¿vas a volver?

Capítulo 14: El ruido, la furia... y tú.

Golpearon la puerta de mi habitación con suavidad.

—Sofi —la voz de mamá era cálida—. Voy al supermercado. ¿Vienes?

—No, mami. Tengo un libro por terminar —mentí.

—Está bien... te dejé comida en el microondas.

Cuando oí la puerta principal cerrarse, ya no pude sostener nada. Las lágrimas vinieron otra vez, como cuchillos. Me tapé la cara con la almohada. Estaba rota. Asfixiada.

Entonces, otro golpe. Esta vez, en la puerta de entrada.

Me levanté, arrastrando los pies.
Y cuando abrí, lo vi.

Naim.

De pie.
Ropa simple. Cara seria.
Ojos llenos de rabia contenida.

—Sofi... —dijo—. ¿Estás bien?

Me lancé a sus brazos.
No podía decir nada.
Solo llorar.

Él me abrazó fuerte.
Firme. Seguro.
Como si el mundo fuera a romperse, pero él no me soltaría.

Después de un momento, me separé apenas.

—Naim... todo esto... no lo entiendo. Me siento como en un huracán.

Él me miró, y su voz cambió.
Ya no era suave.
Era firme. Grave.

—¿Sabes quien lo grabo, Sofi?
—No lo sé. —Sentí vergüenza—. El ángulo… parecía entre las plantas.

Él apretó la mandíbula. Los ojos ardiendo.

—¿Tú crees que fue Catriel?

—No... o sí... no sé. Él estaba allí esa noche. Y alguien tenía que haberlo grabado. Pero…

—Si fue él... —dijo entre dientes— te juro que no se va a librar tan fácil esta vez.

Me asustó un poco su tono. Pero no por miedo. Por lo real que sonaba. Naim nunca alzaba la voz. Pero cuando lo hacía, pesaba.

—No puedo verte sufrir así por culpa de un idiota egocéntrico que no soporta no tener el control. Ya basta, Sofi.

—Lo sé... pero todo el mundo lo cree. Creen que fui cruel. Que lo dejé por ti como si fueras un premio de consolación. Que soy... mala.

Naim suspiró. Me tomó de la mano.

—Ven. Necesitas aire. Y yo necesito verte respirar sin miedo.

Condujimos por un camino que parecía sacado de una postal. Árboles altos, brisa fresca entrando por las ventanas, el sol comenzando a bajar.

—¿A dónde vamos?

—A un lugar que descubrí cuando me mudé, aire limpio y la vista más bonita del mundo.

Cuando llegamos, entendí.

Una montaña baja, con un sendero de tierra que llevaba a un pequeño mirador de madera. Desde allí, se veía el mar. Inmenso. Inquieto. Azul y eterno.

Nos sentamos en el borde del mirador.

—¿Te sientes mejor? —preguntó él.

—Un poco.

—Sofi… —dijo tras un momento—. Si alguien me hubiera grabado a mí con otra... y tú fueras quien saliera lastimada… yo no descansaría hasta limpiar tu nombre. No esperes que me quede callado cuando te veo así.

—Naim...

—Quiero que sepas —me interrumpió—, que no voy a tolerar que te expongan más. Que jueguen con lo que sientes. Que te pinten como la mala de una historia mal contada.

Su voz tembló al final. No por miedo. Sino por la rabia que apenas contenía.

—No soy Catriel, Sofía. Yo no necesito aplausos, ni lástima, ni likes. Solo necesito que estés bien. Y si para eso tengo que enfrentarme a todos los que te acusan... lo haré.

Mis ojos se llenaron de lágrimas otra vez. Pero ahora, eran distintas. Más limpias. Menos pesadas.

—Gracias, Naim.

Él me miró con tanta intensidad que sentí que el tiempo se detenía.

Se inclinó hacia mí. Despacio.
Rozó mi frente con la suya.
Sus labios, a centímetros.
Y ahí, con el mar de fondo, yo cerré los ojos.

Y nos besamos.
Lento.
Con hambre, pero también con ternura.
Un beso que dolía de lo bueno.
Que sanaba.
Que encendía.
Cuando nos separamos, nuestras miradas se encontraron.
Él acarició mi mejilla con una delicadeza que me desarmó, como si temiera romperme con solo rozarme.

—Yo sé que ahora todo parece una tormenta, Sofi —susurró—. Pero no tienes que cargar con todo eso sola. No tienes que demostrarle nada a nadie. Ni justificarte. Ni explicarte. Solo tienes que ser tú.

Sin pensarlo, me apoyé en su hombro. Cerré los ojos.



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En el texto hay: romance, romance y desamor, amor dolor

Editado: 15.07.2025

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