Varados

Capítulo siete.

—Llegamos a tierra.

Anunció Jones, con los ojos cerrados, resignado a la condena que iba más allá de la horca.

Pues, el medallón maldito, pese a no estar bajo su poder, lo reconoció, tal como él, al inconfundible aroma terrenal de su hermano.

Estaba cerca, la cicatriz en su pecho, así lo advertía. Como también, lo hacía el recuerdo retorcido de su bruja marina.
Así la llamaba Jones, a la mujer que dividió la hermandad con Jack.

Tan bondadosa, genuina, y servicial, que encantó con una sonrisa a su hermano. Mientras que a él, lo enamoró por la eternidad, cuando se interpuso entre sus espadas, y por ella, la punta del arma de su hermano, solo perforó el músculo de su pecho sin llegar al corazón.

Dejando así, a una Marian traspasada por el dolor, pero cálida al aceptar una muerte que no le pertenecía. Sin embargo, en su último aliento, agradeció hacerlo entre sus brazos.

Y si bien, el secreto de a quien amaba, ella se lo llevó al fondo del mar, el resentimiento de los hermanos, manchó la única pertenencia de Marian.

La brújula, con la insignia de la familia real de Lady Marian Writong, debió ser sagrado un objeto sagrado. No obstante, tal como ella una vez se lo comentó, mientras era testigo de los tesoros de la tripulación, Jones entendió que solo el odio humano, era el alimento de las maldiciones.

Fue así como un recuerdo de Marian, se transformó en una historia de traiciones, como sucedió la noche en que Jack intentó un amotinamiento, del cual perdió la pierna, en lugar de la vida.

«Solo por su recuerdo», le advirtió Jones, que sujetaba con impotencia la brújula como la espada que apuntaba el cuello de su hermano; «y porque me consta que fuiste importante para ella, condeno el resto de tu vida, lejos del océano».

Una sentencia que Jack cumplía, y con una paciencia para vengarse, que Jones admiraba, mientras una fría sonrisa se ocultaba en su espesa barba plateada, al alzar la mirada, cuando se detuvo en medio de la cubierta del buque, y casi vio a su hermano oculto entre las campanas de una iglesia.

Lugar que, en más de una ocasión, Marian les comentó disfrutar en soledad, cuando los dos aún sentían cierto recelo por la mujer que su difunto padre aceptó tener en la tripulación.

Sin imaginar que, en vez de ser la referente de unir a los hermanos, fue la causa de un desenlace que Jones, al menos, ya no estaba interesado en contrarrestar.

De hecho, mientras vio a James junto al resto de los huérfanos de su tripulación; es más, ser consciente del sonido que desprendían los grilletes de todos ellos, y que dejaba en segundo plano el familiar oleaje de su mar, comprendió que vivió, y se vengó en nombre de su bruja marina, lo suficiente como para ser su turno de pagar por sus pecados.



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En el texto hay: piratas, varados, ciclo infinito

Editado: 12.12.2024

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