Zoé estaba sorprendida nunca se hubiera imaginado que Lucio la besara... bueno si lo había imaginado muchas noches, cuando cerraba los ojos, sintió su lengua invasiva dentro de su cavidad, se asustó ya que en su imaginación el beso era suave, delicado, no violento, sintió las manos de él tomando sus nalgas, la manera en que su cadera se pegaba a la de ella, haciéndola sentir por primera vez la virilidad de un hombre, para su sorpresa sintió el viento pegando en sus piernas y la mano torpe de Lucio tratando de bajar su ropa interior.
— ¡Bájatelo tú! Yo iré abriendo mi pantalón —Zoé se quedó paralizada mirando como Lucio desabotonaba su pantalón y sacaba aquel pedazo de carne erecto, ella dio un paso hacia atrás cuando escucho voces, nadie podía encontrarla en ese momento, menos con Lucio en esa situación.
—Debo marcharme, alguien viene, por favor ¡guárdalo!
Lucio frunció el ceño, camino hacia ella y sin contemplación alguna abrió con fuerza el frente del camisón de ella, dejando ver sus senos desnudos, llenos, y erectos como dos torres de marfil, le pareció que eran los senos mas hermosos que había visto en su vida, en ese momento una nube se separó de la luna dejando que la noche fuera clara, los ojos verde esmeralda de Lucio se posaron en el rostro que tanto detestaba, ante él estaba Zoé con los senos al aire, ella rápidamente se cerró el frente del camisón ya que al abrirlo con fuerza los botones habían saltado.
Él estaba atónito debía ser que había bebido demasiado, no pudo besar los labios de esa mugrosa, no pudo haber deseado ese cuerpo y no pudo haber visto con hambre y admiración los senos de Zoé, ella al escuchar las voces mas cerca, echo a correr, nadie podía encontrarla casi desnuda frente a Lucio.
Boyd Peck llegó a las mesas que estaban junto a la piscina, sus ojos se posaron en el amo de esa casa, estaba de pie, tambaleando, su pantalón abierto y su calzoncillo mal enrollado, era obvio que se lo había bajado, él miro alrededor no había nadie con él, quizás decidió orinar en la piscina, detestaba las practicas de los ricos, ensuciaban, hacían lo que querían porque tenían quien limpiara por ellos.
—Vamos señorito Lucio, su madre me ha enviado a buscarlo —lo tomó del codo, recibiendo un golpe en su estomago cuando el señorito se movió para librarse de él.
—¡Déjame en paz! ¡Quiero estar en la piscina sin que nadie me moleste!
Boyd Peck se controló, realmente quería tirarlo a la piscina, estaba cansado de esta gente, pero realmente no tenia donde vivir, la guerra hacia unos pocos años acababa de terminar, no tenia donde irse, había recibido una carta un familiar lejano indicándole que su familia había vendido todo y se habían marchado con un destino incierto, huyendo del hambre y de las enfermedades que habían llegado después de la guerra, respiro profundo y esta vez con mucha fuerza sujeto del brazo a Lucio, el día de mañana no recordaría que no lo sujeto con la suavidad que su abolengo exigía.
Lo condujo rápidamente hacia la casa, está noche deseaba descansar, ellos tenían que estar de pie a las cinco de la mañana si los patrones no estaban de exigentes, no tenían hora para dormir, pero si para ponerse de pie.
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—¿Dormiste bien? —Natividad dejo la taza de café humeante frente a su nieta, ella estaba en la luna como de costumbre —Desayuna, sabes que cuando los patrones se levantan ya no podemos comer.
Zoé jugo un poco con los huevos revueltos que estaban en su plato, no había dormido nada, su mente había construido miles de historias de amor con Lucio, él había besado sus labios, la había estrechado contra su pecho duro, había acariciado su cuerpo y estaba dispuesto a tomarla esa noche, suspiro profundamente, sentía que estaba flotando en el aire.
—Zoé —levanto la mirada cuando Boyd Peck la llamó —El señorito Lucio desea verte —el corazón de Zoé latió como caballo desbocado, estaba feliz, su sueño se había hecho realidad, Lucio Atienza al fin se había fijado en ella —Te espera en la biblioteca —Boyd Peck la detuvo —Llévale este café, por favor.
Zoé casi corrió hacia la biblioteca familiar, toco dos veces y abrió la pesada puerta, el amor de su vida estaba de pie dándole la espalda viendo por la ventana. No sabia que hacer si correr y abrazarlo por la cintura o esperar a que él le dijera acerca de lo que paso anoche.
—Buenos días —él se giro ante su saludo, Zoé dio un paso hacia atrás, al ver aquella mirada con la que creció en esa mansión, una llena de odio, de repulsión.
—¿A que jugabas anoche? — su voz trono, ella palideció ante sus duras palabras —Tratabas de que me metiera entre tus piernas por que sabias que estaba borracho.
Zoé palideció ante sus palabras.
—Yo no… —trato de defenderse —Estaba haciendo calor, fui al jardín y usted se abalanzo sobre mí —la risa de Lucio se escucho en toda la biblioteca.
—¿Yo abalanzarme sobre ti? ¿Por qué me tomas? ¿Crees que yo serio capaz de fijarme en ti? ¡Jamás te tocaría! ¡Solo mírate, pareces una mocosa de doce años! —la tomo con fuerza por el brazo —¡Te quiero lejos de mí! ¡Si vuelves a tratar de acercarte a mi cuando estoy borracho, te echare a ti y a tu abuela de esta casa!
Zoé palideció ante la amenaza de Lucio, ella y su abuela no tenían donde ir, no sabia de sus hermanos ni de su tía que se los había llevado, ella no quería marcharse de ahí, era la dirección que tenían sus hermanos por si un día decidían buscarla.