Eran las 9 de la mañana cuando andaba por la carretera antigua con vía a Floridablanca conduciendo mi Renault Sandero despreocupado por las vías; el sol se pone entre mis vidrios, mientras me sentía atormentado por las terribles jaquecas causadas por una desopilante borrachera que tuve la noche anterior, y de la cual no me arrepiento de nada, puesto que fue la fiesta de un viejo amigo al cual le quisimos brindar un pequeño gesto por su cumpleaños, tal y como se lo solemos hacer a los miembros de nuestro desordenado circulo social. Las imágenes se me distorsionan por la mente, el sonar despampanante de la música hacía eco mis oídos como secuela del escándalo que estábamos causando, el malestar de los brebajes etílicos haciendo una deslucida mezcla sin precaución, pasa por mi ser mientras intento aliviar todo ese dolor con uno de mis buenos Marlboro rojos durante el recorrido a mi destino. Adicionalmente, me tomé unas cuantas pastillas antes de emprender mi viaje, pero honestamente no creo que me surtan efecto, no soy uno de esos escépticos de la medicina moderna, si no que ha pasado tanto tiempo desde que me tomé la última pastilla para aliviar algún malestar fuerte, que mi cuerpo se ha vuelto intangible a estos caramelos.
Olvidaba mis penurias mientras seguía conduciendo por unas carreteras más pequeñas que dirigían a barrios con cierta reputación. Barrios los cuales, hay que pensarla 2 veces antes de poner un pie en ellos, donde tienes que vigilar tu espalda a cada instante, de lo contrario, te sucederá lo inesperado. Me encontraba merodeando estos sectores, ya que era el sitio por donde vivían mis clientes, los cuales, sorpresivamente, en un mundo lleno de coincidencias, resultaron ser unos familiares que requirieron de mis servicios para investigar un caso de robo muy particular. O en este caso, solo uno le tomó importancia a mi trabajo.
El día anterior me encontraba en mi despacho organizando los últimos papeles del día, antes de cerrar mi despacho para después partir a la fiesta de mi amigo tranquilamente, sin tener algún embolate en mi consciencia más tarde; de repente, se oye que tocan la puerta, saludan con el típico “¿buenas?” y yo amablemente le respondo que siga, aun cuando soy alguien desconfiado, pero nada que mi amiga la .38 escondida debajo de la mesa lo resuelva todo por cualquier alteración; al abrirse la puerta, se asoma un rostro familiar poco a poco por esta, al ver traspasar su delicada piel blanca, cabello artificialmente rubio y unos ojos saltones por la oficina, descubro la grata sorpresa de que resulta ser Marisol, una prima por parte de mis tíos paternos la cual no veía desde hace años salvo por unas cuantas reuniones que hacíamos cada diciembre, por unos segundos no logré reconocerla pues se le ve un cierto deterioro en su contextura física y algunos bajones en su rostro, que me era imposible saber a quién saludaba, esto me tomó por sorpresa ya que no esperaba su visita o siquiera tenía una cita pendiente con ella, pero en este trabajo, las visitas inesperadas es el plato diario, así que la invité cordialmente a mi pequeño cubículo con un buen gesto. La saludé como es debido y le pedí que se sentara.
-Hola Marisol, que gustazo verla por acá, ¿Cómo le va? Siga y siéntese.
-Hola Jaime… pues… Ahí vamos. -Responde Marisol algo nerviosa.
- ¿Y eso? ¿Qué le pasó? La veo muy achicopalada, cuénteme ¿Para que soy bueno? -Respondí mientras apagaba mi cigarrillo en el cenicero, había olvidado que Marisol era asmática y lo recordé inmediatamente cuando ella empezó a toser.
El humo se esparcía por la sala, mientras acomodaba mi silla para prestar atención a su anécdota.
-Es que… vea que… me robaron. -Dice esto mientras se aprieta los labios.
- ¿De verdad? -Respondí fingiendo interés a tan decepcionante revelación. No era nada nuevo para mí este tipo de situaciones.
-Si y pues… me duele porque era algo valioso. -Dijo Marisol mientras contenía su llanto.
Mis tercos impulsos hicieron que respondiera algo obvio.
-Ay Dios mío, que terrible Mari, ¿Y por qué no lo reporta a la policía? Ellos la pueden ayudar mejor con este tipo de cosas, los objetos que le robaron y todo eso ¿Qué llevaba, bolso, cartera, celular, joyas?
