Lucas Durman había sido el novio perfecto que alguien hubiera podido desear; guapo, atento, caballeroso y muy detallista, bromista hasta cierto punto, pero serio y varonil cuando se requería.
Era extraño tener que verlo después de los años en los que no nos habíamos dirigido palabra alguna; él, aunque ya era todo un adulto hecho y derecho, aún resguardaba ciertos rasgos de aquel chico del que me había enamorado en la universidad, su cabello castaño estaba corto y poseía una barba perfilada que antes nunca le había visto usar, salvo en las fotos que conseguía de él a través de los años en los que, se suponía, no tenía que saber nada de su vida. Era de ascendencia turca por parte de su madre y vrendiano por parte de su padre, alto, de tes blanca y poseedor de una sonrisa amigable, aunque aquel no era su principal atributo, sino sus ojos de un color caramelo que resultaban demasiado envolventes.
La primera semana en la que trabajamos juntos transcurrió con normalidad; él era amable conmigo y yo lo era con él, no quisimos, sin embargo, tocar el tema del pasado, esto debido a la incomodidad que resultaba de aquello. Aunque habíamos terminado en buenos términos, la verdad era que la ruptura había sido demasiado dolorosa; era una de esas separaciones que no se veían venir pero que eran necesarias para poder crecer. La universidad había terminado y con ella nuestra relación de cinco años; él tuvo que partir a realizar sus estudios de medicina especializada en virología y por mi parte, tuve que regresar a mi tierra, sin novio y con un corazón roto. Claro que lo habíamos intentado, pero simplemente resultaba difícil de lograr, en especial al estar a tantas horas de diferencia y con dudas provocadas por las nuevas amistades que cada uno iba adquiriendo.
Llegué a casa un tanto agotada, dispuesta a tomar una ducha tibia y dormir tranquilamente, si era posible hasta el otro día, sin embargo, los planes de Phillipe interrumpieron los míos.
—¿Estás empacando? —pregunté, en tanto tomé asiento en la isla de la cocina. Lucía un pijama oscuro y una bufanda azul, como su mirada.
—Tengo que hacer un corto viaje mañana por la mañana.
—¿A dónde irás? No me dijiste nada…
—Surgió de improviso. —respondió. —Es un tema de la corona y creo que es mejor mantenerlo en reserva.
Asentí, mientras le daba una mordida a la pizza que él había ordenado para los dos. Lo observé en silencio, mientras sus ojos divagaban entre su cena y Espartaco. Yo no era capaz de notar todas las veces en las que le ocurría algo, pero el hecho de que en todo ese rato no se hubiera atrevido mirarme a los ojos por más de cinco segundos, levantó en mí una ligera sospecha de que algo no iba tan bien como él quería aparentar.
—Muchas gracias. —habló, poniéndose de pie. —Buenas noches, Nessa, iré a terminar mi maleta.
Imité su acción y caminé hacia él antes de que lograra escaparse de mí, lo tomé de la manga del pijama, obligándolo a que me mirara.
—Phillipe.
—Eh… ¿qu-e pasó? —preguntó. Ambos nos encontrábamos uno en frente del otro, él de espaldas a la pared y yo en frente suyo, casi arrinconándolo. Me dedicó una sonrisa nerviosa que terminó por convencerme de hablar.
—¿A dónde te irás mañana? —mi rostro esbozó una sonrisa traviesa al notar un ligero temblor en sus manos.
—Si te lo digo te vas a enojar.
—¿Por qué lo haría? ¿No dices que es un tema de la corona?
—Es que… no es exactamente eso. —confesó. —Fue lo que se me ocurrió para que no me preguntaras, lo siento. Y sí quiero decirte a donde voy, pero no quiero que te enojes.
—Está bien, prometo no enojarme. —hablé. —De todas formas, tienes que decirme por cuanto tiempo te vas, sabes que la variante puede regresar en cualquier momento.
—Lo sé, está bien. Me iré a Londres, pero solo será por un día.
Asentí, meditando en su respuesta.
—Tengo un asunto pendiente que solucionar. —continuó hablando. —No pienses mal, prometo que no haré nada que te decepcione.
Su comentario me generó cierta ternura; él parecía tener mirada de un perrito asustado. Sabía que el estar en Londres lo pondría muy cerca de aquella persona que muy poco me agradaba, pero no quería sonar como si en verdad fuera su novia ¿era prudente sentir celos o inseguridad por el hecho de que Phillipe viajara a la ciudad donde vive su ex?
—Sé que no harás nada malo. —admití, mirándolo a los ojos. Su mirada azul era simplemente hermosa, casi hipnotizante, más aún en la oscuridad del pasillo. —Yo, creo que también tengo algo que decirte. —añadí
Phillipe frunció el entrecejo algo curioso y guardó silencio para que pudiera hablar.
—El nuevo doctor…—inicié. —Sé que lo contrataste porque fuimos amigos en la universidad y seguramente por su buen currículum.
—Así es, ¿por qué? ¿ha hecho algo malo? —su tono mostraba cierta alarma que me vi obligada a apaciguar.
—No, no se trata de eso. Es solo que…él y yo fuimos mas que amigos por un buen tiempo, casi por tres años—confesé. —Pensé que debías saberlo, yo sólo quise decirte…
—¿Y qué sientes tú por él?
Su mirada había cambiado de ser tierna y apacible a tornarse seria e inquirente.
—Han pasado tantos años, Phill.
—No te pregunté eso, Nessa. —comentó, cruzándose de brazos. —¿Aún sientes algo por él?
Mi mente emanaba órdenes claras para contestar a su pregunta, pero mi boca parecía no querer responder a aquellas órdenes, y Phillipe pareció notarlo.
—Yo…—hablé finalmente. —No siento nada por él.
—¿Estás segura? —preguntó, acortando lentamente el espacio que nos separaba. Retrocedí, nerviosamente, casi perdida en el azul de su mirada, tanto que mi espalda terminó chocando suavemente con la pared.
—S-sí. —respondí, convenciéndome a mí misma de mi respuesta mientras la daba.
—Y si él…—continuó diciendo Phillipe, apoyando un brazo en la pared mientras acercaba su rostro al mío. —¿y si él intenta acercarse a ti?