Variante, Una Historia de la Realeza

12. La capilla y el niño

Por más que intentaba hacerlo, simplemente no podía conciliar el sueño; daba vueltas en la cama como esperando a que mis ojos finalmente se cerraran, pero mis pensamientos revoloteaban por mi mente como mariposas en un campo de flores. Eran incontrolables y eso me asustaba demasiado ¿por qué pensaba tanto en todo y a la vez en nada?

Giré mi cuerpo instintivamente, encontrándome con sus taciturnos ojos azules. Él tampoco podía dormir, ¿estaría igual de ansioso que yo?

Mantuvimos la mirada el uno al otro por unos cortos minutos que parecieron mas largos de los que eran; estaba triste, aunque embestido de cierto orgullo que no lo dejaba liberar su sentir; la luz de la luna iluminaba tenuemente su atractivo rostro haciéndolo lucir tan misterioso como apuesto. Suspiró, finalmente, y cerró sus ojos vencidos por el agotamiento.

Era imposible que alguna chica en su buen juicio dijera que Phillipe no era alguien atractivo, a diferencia de su hermano Finnegan, quien era uno de los solteros más codiciados del país por su aura extrovertida y encantadora, Phillipe poseía algo más profundo, él era misterioso, de círculos sociales pequeños y reservado en cuanto a lo que sentía, todo un enigma que era interesante y atrayente.

Pese a que finalmente había logrado dormirme, el sonido del celular de Phillipe cayendo al suelo terminó por levantarme. Lo observé rápidamente, inmóvil en el incómodo sillón donde dormía con los ojos blanquecinos producto de una visión; prendí la luz de la habitación para luego acercarme hacia él nerviosa, y justo cuando un pequeño hilo de sangre amenazaba por recorrer su mejilla, deposité un breve beso en sus labios. El efecto fue instantáneo, tanto en él como en mí; yo había sentido la calidez de su boca sobre la mía, y él mi don haciendo efecto en su cuerpo.

Phillipe abrió los ojos y se incorporó sobre el sillón.

—¿Qué viste, Phill? —le pregunté.

Suspiró. —Vi...vi a un niño, creo que él está aquí, o lo estará, no lo sé—respondió confundido. —Pero estoy seguro de que lo vi en este palacio, y...algo pasa con él, pero no sé qué.

—Vale. —hablé. —Ahora respira y relájate. Sea lo que sea mañana o después lo sabremos.

Él asintió, controlando sus nervios.

—Esta es tu culpa por dejarme dormir en este sillón todo viejo.

Phillipe me observó un tanto retador, poniéndose de pie para limpiarse la nariz.

—Con que ahora es mi culpa. —dije, observándolo regresar hacia mí.

Él enarcó una ceja un tanto juguetón y habló.

—Afirmativo. Ahora tienes que dejarme dormir contigo o volveré a desangrarme encima de esa cosa. —al decir eso último, observó el viejo sillón fingiendo asco.

Rodé los ojos. —No te estabas desangrando Phill...

—Porque me besaste. —respondió, como diciendo algo obvio. —Y eso fue injusto.

—¿Fue injusto que te bese?

—Pues claro, tú si puedes aprovecharte de mí, mientras que yo, en esas condiciones no puedo demostrar mis habilidades.

Solté una carcajada con su comentario y tomé asiento sobre la cama.

—No me interesa probar las habilidades de tu boca ¿vale?

—Si claro...—comentó él, fingiendo no creerme, y tomó asiento del otro lado de la cama. —Te toca apagar las luces.

Volteé mi mirada hacia él, irritada por su comentario engreído y le lancé la almohada más cercana que encontré.

—¡Oye! —se quejó—¿y ahora que te hice?

—¿Qué te hice? Bueno, podrías comenzar por no ser tan arrogante todo el tiempo —le dije con una sonrisa sarcástica, lanzando otra almohada en su dirección, esta vez con un poco más de fuerza.

Phill atrapó la almohada con facilidad y la arrojó de vuelta hacia mí con una risa burlona. —¿Arrogante yo? Por favor, solo soy consciente de mis muchos encantos reales.

—Tus encantos reales se están desvaneciendo rápidamente —repliqué, aunque no pude contener una risa mientras bloqueaba la almohada entrante con un movimiento rápido.

—Lo que sea que necesites decirte a ti misma para dormir tranquila por las noches, bonita —dice Phill, levantándose de la cama con una sonrisa traviesa. —Ahora, ¿apagas las luces o debo hacerlo yo?

—Voy a tener que reconsiderar esta farsa de noviazgo —bromeé, alcanzando el interruptor y apagando las luces. —Pero supongo que aún no es demasiado tarde para terminarla.

—¿Terminarla? —exclamó, fingiendo una expresión de sorpresa dramática. —¿Y perderme para siempre? No podrías hacerle eso al mundo.

Reí ante su comentario inofensivo y me acomodé debajo de las sábanas.

"Perderme para siempre", medité, mientras me di la vuelta para observarlo nuevamente. Quizás su comentario había sido dicho para hacerme reír, pero no era mentira que pronto se iría de mi vida para siempre. Tal vez por eso opté solo por reír y no responder ante lo dicho.

Sus ojos azules, iluminados por la penumbra, reflejaban un brillo que me resultaba inexplicablemente reconfortante. Aunque sabía que nuestra relación era una farsa, en ese momento, en la intimidad de la oscuridad compartida, no podía evitar desear que las cosas fueran diferentes. Pero las circunstancias eran las que eran, y pronto tendríamos que desempeñar nuestros papeles en la obra de la vida real una vez más.

...

Aquella era la segunda vez que despertaba con Phillipe a mi lado, y aunque no supe exactamente en qué momento había pasado, la verdad era que nuestras manos despertaron juntas a la mañana siguiente. Un destello de complicidad se reflejaba en su mirada cuando nuestros ojos se encontraron, como si ambos compartiéramos un secreto cómplice en medio de la penumbra de la habitación.

Recordé la primera vez que desperté a su lado, un tanto sorprendida por la cercanía, pero ahora, esta segunda vez, me encontraba más cómoda, como si poco a poco nos estuviéramos acostumbrando a esta dinámica de fingir algo que no éramos.

...

—Colócate bien los guantes. —le ordené, pues se había retirado uno de la mano.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.