¿vas a volver?

Capítulo 22: Lo que se dice cuando uno duerme

No supe cuánto tiempo había dormido. Solo que me despertó algo que no era un ruido fuerte… sino una sensación.

No. Ese jovencito no lo quiero cerca de Sofía. —Era la voz de mi papá. Su tono no era fuerte, pero sí claro. Firme.

Contuve la respiración. Estaba acostada de lado, mirando la pared, con la sábana hasta la barbilla. La puerta de mi cuarto apenas dejaba pasar el sonido.

No empieces, Serafín. Ya discutimos esto —respondió mi mamá, más bajo pero con ese tono que solo usaba cuando se preparaba para una pelea.

No, Sandra. Ella es una niña para que tú la estés apoyando en esas tonterías.

Cada palabra era una piedra. Cerré los ojos con fuerza. Como si eso fuera a apagar lo que venía.

¿No puede creer que digas eso? —dijo mamá, y ahora sí se oía más firme— ¿Quieres que deje a nuestra hija sola? ¿No sabes lo que está pasando?

¡Yo sí sé lo que está pasando! —alzaba la voz ahora— ¡Ese muchacho desde que apareció trajo problemas!

Mi corazón se encogió.

¿Y Catriel? —la voz de mamá sonó cortante— ¿Qué? ¿Catriel nunca fue un problema, Serafín? ¿No viste cómo se comportaba? ¿Cómo controlaba cada paso de Sofía?

Silencio. Un segundo. Y luego, otra verdad incómoda.

Catriel desde que está en la vida de Sofía ha sido un problema, Serafín. ¡No lo ves! Le dimos demasiadas alas.

¿Le dimos? ¡Tú! —respondió papá, casi escupiendo la palabra— Tú, por ser hijo de tu amiga, lo dejaste estar siempre cerca. ¡Tú eras la que bromeaba con Carol diciendo que iban a terminar siendo novios!

Sentí que algo dentro de mí se rompía un poco más. Esa parte que aún quería pensar que mis papás sabían exactamente lo que hacían.

Escuché un portazo. El de la puerta principal. Como si alguien hubiera salido sin más.

Y unos segundos después, el golpe más seco: la puerta del cuarto de mis padres cerrándose con fuerza.

No había forma de volver a dormir. Así que me senté en la cama con la espalda contra la pared y las piernas abrazadas. Por más que lo intentara, las voces de mis padres seguían rebotando dentro de mi cabeza.

A los pocos minutos, la puerta de mi habitación se abrió despacio. Mamá se asomó, sin decir nada. Solo me miró.

Y yo no aguanté más.

Me levanté y corrí hacia ella. Me hundí en su abrazo como si fuera el único lugar del mundo donde podía respirar sin miedo.

—Perdón, mami —murmuré, con la voz rota—. Perdón por traer tantos problemas con papá. Por todo esto.

Ella me acarició el cabello, suave, como cuando era pequeña.

—Tranquila, cariño. No tienes que pedir perdón por sentir, ni por querer a alguien. Tu papá está molesto, sí… pero no es contigo. Él solo... se preocupa a su manera.

Me apreté más contra ella, queriendo quedarme así para siempre.

—La abuela de Naim me llamó —dijo de pronto.

Me separé apenas, sorprendida.

—¿Qué?

—Mucha emocion—rió con suavidad—. Anoche me dio su número para lo del abogado, ¿recuerdas? Bueno, me llamó hoy temprano para decirme que ya había hecho el depósito por los honorarios y... para pedirme algo más.

—¿Qué cosa?

—Me preguntó si podías ir a cenar con ellos esta noche.

—¿En serio? —mis ojos se abrieron como platos.

—Dice que Naim siempre habla de ti —añadió, mirándome con ternura—. Pero que aún no te ha llevado a casa. Y ella quiere conocerte. Me prometió que no será nada incómodo, que estará también un amigo de Naim... Lucas, creo que se llama.

—¿Tú aceptaste?

Mi voz sonó bajita. Llenita de esperanza.

Mamá me miró con una sonrisita cómplice.

—Tu papá va a matarme por esto —murmuró.

—Pero... ¿puedo ir?

—Sí, Sofía. Aunque no estoy muy contenta con que Naim se agarre a golpes, también vi cómo te defendió. Sé cómo se pone Catriel a veces, y cómo puede provocar. Pero también vi cómo ese chico te mira. Y mereces ser feliz con quien te gusta.

Me brillaron los ojos.

—¿En serio?

—Sí. Pero —agregó, con una ceja levantada— lo estaré vigilando. Muy de cerca.

—¡Gracias, mami! —le di un abrazo apretado, con una mezcla de emoción, alivio y amor.

Y justo entonces, la puerta de entrada se abrió de golpe.

—¡Sofiiiiiii! —gritó esa voz que podía reconocer entre miles.

—¡Magalis! —salté y corrí a abrazarla—. ¿Qué haces aquí?

—Le dije a la abuela de Naim que esta bien y le pregunté si había problema con que llevaras compañía a la cena... ¡Y está encantada!

Me quedé mirándola con la boca abierta.

—¿En serio, mami?

Mamá asintió, ya sonriendo.

—Sí. Además, con Magalis al lado, me quedo más tranquila. Aunque igual seguiré con el radar encendido. Aún no confío del todo en que este chico no vuelva con los puños por delante.

—Mami... —reí con lágrimas en los ojos.

—Pero si alguien debía sacarte de este hueco emocional, era él —dijo mamá, acariciándome la mejilla—. Solo asegúrate de que nunca apague tu luz, ¿sí?

La abracé con todas mis fuerzas. Y Magalis se nos unió en el abrazo, como si fuera parte del corazón de la casa.

—Eres la mejor, señora Sandra —susurró Magalis—. Se lo juro por Taylor Swift.

—Ay, Dios mío —dijo mamá entre risas—. Esta niña.

Nos reímos las tres, abrazadas, como si ese momento pudiera detener el caos por un rato. Como si el amor fuera suficiente para sostenernos.



#3160 en Novela romántica
#1117 en Otros
#370 en Humor

En el texto hay: romance, romance y desamor, amor dolor

Editado: 15.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.