Era una mañana de noviembre, Carol había salido un poco temprano antes de ir a la escuela. Carol cursaba el tercer año de secundaria. Cada mañana tenía que caminar por el parque Holmes. Era el único en la ciudad y la gente no estaba tan consciente de eso. Caminó desde su casa al parque y a lo lejos se veía diferente, algo no estaba bien, pues conforme se fue acercando veía todo completamente destruido. Carol quedó impactada al ver esa escena: Grafitis, los juegos destrozados y rayados, los árboles habían sido cortados y el suelo estaba lleno de gis, que al parecer eran más grafitis con palabras grotescas.
Todo estaba destruido. Carol al no saber qué hacer, avisó a Don Clemente, el señor carpintero que trabajaba cerca del lugar y cual su local estaba abierto a esa hora. Don Clemente se impresionó al escuchar el hecho que contaba la niña.
¿Por qué lo harían? ¿Y quién habrá sido? Es lo que los vecinos preguntaban al escuchar el reporte de Don Clemente. Rosy también trabajaba cerca del parque, tenía su florería a una corta distancia, lo cual esta noticia le pareció atroz, ¡Ahuyentaría a la clientela! Josh, el vecino francés y con un restaurante cerca, también debatía el asunto con ellos dos, ¡Tenían que hacer algo rápido! Estaban de acuerdo que esto debería ser reportado a la policía.
—¿Ahora qué hacemos? Les aseguro que habrán sido esos chiquillos de la pandilla que siempre venían de noche. ¡Pequeños vándalos! —concluyó Rosy acusando a unos niños de trece años.
—¡Algo rápido! Tienen que pagar por lo que hicieron, esto es un completo desastre, nunca se había visto nada igual —dijo Josh con su acento. Don Clemente tenía una idea, pero primero tenía que calmar a sus vecinos.
—¡Rosy, Josh! ¿De qué sirve que busquemos culpables? ¡Ya pasó, hombre! Tenemos que hacer algo rápido, ya que esto dañará la imagen de nuestros negocios. Tener un parque con vandalismo pone de nervios a cualquiera, pero tengo una idea y necesito de su ayuda.
Ambos quedaron dudosos y se miraron, Don Clemente siguió contándoles su plan y que les llevaría toda la tarde, sin embargo, valdría completamente la pena. Ellos aceptaron y prosiguieron con el plan.
Esa misma tarde cuando Carol y sus compañeros salieron de la escuela, vieron que el parque era completamente otro. Estaba asombrada. ¡Era fantástico! Todo había sido pintado, con juegos nuevos de madera que seguramente los había hecho Don Clemente.
Flores, árboles, y decoraciones florales nuevas. Bancas y columpios reciclados. Los grafitis grotescos habían sido reemplazados por dibujos muy llamativos e increíbles. En los árboles cortados… ¡Había una casa del árbol! Todo era fabuloso.
Josh ofrecía limonada a los habitantes del parque y dieron inicio a un nuevo parque Holmes. Era increíble, todos apreciaban el esfuerzo de los tres que ahora mismo estaban contemplando lo hecho. Carol se unió a la diversión del parque, veían chicos en patineta, patines y jugando. Nunca pensó que después de un accidente como el de esta mañana se vendría esto.
—¡Bien hecho, equipo! —Don Clemente agradeció a los tres integrantes, no solo a ellos los que habían hecho el trabajo de construcción sino también a Carol que había sido la informante.
Todo el equipo terminó en un abrazo y después de esto, brindaron con un vaso de limonada del restaurante de Josh, rieron y se fueron a disfrutar del parque con los chicos y grandes. Ya que gracias a todo el esfuerzo y trabajo en equipo, había aumentado la clientela y las amistades también. Era un nuevo comienzo y vistazo al parque Holmes.
Cuento realizado cuando iba en la secundaria, en mi adolescencia, tenía alrededor de 14-15 años, por eso el estilo puede resultar más sencillo. Curiosamente, fue antes de saber que estudiaría Criminología y quedaría con esa carrera, la “Teoría de las Ventanas Rotas”, la cual habla sobre cómo el espacio deteriorado afecta en la delincuencia de la zona, el ambiente lo disminuye o aumenta, como se muestra en la historia. Supongo que lo que está destinado a ser, simplemente se encuentra en el camino. 🤍