Variante, Una Historia de la Realeza

7. "Ella es mi novia"

La disputa por el trono entre el príncipe Finnegan y su primo Humbert De Sant Gaunt habían mantenido ocupado a Phillipe hasta noche buena; se sentía tensionado y ansioso por haber dejado el trono en manos de su hermanito menor. Y aunque Finnegan era heredero legítimo al trono, su pasado era muy cuestionado por la corte, en especial el supuesto embarazo que terminó en un aborto espontáneo muy cuestionado hacía dos años.

—No tuvimos nada que ver en eso.—me aseguró Phillipe cuando tocamos el tema en la cena navideña.

—No tengo dudas de eso.—le aseguré, ganándome una mirada de agradecimiento por su parte.

—Todo está hermoso, Nessa, y la cena está muy rica.

—Gracias. —sonreí. —Pero ahora debo ir a alistarme o llegaremos tarde.

Todos los años, justo a las doce de la noche, la familia real se reunía en el jardín del palacio para encender la estrella del árbol central. Era un evento muy esperado por todos, reproducido en televisión y redes sociales.

Me sentía más que nerviosa por tener que presentarme de esta forma ante todos; desde ese día sería públicamente la novia del príncipe Phillipe de Vrend.

Bajé las escaleras con temor a enredarme con el largo vestido azul que llevaba. Mi mirada de nerviosismo se conectó con la de Phillipe, quien lucía cómodamente vestido en un esmoquin azul marino que hacía contraste con su cabellera oscura y su mirada azul.

Me dedicó una sonrisa de confianza y ofreció su mano para que pueda apoyarme en ella.  

—Luces muy bien, Nessa. —me dijo, ganándose una sonrisa nerviosa de mi parte.

Phillipe no acostumbraba a decir cumplidos con frecuencia, así que supuse que aquella era una ocasión especial.

—Muchas gracias. —respondí. —¿Alguna indicación para hoy?

—Mantente cerca de mí. —dijo él. —No sabemos en qué momento puede capturarme una visión.

—Tendré que besarte si eso pasa.

Phillipe sonrió un tanto juguetón.

—¿Quieres que te confiese algo? —Asentí, animándolo a hablar. —Cuando te vi por primera vez en mis visiones supe que tu forma de sanar sería a través de la boca; solo tu boca es la que puede sanar, no importa la parte del cuerpo que beses.

—¿Entonces puedo darte un beso en la mejilla y te sanaré de todas formas?

—Afirmativo. —respondió él, abriendo la puerta de salida.

—¡¿Y por qué no me dijiste nada?!

—Tú eres la del don, no yo. ¿No se te ocurrió besarme en la mejilla antes que en la boca? —preguntó irónicamente, soltando una carcajada. —Pero descuida, ya casi me acostumbré a tus atrevimientos.

Le clavé una mirada de odio por la espalda y lo seguí hasta la camioneta con las mejillas tan rojas como un tomate.

—Ya no te besaré en la boca, descuida. —aseguré, tomando asiento de copiloto.

—De todas formas, no lo disfruto. —confesó Phillipe, encendiendo el vehículo. Esa última confesión había sido algo dolorosa; el príncipe pareció notarlo, así que continuó hablando con cierto nerviosismo. —No me refiero a que no me gusta, sino a que casi siempre estoy recuperándome de la inconciencia cuando sucede, así que prácticamente no sé qué se siente besarte.

Asentí sobre mi sitio, aún avergonzada ¿el querría saber que se sentía besarme? Negué mentalmente esa posibilidad. Tenía que ser cuidadosa con mi trato con Phillipe, aún más si días anteriores me había confesado estar enamorado de otra persona.

El camino al castillo fue tranquilo. Mi relación con Phillipe había mejorado desde que me había mudado con él; teníamos charlas un poco mas largas y ya no parecía estar de mal humor todo el rato.

Estacionó el auto en su lugar asignado en el castillo y antes de bajar me contó un suceso que me alegró la noche.

—Hoy en la mañana tuve una visión. —confesó. —Lo interesante es que la variante no se presentó; es raro, ¿será que tu don tendrá alguna capacidad adormecedora?

Lo miré sorprendida, esbozando una ligera sonrisa.

—¡Eso es genial, Phill! —respondí, observando como él me devolvía la sonrisa. —Creo que es posible, quizás todo este tiempo que he usado mi don contigo ha “adormecido” a la variante; como en la medicina, a veces hay medicamentos que adormecen las enfermedades, aunque no las curan del todo. Eso nos servirá para no tener que estar siempre juntos públicamente.

—Eso mismo pensé. Tenemos un código de comportamiento, y las demostraciones públicas no siempre son bien vistas en un miembro de la realeza. —confesó, desabrochando su cinturón de seguridad. —De todas formas, tendrás que usar tu don conmigo cuando estemos solos, así evitaremos que la variante vuelva a despertar.

—Me parece bien. —respondí, dispuesta a bajar de auto.

—¡Espera! —me dijo Phillipe, rodeando el auto hasta colocarse en mi puerta y abrirla. —No sería un príncipe si permito que bajes del auto por tu cuenta.

—Deshonrarías a tu familia. —bromeé, apoyándome de su mano para bajar del auto. —Aunque te faltó abrirla cuando subí.

—No volverá a pasar. —aseguró Phillipe, invitándome a caminar hacia la entrada. —Recuerda: si deseas irte en cualquier momento, solo tiene que decirlo y estaremos de regreso a casa.




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