¿vas a volver?

Capítulo 17: Piedritas, ositos y un plan de escape

Corrí tras Filip por todo el jardín delantero como si mi vida dependiera de ello.

—¡Filip! ¡Detente, criatura del demonio! —grité, mientras el esquivaba macetas como ninja entrenado.

Dobló hacia el patio trasero y, justo cuando iba a alcanzarlo…

¡SHHHHHHH!

Un chorro de agua me dio directo en el costado. Uno, dos, tres aspersores se encendieron al mismo tiempo, como si el universo hubiera decidido burlarse de mí en HD.

—¡No puede ser! —chillé, empapada de pies a cabeza, el pelo pegado a la cara, la camiseta blanca de ositos ya no tan inocente.

Filip ladraba como si se riera.

Y justo entonces... Naim apareció por la esquina del jardín, caminando despacio, como si los aspersores no existieran, con la chaqueta empapada y el cabello alborotado por la humedad. Sus ojos se clavaron en mí. Y, por un segundo, el mundo se detuvo.

—Viniste a rescatarme... ¿o solo a burlarte? —dije, con el agua goteando por la punta de mi nariz.

Él sonrió, lento, con esa sonrisa suya que parecía tener eco en el pecho.

—Ambas. Pero sobre todo, a verte.

—¿Así, chorreando?

—Te ves hermosa hasta mojada —dijo, tan serio, que me hizo olvidar que tiritaba.

Di un paso hacia él. Él dio otro hacia mí. La distancia entre los dos se redujo con cada gota que caía.

—Naim... —susurré, con el corazón latiendo demasiado fuerte.

—Sofi... —dijo, bajando un poco la cabeza, sus ojos fijos en mi boca.

El sonido del agua, el ladrido lejano de Filip, todo desapareció.

Mi respiración se volvió un suspiro. Nuestros labios se rozaron apenas. Un roce lento, húmedo, eléctrico. Y cuando por fin ese casi beso se volvió real...

¡WOOF! ¡WOOF!

¡BANG!

Filip se estrelló contra la reja, interrumpiendo el momento como el alma del caos que era.

Ambos nos reímos, mojados, temblando y un poco enamorados.

—Creo que ese fue nuestro soundtrack oficial —dijo Naim, secándose la cara con la manga—. Filip versión remix.

—Él siempre sabe cómo arruinar la tensión —reí, acercándome otra vez.

Pero justo cuando pensé en volver a besarlo...

¡BIP BIP!

La reja automática del frente empezó a abrirse.

¡MI PAPÁ! —grité, con los ojos como platos—. ¡NAIM, ESCÓNDETE!

Él no preguntó ni medio segundo. Corrió hacia el costado del jardín, se agachó detrás del mueble del gas, entre unas plantas altas, y se quedó ahí, encogido, como espía amateur en misión suicida.

Yo me sacudí el cabello empapado, traté de parecer casual —aunque parecía más un trapo mojado— y justo cuando trataba de respirar... la voz retumbó como trueno.

¿Qué haces tú en el patio, y MOJADA? —dijo mi papá, cerrando la reja detrás de él mientras dejaba el casco de bombero en la mesa del porche.

—La señora Carmen... trajo a Filip —dije, forzando una sonrisa mientras me sujetaba el pantaloncito de pijama que ya pegaba como segunda piel—. Me pidió que lo cuidara un ratito.

—Sofía, tú estás castigada.

—¡Lo sé! Pero estoy en el patio, no salí ni crucé la acera. ¿Eso cuenta como libertad condicional? —intenté bromear, pero la cara de mi papá no se movió ni un milímetro.

—Muy graciosa, Sofía.

Caminó hasta el final del patio, me miró de arriba abajo, y chasqueó la lengua con fastidio.

—Anda a cambiarte. Con esa ropa se te ve todo, Sofía Valentina. Y no me hagas decir qué es “todo”.

—¡Papá!

—¡No discutas! Vas a agarrar una pulmonía y yo no pienso faltar al trabajo por eso. Voy a llevar a Filip donde el señor Fredy, lo vi regando su jardín.

—Está bien. Yo solo vine a buscar una camisa que se me quedó...

—¿Pediste el almuerzo?

—Ya voy a eso.

Mi papá resopló, recogió a Filip —que estaba ahora lamiendo una maceta como si fuera postre gourmet— y se alejó hacia la reja con cara de quien sospecha absolutamente todo.

Cuando la reja volvió a cerrarse con el característico ¡BIP!, esperé tres segundos más.

¡Naim! —susurré.

Él emergió del escondite todo sucio de hojas, con el pelo chorreando y una sonrisa enorme.

—¿Eso fue tu papá o un general del ejército?

—¡Shh! No lo invoques. Puede oler besos a kilómetros de distancia.

—Estás empapada —dijo él, acercándose con suavidad.

—Tú también.

Nos miramos, mojados, nerviosos, con el corazón latiendo como locos. Y antes de que pudiera decir otra palabra...

—Creo que ahora sí necesito una toalla y un chocolate caliente —murmuró él.

—Y yo una nueva identidad.

Ambos reímos. Pero sabíamos que el juego se estaba volviendo más serio.



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En el texto hay: romance, romance y desamor, amor dolor

Editado: 28.07.2025

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