—Ashley… —murmura.
Y sin pedir permiso, sin pensarlo más, me besa.
El beso es suave, torpe, cargado de una emoción reprimida. No busca respuestas. Solo anhela la verdad. Su mano me quema en la zona de mis riñones, donde me tiene sujeta. Deseosa y algo torpe, intento alargar este momento mágico en el que me encuentro, un instante que parece de ensueño.
Después, se aparta de mí mientras me mira con esa mirada que me vuelve loca. Inmediatamente, no puedo evitar preguntar:
—Noel, ¿por qué me miras de ese modo?
Él no me responde; solo continúa mirándome. Si sigue así, perderé el control por primera vez
—Porque eres muy linda, Ashley —responde, y al escuchar lo que dice en un tono tan bajo y dulce, sin apartar sus ojos de los míos, me sonrojo de inmediato y me limito a sonreírle.
—¡Ah! Gracias —logro articular.
Él se queda observando mis labios, que aún están teñidos del beso, y tengo la sensación de que va a besarme de nuevo.
Y así, Noel me besa por segunda vez. Sus labios van a ser mi perdición. Comienza a hablar.
—Ash, perdona mi atrevimiento, pero es que las ganas me estaban superando. Tú te has convertido en una persona especial para mí. Mi princesa, estoy loco por ti. No sé qué me has hecho para que te mire de otra manera, dejando atrás ese cariño que creí sentir como si fueras una hermana para mí —me confiesa. Mis mejillas arden al escuchar sus palabras. No quiero separarme de Noel; necesito estar a su lado más tiempo. Sin embargo, él me pide disculpas y se marcha hacia adentro, dejándome sola y más confundida. Acaricio suavemente mi cuerpo por encima de la ropa, todavía probando la dulce miel de sus labios. 
Subo las escaleras con pasos lentos y cuidadosos, como si el ruido pudiera despertar a la casa, que parece dormitar en la quietud de la noche. Pero mi mente, inquieta y activa, no descansa. Me detengo en el pasillo, frente a la puerta de mi habitación, que se encuentra entreabierta. Dudo un momento, sintiendo una mezcla de incertidumbre y curiosidad. Finalmente, decido cruzar el umbral y entro.
La habitación se encuentra sumida en una penumbra suave, la única luz que la ilumina es la tenue y plateada luz de la luna, que se filtra a través de la ventana, creando un ambiente casi mágico. Sin cambiarme de ropa, me tumbo sobre la cama, con el corazón latiendo vigorosamente, como si cada pulsación fuera una advertencia de lo que está por venir.
Cierro los ojos, en un intento de encontrar algo de reposo.
Sin embargo, el descanso se me escapa.
Acabo por perderme en el sueño… y empiezo a soñar.
Me encuentro en un lugar desconocido, pero extrañamente familiar. Podría ser un jardín, un espacio encantador bañado en luces colgantes y envuelto en un silencio placentero. Al fondo, una fuente murmura suavemente, como si compartiera secretos que solo yo pudiera escuchar.