- No, no, no, no es así. -Dice ella exaltada para interrumpir mi espontanea verborrea. -No es solo un robo, no es fácil de explicar…
Si hay algo que detesto de mí, y que no he podido lograr superar, es mi terquedad, suelo tomar conclusiones apresuradas antes de sacar algo en concreto, eso fue lo que me hizo fallar en mis primeros trabajos y me costó riesgosamente la licencia por un tiempo.
-Recurrí a usted -Continúa Marisol- Porque se me hace un enredo todo esto… En un principio no quería creerlo, porque me parecía de película todo, pero luego… empecé a recapacitar mejor las cosas y pienso que lo más conveniente sería contárselo a usted en persona.
Empecé a mostrar interés en su situación y me sorprendió su forma de dirigirse hacia mí, aun cuando fui muy irrespetuoso con ella sin que lo supiese; me levanté de mi silla, saqué un vaso de agua del botellón que suelo tener en una esquina del cuarto como adorno especial para mis clientes y le serví un poco para que consolara su estado de preocupación y se controlara más para que me contara con más serenidad su caso.
-Gracias… -Dice Marisol mientras suelta un aliento de tranquilidad para liberar ese nudo que tenía atorado dentro de sí misma y no la dejaba hablar bien.
-Bueno… Entonces Mari, cuéntemelo todo. -Dije mientras botaba el vaso a la basura y me volvía a sentar para prestar atención.
Básicamente me contó que hace 2 días, su madre (mi tía) le había enviado una cierta cantidad de dinero, 7 millones de pesos para ser exactos, desde el extranjero para que subsistieran ella con sus hijos, sus hermanos y cubrir todos los gastos que fueran necesarios de la casa por un tiempo, mientras ella seguía trabajando desde el otro lado del mundo. Al ser notificada por tan gratificante giro, días después Marisol se dirigió a reclamar esa plata en una corresponsal de mensajería encargada de giros internacionales que estaba cerca en su barrio, salió sin tomar ningún tipo de medidas. Ya con el dinero en su poder, Marisol cuenta que, durante todo el recorrido, no tuvo problema alguno o sospechaba de algún acto de seguimiento, es más, rezaba para que estuviera segura durante todo el camino hacia su casa, al parecer, la delincuencia acecha fuertemente estos días por el lugar donde vive y el resurgimiento de bandas criminales juveniles no le favorecían esta condición. Totalmente comprensible, todo bien hasta ahí, la cosa se complica cuando llega tranquilamente a su casa y se dispone a hacer otras cosas del día correspondiente a sus quehaceres rutinario. De repente, dos ladrones encapuchados irrumpen en el hogar para buscar precisamente ese dinero que ella había reclamado minutos antes. Encañonando sus pistolas hacia ella, preguntan por ese dinero, Marisol cuenta que opuso resistencia en el asunto puesto que, por más material e insignificante que le pareciese al más corriente ese dinero, era algo muy importante que se tenía que invertir en su familia, inclusive Marisol dice que intento negociar con los asaltantes para que se llevaran otros objetos de valor como celulares, televisores, u otra cosa que les hiciera cambiar de idea para un mayor festín, pero ellos las rechazaron y seguían insistiendo por el botín de Marisol, pero seguía fuerte, ante todo. Las cosas se le complican cuando su hijo, un menor de 7 años, sale de su habitación curioso por saber que pasa, su inocente conocimiento le hizo desconocer los hechos ocurridos en su hogar y los constantes ajetreos le hicieron despertarse; durante este lapso, Marisol intenta torpemente hacer que su hijo se vuelva a su cuarto invitándolo a encerrarse, el nene no entiende y sigue preguntándose sobre las circunstancias, por lo que, los ladrones, en un bajo y desesperado intento para que Marisol hablara, vieron la oportunidad y tomaron al infante, le apuntaron con una de sus armas en la cabeza, forzando más a Marisol para que entregara el dinero de una vez por todas. Ante tal horrible presión, y el despertar de su sentido del deber maternal al ver a su hijo en esa situación, Marisol no le quedó otra opción más que acceder a entregarles el dinero que tenía guardado en un bolso de cuero negro con un tigre blanco de figura en el medio (este detalle narrado por Marisol me era irrelevante en un principio ya que lo puntual se encontraba en el material dentro del mismo). Los bandidos, al tener en su posesión lo que buscaban, huyen del escenario, dándose a la fuga en una motocicleta que oiría Marisol segundos después, pero la cual no pudo anotar sus placas, pues no tenía.