Variante, Una Historia de la Realeza

16. El Nuevo Doctor

 

—Me sorprende que tu padre se haya ido a dormir sin dedicarme una de esas miradas que pone. Creo que ya le estoy empezando a caer bien.

Phillipe y yo nos encontrábamos sentados en el sofá de la sala, uno al lado del otro. Habíamos recibido el año nuevo emocionados y después de haberles indicado a mis padres el lugar donde dormirían, ambos volvimos al sofá, algo cansados, pero sin muchas ganas de dormir.

—Creo que el saber que ambos dormimos en habitaciones distintas lo dejó más que tranquilo. —comenté con cierta gracia.

Me acomodé en el cómodo sofá, dejando que mi espalda se hundiera en el suave cojín. La cercanía de Phillippe era reconfortante, casi hipnótica. Si no fuera por su presencia a mi lado, mi cuerpo habría sucumbido al sueño en ese mismo momento, plácido y pacífico en su proximidad.

Nos quedamos en silencio por un momento, dejando que la atmósfera tranquila nos envolviera. Aunque el cansancio comenzaba a hacer mella en nosotros, ninguno de los dos parecía tener prisa por retirarse. Había algo reconfortante en simplemente estar juntos, compartiendo la quietud de la noche y la compañía del otro.

Aproveché ese instante, en el que un Phillipe inofensivo se hallaba a mi lado, para comentarle sobre algo que, esperaba, se tomara de la mejor forma. —Cristina me ha llamado y me ha pedido apoyo con algo.

Phill volteó la mirada hacia mí, intrigado por mi comentario.

—Ella ayuda en un orfanato desde hace un tiempo, sobre todo después de la muerte de su novio, y me ha dicho que en la institución los casos de dengue en los niños han aumentado…

—Me preocupa ello. —confesó Phillipe. —Los casos de dengue están aumentando en los hospitales y centros de ayuda.

Asentí, aliviada de que comprendiera mi preocupación, aunque no tan sorprendida por ello, ya que se trataba del casi futuro rey de la nación.

—Creo que debo ayudarla en el orfanato. —hablé. —Algunos niños han comenzado a tener hemorragias leves y mientras Cris los lleva al hospital más cercano, el resto se queda sin vigilancia y ardiendo en fiebre. Además, no podemos llevarlos a todos al hospital porque no hay espacio suficiente.

Phillipe asintió, meditando en mi petición.

—Sé que dedo cuidarte—añadí de pronto—pero de verdad amo mi carrera, y…además, el don será de mucha ayuda en estos casos. ¿Tú crees que…?

—Hazlo. —respondió Phillipe de pronto, provocando que una sonrisa se posara en mi rostro. —¿Cómo se llama el orfanato donde sirve Cristina?

—Refugio Sylvaris Valora. —respondí.

—¿Es ese que tiene todo un campo de árboles y plantas en la parte trasera? Es un ambiente grande.

—Ese mismo. —confirmé, sin comprender el rumbo de la conversación.

—Estoy pensando… y si pedimos permiso a dicha beneficencia, podemos instalar un puesto de auxilio rápido en ese espacio, claro, sin perjudicar la vegetación. —aclaró. —De ese modo no tendrán que ir al hospital y quedarse días internados en medio de toda la gente infectada.

—Pero, solo seríamos dos enfermeras, necesitaremos equipos y al menos un doctor que supervise los casos más graves.

—Descuida. —me tranquilizó él. —Estamos esperando por la importación de nuevos equipos que serían para los hospitales, ordenaré que pidan otros de más y contrataremos un buen doctor que se ocupe. Con eso podremos albergar a todo niño que no tenga como cubrir los gastos, porque todo sería gratuito.

—¿Tú harías eso? —le pregunté incrédula y agradecida al mismo tiempo.

Phillipe asintió con determinación, sus ojos brillando con una mezcla de compasión y compromiso.

—Por supuesto que sí. No puedo quedarme de brazos cruzados viendo cómo los niños sufren sin recibir la atención que merecen. Si podemos hacer algo para aliviar su sufrimiento y brindarles el cuidado que necesitan, entonces debemos hacerlo.

Sus palabras resonaron en mi corazón, llenándome de admiración por su coraje y generosidad. Había algo profundamente conmovedor en ver a alguien tan comprometido con el bienestar de los demás, alguien dispuesto a poner en marcha acciones concretas para marcar la diferencia en la vida de aquellos que más lo necesitaban.

Me sentí abrumada por la gratitud y la emoción al darme cuenta de que tenía a alguien como Phillipe a mi lado, alguien que no solo me apoyaba en mis esfuerzos por ayudar a los demás, sino que también estaba dispuesto a comprometerse activamente en esa causa.

—Gracias, Phillipe. De verdad, gracias —susurré, sintiendo un nudo en la garganta por la emoción.

Phillipe envolvió suavemente sus brazos alrededor de mí en un cálido abrazo, y me quedé sin aliento por un momento al sentir su cercanía. Lentamente, levanté la mirada hacia él, encontrándome con sus ojos que irradiaban una mezcla de ternura y complicidad.

Una sonrisa juguetona bailaba en sus labios mientras me miraba, y mi corazón comenzó a palpitar con fuerza en mi pecho. Estaba nerviosa, pero emocionada, consciente de la intensidad del momento y de las emociones que comenzaban a burbujear entre nosotros.

Era consciente de la tensión que había nacido entre ambos desde hacía unas semanas, no era algo difícil de notar. Phillipe sentía alguna especie de atracción hacia mí, y yo también la sentía hacia él, pero mi corazón no se permitía dejarse llevar por temor a lo que ello pudiera implicar. ¿Y si no funcionaba? ¿Sería capaz de dejarlo morir después de haberme enamorado de él o seguiría a su lado a pesar de que nuestra historia de amor hubiese terminado? Aún si terminara odiándolo, no podría dejarlo sufrir; en cambio, si éramos cuidadosos desde el inicio, a pesar de no querer dejarlo morir, sabía que Phillipe no me permitiría sanarlo de por vida, y dejar que todo el resto de mi vida girase en torno a él, no podría casarme con nadie más, no podría dedicarme nuevamente a mi carrera, no podría hacer nada de ello, porque el mantenerlo con vida sería mi mayor trabajo; sin embargo, al tenerlo tan cerca en aquel momento, tan encantador, tan sonrientemente tierno, tan….




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