La comisaría olía a café viejo, tinta y preocupación. Estaba sentada entre mis padres, con las manos temblando apenas sobre una carpeta llena de pruebas. Fotos, mensajes, capturas… todo lo que teníamos. Los policías frente a nosotros murmuraban entre sí, revisando el material. Otro tecleaba sin parar. Cada clic me hacía saltar el corazón.
—Gracias por su colaboración —dijo uno finalmente—. Pero... lo que tenemos no son buenas noticias.
Sentí el estómago darme un vuelco. Cerré los ojos por un segundo. Malas noticias... otra vez.
—¿Qué pasó? —preguntó mamá, con la voz apretada.
—Fuimos a la casa donde supuestamente vivían los padres de Lucas… Está vacía. Sin muebles, sin ropa. Desocupada hace semanas.
Vacía. Me costó procesarlo. La casa donde pensé que estaba, donde creía que había alguna explicación… nada.
—¿Vacía? Pero Carol... Carol es mi amiga. ¿Está diciendo que ellos...? —insistió mamá, totalmente incrédula.
—La señora Carol y su esposo viajaron a Tailandia hace dos meses. Están siendo interrogados por autoridades internacionales. Todo indica que no saben nada del paradero de su hijo.
Me aferré al borde de la silla, como si eso pudiera evitar que el mundo se me partiera otra vez.
—¿Entonces… él está solo? ¿Planeando todo esto desde aquí?
—Lo más probable —respondió el oficial—. Sofía, lo siento, pero todo indica que tú eres su objetivo. Estás en peligro.
La palabra “peligro” me retumbó en los oídos.
Papá y mamá se miraron y no dudaron un segundo.
—Ya estamos tomando medidas —dijo él—. Hoy mismo nos mudamos. Conseguimos una casa cerca de la madre de Magalis, en un vecindario más seguro, con cámaras y vigilancia privada.
No discutí. No pregunté. Solo asentí. Salimos de la comisaría como en automático. Sin hablar. Al llegar a casa, la mudanza comenzó de inmediato.
Subí a mi cuarto y empecé a meter mi vida en cajas: libros, cuadernos, recuerdos, ropa. El sonido de la cinta adhesiva, del papel burbuja, era como una banda sonora triste de fondo.
Mi celular vibró.
Naim 💬
"¿Cómo fue?"
Respiré hondo.
Yo:
"Escapó."
"Su casa está vacía."
Me ardían los ojos.
Naim 💬
"¿Estás en casa?"
Yo:
"Sí, estamos empacando. Mis padres consiguieron una casa al lado de la mamá de Magalis. Más segura."
Naim 💬
"Voy hacia allá."
Dejé el celular y seguí. Diez minutos después, el timbre sonó.
—¡Hola, cariño! —dijo mamá, mientras abría la puerta.
Ahí estaba Naim. Despeinado, cansado, pero con esa sonrisa suya que, aunque tenue, me devolvía el aire.
—Ah, mira, ahí viene. Tiene un radar para encontrarte —bromeó mamá, y yo sonreí por primera vez en horas.
Lo abracé fuerte. Le di un beso corto. Necesitaba sentir que aún había algo que no se estaba cayendo a pedazos.
—Subamos. Tengo la vida en cajas —le dije, tomándole la mano.
Arriba, entre cables enredados y fotos viejas, lo miré.
—¿Sabes algo de Lucas? No he podido llamar a Magalis…
—Está en observación. Magalis está con él y no lo suelta —respondió con una sonrisa—. No lo deja ni pestañear.
—¿Crees que podamos ir a verlo hoy?
—Si terminamos aquí… —dijo en tono épico, como si fuera una misión de película.
Nos pusimos a trabajar sin parar. Solo hicimos pausa para almorzar algo rápido que mis papás pidieron. Los cuatro sentados entre cajas, respirando hondo.
Antes de seguir, le escribí a Magalis:
Yo 💬
"Perdón por no ir todavía. Estoy en plena mudanza. Te pienso mucho."
Magalis 💬
"Sofi, tranquila. Estamos en modo pelea."
Yo 💬
"¿Monopolio o UNO?"
Magalis 💬
"UNO 😡"
Solté una risa suave. Naim, que estaba justo detrás de mí, me rodeó la cintura y apoyó su barbilla en mi hombro.
—¿Te he dicho que te ves preciosa cuando te ríes?
Lo miré. Ese tipo de cosas, cuando todo parecía caos, me hacían sentir a salvo. Le di otro beso, más suave.
La mudanza continuaba. El miedo también. Pero entre todo el desastre, él y yo…