Variante, Una Historia de la Realeza

3. La mudanza

A Phillipe le gustaba el café sin azúcar; lo supe aquella tarde en la que le invité un café en mi pequeño departamento.

Ese día agradecí el haber limpiado todo el fin de semana. Sabía que el interior de mi casa no se comparaba en nada a lo que Phillipe estaba acostumbrado, pero no tenía nada más que ofrecer.

Lo observé en silencio por unos segundos, mientras él se dedicaba a probar la taza de café que le serví con cierto nerviosismo.

La imagen que tenía del príncipe Phillipe se la debía, en su mayoría, a las muchas entrevistas que salían en la televisión y en los periódicos; siempre luciendo trajes elegantes, uno que otro lleno de muchas insignias y bandas de honor. En cambio, el chico que tenía al frente mío lucía como una persona diferente. Su cabello oscuro se encontraba ligeramente despeinado, y sus facciones relajadas; no me atreví, sin embargo, a inspeccionar su mirada azul. Sabía que encerraban un misterio mas grande del que podía descifrar.

—Y bien... —intenté hablar, ya que él, al parecer no pensaba hacerlo.

—Creo que podemos empezar hablando sobre las condiciones del contrato.

—Me parece bien.

—Te mudarás conmigo en una semana. —sentenció, depositando su taza de café sobre la mesa.

—¿Mudarme? ¿está seguro, alteza? —respondí casi de inmediato.

—Para empezar, no requiero que me trates con tanta formalidad, sobre todo si ahora viviremos juntos. —expresó. —Puedes llamarme Phillipe.

—Eh…está bien…Phillipe. —hablé, arrastrando un poco las palabras. —¿Es en serio lo de mudarme?

—Por los 20 mil temis que te pagaré al mes, mínimo requiero un servicio las 24 horas.

Tenía un punto, no podía negarlo. Aún así, la idea no me convencía del todo.

—Bien, admito que tenías razón con lo de mi don. Lo tengo. El problema es que no sé exactamente como activarlo, aún más si no sé cuál es tu dolencia.

Phillipe guardó silencio unos segundos, como meditando en la respuesta que me daría.

—Lo que te contaré es información confidencial, Nessa. —advirtió, algo que acepté con un leve asentimiento, invitándolo a seguir. —. A los quince años tuve mi primera visión. Recuerdo visualizar el nacimiento de mi hermana, aunque en aquel entonces no sabía que significado hallarle a lo que vi. —Phillipe hablaba con mucha serenidad, con la mano cerca de su taza de café ya tibio. —Las visiones fueron cada vez más frecuentes; me tomaban desprevenido mientras me concentraba en mis quehaceres, pero jamás le presté más atención de la debida. Mi madre decía que era mejor guardarlo en secreto, por esa razón mi padre jamás se enteró de mi condición, ni siquiera cuando la variante se presentó.

—¿Cuál variante?

—El sangrado. —respondió. —Al inicio las visiones eran inofensivas, una que otra sobre cosas sin sentido que poco me interesaban, impredecibles y pacíficas; eso hasta que una noche una premonición ensombreció mi vida…

“En la visión, mi padre se hallaba enfermo en su recámara, tal cual la realidad que vivía en aquel entonces, pero había algo distinto en aquella imagen. Mis hermanos y yo sosteníamos su mano mientras mi madre lloraba a sus pies casi sin poder controlarse. Sin quererlo, había visto una realidad cercana, imposible de evitar. La muerte de padre.

Recuerdo escuchar el eco de una voz preguntándome si me hallaba bien. Mi hermano Finnegan me sostuvo justo en el momento en el que mi cuerpo corría el riesgo de golpearse contra el suelo, mientras que, por mi nariz corría un delgado hilo de sangre producto de la aterradora visión que había tenido.  La variante se había presentado; justo cuando la vida de mi padre estaba a punto de terminar.

—Ahora entiendo los comentarios sobre su salud. Lamento la muerte del rey.

—Un año ya pasó desde eso, y me temo que yo voy por el mismo camino que él.

— Pero su sangrado ha de ser tratable…

—No estaría aquí si lo fuera. —confesó el príncipe. —Ningún tratamiento podrá evitar que suceda lo que mi última visión me reveló. Lo sé porque lo he intentado hasta el punto de cansarme. He predicho mi muerte, Nessa, pero también he predicho mi salvación, aunque ésta sea solo temporal.

Permanecí en silencio, sin tener la mínima idea de que las siguientes palabras que pronunciaría se quedarían por siempre, guardadas en lo profundo de mi corazón.

—Mi salvación eres tú. —concluyó. —Pero descuida, no planeo quitarte mucho tiempo.

Para el lunes ya me encontraba de camino a la residencia del príncipe Phillipe; recuerdo que se trataba de una mañana cálida, eso porque llevaba puesto un vestido ligero que me permitió terminar de ordenar las cosas que debía llevar conmigo.

Los titulares de aquella mañana llamaron mi atención. Todos aseguraban algo que nunca en mi vida pensé que sucedería, esto si no hubiera conocido antes al príncipe.

“El príncipe Phillipe renuncia al trono” “Estado de salud del príncipe empeora.”.

Los periódicos hablaban de la renuncia al trono del príncipe como si se tratara de la única noticia en el mundo; otros, no perdiendo el tiempo, se dedicaron a hablar del siguiente sucesor al trono, el príncipe Finnegan Dawson.




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