Me devolví temprano a mi cuarto de motel ya que necesitaba poner todo en orden sobre esta situación, además que aproveché que estaba en la ciudad para traer algo de ropa de mi apartamento y cambiarme este atuendo que estaba botando un hedor espantoso. Lo que más me importaba en ese entonces, era quien estaría detrás del susodicho apodo de “El tigre” ¿Por qué esa carta de presentación? Mis apuntes indicaban con Joaquín o Sergio, pero este último había sabido como ser un hombre de bien y no he notado algún movimiento extraño en sus rutinas, quisiera descartarlo, pero las posibilidades por mi ineficaz investigación podrían ser muy altas. De lo que menos me estaba fiando era Joaquín quien ya me estaba dando mala espina desde el primer momento que se apareció ante mis ojos, todo su comportamiento de haragán me estaban indicando ciertas inquietudes que me llevaban a señalarlo de ser el más culpable del caso, pero dejé para el día siguiente la entrevista con los testigos que alegaba este sujeto haber estado con ellos durante el día del robo, en un principio quería descartar esto pero mientras más ahondaba en este asunto, muchas cosas salían de por medio tropezándome con personajes extraordinarios, las posibilidades eran infinitas pero de algún modo tenían a Joaquín en ellos; su desconocido pasado me deja mucho que desear la clase de persona que fue antes, pero la misma personalidad me deja entrever que fue alguna especie de criminal de poca monta o un pobre diablo que quiso coquetear con el hampa por un tiempo pero las circunstancias le hicieron cambiar de perspectiva… Repito… Las posibilidades eran infinitas.
Este asunto me tenía muy confundido y estresado por lo que había ordenado un buen aguardiente para que matara estas penurias de mi conciencia, por cada trago estaba empezando a ordenar las cartas del caso, las interconexiones de todos estos personajes con mi familia se hacían más y más estrechas, pero no me estaba dando cuenta, pero ¿a quién? Esa era la principal interrogante. Necesitaba descansar, me sentía asfixiado por los contaminantes suburbios que tenían atrofiado este caso, la soledad en mi espacio no favorecía el descanso de mis labores por lo que el abismo que emanaba dentro de mí era horrible; no quería enredarme más por lo que encendí la televisión y justamente lo dejé en un canal de deportes que trasmitía un partido de futbol mientras tanto, aproveché la ocasión para contemplarlo y tener algo de que hablar con mi circulo social para la próxima.
Los tragos amargos me estaban nublando las figuras del cuarto y pronto empezaría a tener esas lucidas visiones que se aparecían en el momento menos pensado de mis mal viajes etílicos. Estaba a punto de encender un cigarrillo cuando de repente, mi puerta es derrumbada de una fuerte patada e inmediatamente llegan irrumpiendo en mi pequeño templo de paz un montón de tipos enmascarados con pasamontañas y otros encapuchados con camisas sucias, armados con puros palos y cadenas con los cuales, evidentemente, era con la intención de asustarme estúpidamente, pude notar como algunos iban variando de tamaño entre sí mismos hasta parecer un montón de infantes rodeados de adultos.
Me asusto por un momento e intento dirigirme hacia mi 38 que tenía en la mesa de noche junto a la lampara, pero uno de los tipos llegó rápidamente hacia el lugar y me pegó en la mano con el roble, me toma por el cuello arrinconándome a la cama, otro tipo toma mi arma y le descarga las balas del tambor, luego de eso, la tira por la ventana que dirigía a un monte muy arbolado que nunca había notado, pensando que no la fuera a encontrar. Estaba agradecido con la vida de que no hayan traído machetes clásicos del santandereano promedio o armas cortopunzantes que suelen caracterizar al arsenal del bajo mundo para venderme por kilo en el mercado negro, pero tal parece que con esto querían darme un mensaje y dejarme imposibilitado de toda investigación. Todos me acorralan con la mirada mientras se encontraban en cada esquina del cuarto esperando atacar con sus objetos contundentes, eran 6 hombres y estaba en total desventaja, mi básico conocimiento en defensa personal nunca me sirvió para enfrentarme a más de 3 hombres, tampoco quería lucirme como un intento criollo de Bruce Lee por lo que no quise oponer resistencia alguna ya que me encontraba muy ebrio para luchar de todos modos.
- ¿Cortesía… del Sultán? -Pregunto entrecortando mis palabras con la mano en el cuello todavía.
-No… Patrocinado por El Tigre malparido. -Dice el marginal mientras me asesta un fuerte puñetazo en la cara.
Esto detonaría una serie de batazos y todo tipo de golpes que inmovilizaran toda actividad que se me ocurriese hacer en ese momento, mi rostro y mi estomago eran los más propensos a ser golpeados por lo que estuve sin aire un buen tiempo y quise forcejear un rato pero incluso me rompieron 3 dedos de mi mano derecha dejándome sin defensa alguna, tuve que esperar a que terminara el espectáculo de golpes mientras contemplaba como el resto de tarados destrozaban mi cuarto pensando que tenía algún proyecto que me ayudara con la investigación.
De repente todo se calmó y yo ya estaba de espaladas en la cama, sangrando por todo orificio de mi cuerpo hecho de nacimiento y creados recientemente, respirando escasamente por lo poco que podía recibir de oxígeno en el ambiente, tengo la suerte de haber adquirido gran resistencia física durante el ejército y el rendimiento que estaba sacando en el gimnasio que estaba olvidado por mis deberes, pero aun así mis posibilidades de sobrevivir estaban en un 50/50; de todas formas logro escuchar el mensaje que me dicen estos matones cortesía de su jefe suburbano.
-Que esto le sirva como aviso para deje de ser sapo, pirobo… Y agradezca que no lo matamos porque El Tigre lo estima gonorrea, de lo contrario… Pailas. -Dice el matón mensajero y sale huyendo del lugar gritando como un lobo demente regresando con su manada que ya se encontraba a mitad del recorrido olvidando todo rastro de los hechos ocurridos.