Había pasado una semana desde esa noche en la que Naim apareció en el restaurante como una escena de película. Desde entonces, no habíamos hablado tanto como me gustaría... pero tampoco como si fuéramos extraños. Lo justo. Lo cuidadoso. Lo raro.
Lo que sí no fue raro, sino completamente indignante, fue lo que pasó después.
Mi cuenta de TikTok se volvió viral. ¿La razón? El idiota de Catriel.
Subió un video donde, con voz de tragedia romántica, contaba nuestra "historia". Una recopilación de fotos nuestras —algunas reales, otras editadas descaradamente— con frases como:
"Cuando la chica que amas ya no sabe que tú eras su destino..."
"Yo sí la cuidé. Yo sí la esperé. Pero ella se fue..."
Y música instrumental triste de fondo. ¡Con violines, por el amor a Dios!
La gente comentando cosas como:
> "Ella no te merece, bro 😢" "Luchen por su amor 💔" "Queremos parte 2 de su historiaaaa 😭"
Y yo en mi casa, mordiéndome una almohada para no explotar.
Lo bloqueé de Instagram, pero claro... eso solo lo inspiró a atacar por TikTok. Por poco me da algo cuando hasta una cuenta de chismes locales compartió el video con el título:
"¿Drama romántico en el círculo dorado del colegio? 😱🫢 #Sofriel"
Sofriel.
¡SOFRIEL!
¿¡Quién autorizó ese nombre de pareja!? 😤
Pero ese día tenía que mantener la compostura. Porque mis papás y yo íbamos rumbo a una parrillada familiar en casa de mi tía, para celebrar la llegada del primer nieto oficial de la familia. O sea, el primer bebé entre las primas mayores. Y todo el mundo estaba como en modo "abuelo y tía abuela feliz". No se podía arruinar.
La casa estaba llena. Música, olor a carne asada, risas por todas partes. Mis tías con vestidos de flores, los tíos ya con media cerveza en la cabeza, y mis primas corriendo por la terraza, peleándose por quién iba a cargar al bebé primero.
Mi mamá se movía como pez en el agua, saludando a todos y tomando fotos del bebé dormido con mil filtros. Mi papá... bueno, él ya estaba con su plato servido, en una esquina, con cara de "por favor que esto se acabe pronto".
Yo me refugié un rato en el porche, con el celular en mano. Naim había reaccionado a uno de mis stories del bebé, y eso me dio excusa para escribirle.
Sofía:
No sabes el caos que hay en esta casa. Bochinche nivel 10.
Hay 5 personas discutiendo por si el bebé tiene ojos de la abuela o del carnicero. Literal.
Naim:
Jajaja necesito pruebas. Mándame audio de eso.
Y no sé, me dan ganas de lanzarme para allá con arepas.
Sofía:
Ajá, ven y te llevas una empanada y a mi papá enojado de souvenir.
Naim:
😂 Suena tentador. Pero hoy tengo cosas que hacer. No puedo.
Le mandé un emoji triste. Nada insistente. Lo entendía.
O eso creí...
Porque media hora después, mientras ayudaba a mamá a poner servilletas sobre la mesa del jardín, me vibró el celular. Lo miré con las manos llenas de servilletas y casi lo dejo caer.
Naim:
Estoy afuera. Mándame la dirección bien porque el GPS me mandó a una carnicería 🧍♂️
Mis ojos se abrieron como platos.
—¡Mamá! —grité en código de pánico—. ¡Está aquí!
—¿Quién? —dijo mi mamá con cara de ya sé quién.
—¡Naim!
—¡¿Quéeé?! —dijo una tía desde el fondo—. ¡Ese no es el niño del que hablaste en la clínica!
Cinco cabezas se giraron al mismo tiempo. Ya era muy tarde para mantenerlo en secreto.
Mi mamá me sonrió, bajito.
—Yo lo dejo entrar. Pero tu papá... se va a poner como carne sobre brasas.
Y así fue.
Cuando Naim apareció en el portón, con una camisa clara, un pote de ensalada de papas en la mano y su sonrisa amable, las tías gritaron como si les hubieran presentado a Maluma. ¡Hasta lo hicieron entrar con aplausos!
—¡Pero qué bonitooooo! —exclamó una de mis primas—. ¡Mira eso, parece de revista!
—¡Y trajo ensalada, eso es un buen hombre! —gritó otra.
Mi papá, por su parte... lo miró como si acabara de descubrir que se había tragado una espina.
—¿Que hace el aquí? —preguntó con voz ronca.
mi mamá, dándole un codazo sutil—. trajo ensalada. ¡Sonríe, hombre!
Entre anécdotas familiares, historias viejas y risas que cruzaban el jardín, Naim se fue ganando su espacio. Le sirvieron carne, lo interrogaron con cariño, lo compararon con novios anteriores de primas que ni yo recordaba... y se rieron cuando le dijeron que "tiene pinta de yerno decente".
Yo lo miraba sin poder creer que estuviera ahí. Que se hubiera lanzado así, sin aviso, solo porque sí.
En un momento, me acerqué y susurré:
—¿Pensé que no podías?
—No podía perderme la oportunidad de conocer a la famosa familia bochinchera —dijo con media sonrisa—. Además... me dijiste que te hacía falta compañía.
Y sí. Me hacía falta. Pero no cualquier compañía.
Mientras Naim conversaba con una de mis tías sobre si el bebé tenía más de la familia del papá o de la mamá (¡él, hablando de genética como si fuera parte del árbol genealógico!), yo lo observaba desde la distancia. No me había soltado la sonrisa desde que llegó... hasta que vi moverse a papá.
Mi papá dejó el plato en la mesa, se limpió las manos con una servilleta arrugada, y caminó directo hacia él.
Ay no... ay no...
—Tú papá viene a matarme—susurró Naim en cuanto lo notó.
—viene en modo interrogatorio nivel FBI. Corre si puedes —le dije con media risa, medio en serio.
Pero Naim solo se paró derecho, respiró profundo... y lo esperó.
—¿Naim Cierto? —preguntó papá, sin rodeos.
—Sí, señor. Mucho gusto volver a verlo —Extendió la mano.
Papá se la quedó viendo un segundo que duró una eternidad... y luego la estrechó, firme. Demasiado firme.
— Ven conmigo un momento.
Me dieron ganas de gritar "¡Nooo! ¡No lo tortures!", pero apenas di un paso para alcanzarlos, se abrió el portón de entrada de la casa... y todo se congeló.