¿vas a volver?

Capítulo 27: Gritos y verdades a medias

La luz entraba débil por las cortinas. Mi cuerpo aún estaba a medio despertar cuando estiré la mano hacia mi celular, como siempre hacía, buscando el primer mensaje del día.

"Buenos días, mi chica del maiz", solía decirme Naim.

Pero antes de poder desbloquear la pantalla, escuché los gritos.

—¡Sofía Valentina Rivas, baja en este instante!

Mi corazón dio un vuelco.

Me senté de golpe. Su voz no era solo fuerte... era ese tono. El tono que usaba cuando el mundo se iba a venir abajo.

Me puse los primeros zapatos que encontré y bajé las escaleras con el pecho apretado. Mis ojos buscaron de inmediato a mamá, mi escudo, mi única línea de defensa. Ella estaba parada al fondo de la sala, en silencio, con una expresión preocupada.

—Papá... —murmuré.

Él estaba de pie en medio del comedor, con el teléfono en la mano, la cara roja de furia, la mandíbula tan apretada que parecía dolerle.

—¿Me explicas qué es esto?

Extendió el teléfono hacia mí. Era un video. El video.

El de la pizzería. Grabado desde una esquina. Yo de pie frente a Naim. Diciendo:

"Ahora tengo a quién abrazar de verdad. Uno que no se esconde detrás de videos llorando. Uno que no necesita fingir que fue “dejado”, porque jamás fue elegido."

Mi voz. Mis palabras. Ahí. Grabadas. Expuestas. Viralizadas.

Tragué saliva.

—Papá, puedo explicarlo...

—¡Oh sí, claro que vas a explicarlo! —rugí, interrumpiéndome—. Porque acabo de ver con mis propios ojos a mi hija diciendo eso frente a un montón de extraños, mientras un montón de imbéciles graban y comentan como si fueras cualquier cosa.

Abrí la boca. Nada salía.

—¿Acaso duermes con ese muchacho? —continuó, su voz subiendo más—. ¿Y en mi casa? ¿En la cama que yo compré?

—¡No! ¡Papá, no es así! —grité, finalmente reaccionando—. ¡Por favor, si me dejas explicar...!

—¡No me vengas con eso, Sofía Valentina Rivas! —gruñó, señalando el teléfono como si fuera un arma—. Aquí está, lo estoy escuchando claro. ¡¡Con mis propios oídos!!

—Papá... —dije más bajo, con los ojos llenos de lágrimas—. Yo no quise decir eso. No como tú crees. No es lo que piensas.

Misión: defenderme de todos sin destruirme en el intento.

Comentarios del video: *"Yo sabía que esa niñita no era tan inocente." *"Y después se hace la víctima." *"Claro que está con Naim. La carita de santa es pura fachada." *"Seguro se revolcó con los dos."

Misión imposible.

Mamá intervino por fin. Su voz no era tan fuerte, pero tenía peso.

—Serafín, por favor, cálmate. Estás sacando las cosas de contexto...

—¿Contexto? ¡Nuestra hija sale en redes diciendo que duerme con un tipo! ¡¿Eso tiene contexto ahora?! ¡¿Eso es lo que permitimos?!

—¡Papá, por favor! ¡Yo solo estaba defendiéndome de Catriel!

—¡Catriel? ¡¿Y qué tiene que ver ese ahora?! ¡Ese muchacho arruinó todo desde que apareció! ¡Te estás revolcando con ese... ese Naim!

Un silencio brutal. Y luego, el golpe.

No literal. Pero lo vi venir. El ademán. La mano alzada. El cuerpo temblando.

—¡No te atrevas, Serafín! —gritó mamá, poniéndose entre él y yo como una barrera viviente.

Él se detuvo. Me miró como si ya no me reconociera.

—Vete a tu cuarto inmediatamente —dijo con la voz contenida, envenenada—. Y te juro que si llegas a salir de allí, me vas a conocer de verdad, Sofía.

Subí corriendo. Las lágrimas me salían sin freno.

Mamá vino detrás de mí. Cerró la puerta. Se sentó en mi cama. Yo me acurruqué en sus brazos, como cuando era niña y tenía pesadillas.

—Mami... eso no pasó. Yo no me he acostado con nadie. —Lloraba. Me dolía el alma.

Ella me apretó fuerte.

—Te creo, mi amor. Te creo.

Respiré hondo. Como si necesitara aire nuevo para poder seguir.

—Mami... Catriel me está acosando por redes. Él... él está arruinando mi vida.

—¿Cómo así, Sofi?

Desbloqueé mi teléfono. Le enseñé todo. Los mensajes. Los videos. Desde el primero hasta el último. Las indirectas. Las provocaciones. Los comentarios llenos de veneno.

Mami se quedó en silencio unos segundos.

—Ese malnacido... —murmuró. Y por primera vez, la vi hecha una furia.

—Ya no puedo más... —susurré.

Ella me abrazó otra vez. Pero esta vez, no solo como madre. Sino como alguien que ya tomó una decisión.

—Vamos a ponerle fin a esto. Te lo prometo.

Y su voz sonaba como una declaración de guerra.

Y yo... yo no iba a esconderme más.



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En el texto hay: romance, romance y desamor, amor dolor

Editado: 15.07.2025

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