Valores Familiares

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Decidí hospedarme en lo que resta de mis días del asunto en un pequeño Motel que queda por la carretera antigua, es lo más decente que pude conseguir mientras saco conclusión alguna del caso, se hace llamar La Herradura, es el sitio más cómodo y menos frecuente al que recurren los aventureros románticos para satisfacer sus necesidades pasionales, además de no poseer logotipos o estética erótica que favorezca su imagen como sitio para los amantes de ese calibre.

Mi media hermana mayor se había ofrecido a darme hospedaje enterada horas después de los hechos ocurridos donde mi tío Germán, pero decliné su oferta ya que era de las que pertenecía a ese horrible circulo social de malhablados destruye vidas, no le guardo resentimiento por ello pero quería protegerla de todas formas de todo el peligro que me estaba acechando, no convenía para nada resguardarme en otro refugio familiar para exponerlos de esa forma, por más que compagine poco con ellos, mi sentido del deber me obliga a cuidarlos de la incertidumbre que estaba iniciando.

Llegué a mi respectivo cuarto mientras escuchaba el gemir de los deseos cumplidos por los hedonistas que se encontraban en los cuartos próximos; no me molestaba en absoluto ya que es la rutina diaria en la cotidianidad de este lugar y es casi un recurso utilizado con mucha frecuencia en los programas de comedia baratos de la televisión abierta local por lo que simplemente es ignorarlo, tomarlo con humor y descansar mientras me preocupo en mis asuntos. Me daba una ducha para quitarme la peste que emanaba de mi cuerpo por culpa de la mezcla entre sangre y sudor de mi ropa por lo ocasionado previamente gracias a la adrenalina adquirida en el momento.

Me quedé solo en camisilla blanca que suelo ponerme dentro y los bóxeres como pijama adecuada para una noche instantánea, quise prender el televisor, pero percibo que únicamente transmiten los canales para adultos privados y lo apago al instante ya que mis épocas de onanista acabaron hace mucho tiempo, realmente no quiero ahondar en estos asuntos y solo lo dejaré con que pude pegar finalmente los ojos a la media hora que mi cabeza tuvo contacto con la almohada no sin antes guardar mi .38 por debajo de esta por si alguna alerta se presentase en mi dulce calma.

No quería abandonar el sur pues mi caso seguía vigente allá, pero las mismas circunstancias de esta me hicieron devolverme a Bucaramanga ya que el contacto proporcionado por Pepe se encontraba habitando esos alrededores, sin más remedio tomé el autobús con más cercanía a la universidad donde estudiaba el así llamado Sultán y me dispuse a buscarlo por todos los rincones. Entré sin tanto problema ya que la misma institución se volvió un espacio público para todo ciudadano que quisiera entrar y relajarse en todo ese ambiente, cosa que podría ser bueno o malo dependiendo de qué circunstancia se presentara pues ya se habían reportado casos de atracos dentro de este mismo lugar gracias a la entrada de indeseables que aprovechaban la vulnerabilidad de algunos humildes estudiantes mientras progresaban, pero también era un buen espacio para conocer gente que ayudará a ampliar un círculo social personal, estaba caminando por sus alrededores mientras observaba todos sus campus y facultades que le rodeaban inspirándome un buen aura de confianza que me llevaba a una época más tranquila y libertina sobre mi paso por la educación superior, en el mismo ambiente se respiraba un aire revolucionario y fiestero que se suele observar mediante un perspicaz análisis a cada miembro perteneciente de ese lugar, sonreía porque detrás de ese bonito espacio de cultura y educación se ocultaba una serie de malversaciones protagonizadas por fiestas, drogas y sexo que complacían los caprichos juveniles en sus etapas más experimentales que corrompían sus almas. Todo eso no era de mi incumbencia por el momento puesto que yo también pasé por esas alegres parafernalias que me hicieron conocer un lado más divertido y salvaje a la vida.

Mientras caminaba pude notar como algunos se me quedan mirando al percatarse de mi particular presencia, tal vez mi traje sin lavar todavía manchado con algunas gotas de sangre me estaban dejando en evidencia de lo que cometí ayer, aunque otros lo ignoraran y pensaban que me trataba de algún agente policial que buscaba un rufián para maltratar en sus más retorcidos pensamientos rebeldes que ya tenían problemas con la autoridad en el pasado, pasé de largo por todos ellos y me hice en la parte más misteriosa y por lo tanto más hostil del lugar, un campo universitario que lo hacen llamar “El Bosque” sitio donde recurren los estudiantes para hacer muchas cosas aparte de estudiar que era lo que menos hacían, me coloqué en este sitio ya que suelen aparecer vendedores de estupefacientes para calmar los estreses de estos jóvenes, los cuales me servirían como medio para localizar al tan requerido contratista que tanto busco.

Esperé por un buen tiempo para que aparecieran mientras aprovechaba para leer una novela pequeña que tomé de la biblioteca, “El viejo y el mar” un relato que dejé a la mitad y nunca lo volví a tocar puesto que se me olvidó su seguimiento en la lectura; en fin, me encontraba leyendo cuando de repente, un llamado me hizo percatar su presencia, un susurrar traspasó por mi oído y levanté mi mirada para descubrir esa invocación a mi persona. Descubro que es un tan aclamado jibaro vestido con un saco encapuchado, unos pantalones negros y una cangurera donde portaba su mercancía, el sujeto se me acerca a mi lado y empieza a hablarme en voz baja.

- ¿No le interesaría comprar un happy brownie?

Lo miré y negué con la cabeza su pequeña oferta ya que conocía de la existencia de estos bizcochos embrujados con alucinógenos y la fama que le trascurría tras de sí.

- ¿Un baretico? ¿Un moño? ¿Bazuco? -Insistía el jibaro exhibiéndome más productos, pero los seguía declinando - ¿De verdad nada socio?

Lo detengo antes de que continúe su trayecto y le sonrío por un momento.




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