¿vas a volver?

Capitulo 58: Voy a volver.

La casa estaba más limpia de lo normal.

Tal vez porque llevaba horas pasando el trapo, barriendo lo que no hacía falta barrer. Ordenando cosas que ya estaban en su lugar. Doblando la ropa de Naim, aunque ya estaba doblada.

Me senté en el borde de la cama.

Su lado seguía desordenado. Como si fuera a llegar en cualquier momento y decirme con esa sonrisa cansada: "Te dije que no me tocaras mi desastre". Pero no llegaba. Y no lo haría.

No sabía si habían pasado horas o días desde que recibí la noticia. La que nadie quería decir en voz alta. La que todavía no podía creer.

La taza de café que él usaba estaba en la repisa. La toqué. Aún tenía el aroma a canela que tanto le gustaba. Quise llevármela al pecho. Como si eso pudiera devolverme algo.

Entré al baño. Su cepillo seguía ahí. Su camisa gris colgaba detrás de la puerta.

Volví a la cama. Me metí debajo de las cobijas. Las suyas. Las nuestras.

Olían a él.

Y lloré.
No como esa vez que pensé que lo había perdido. Esta vez no había rescate. No había vuelta. Solo ausencia. Como si el mundo se hubiera partido en dos.

Cerré los ojos.

Y lo vi.

En la cocina, bailando conmigo con los pies descalzos.

En la librería, esperándome con un jugo natural y una flor robada del jardín.

En el mirador, diciendo que quería envejecer conmigo.

Y entonces lo escuché. Su voz. Bajita. Dentro de mí.

"No te olvides de reír, ¿sí? No dejes de vivir."

Me abracé a la almohada. Apreté fuerte. Como si pudiera aferrarme a su sombra.

*
El cielo estaba gris, pero no llovía.

Como si el mundo supiera que una tormenta real no alcanzaría para explicar lo que se sentía adentro.

El viento movía suavemente las flores frescas que había dejado Magalis más temprano. Margaritas y girasoles, los favoritos de Naim. Colores vivos. Como él.

Me arrodillé frente a la tumba. La piedra era lisa, nueva, demasiado limpia para alguien que vivía con tierra en los zapatos y hojas en el cabello.
Ahí estaba su nombre.

Naim E. Vargas.
2006 – 2025
Y debajo, en letras pequeñas, talladas con una precisión casi cruel, Uno que nadie entendía por qué había sido escrito. Solo yo.

"Tu mirada fue un imán, una fuerza silenciosa que me llamó desde el primer momento.
Sin entenderlo, entré en tu mundo... y lo que siguió fue una montaña rusa de emociones.
¿Magia? Tal vez. ¿Destino? Quizás.
Pero te fuiste.
Y yo me quedé aquí, entre los restos de lo que fuimos.

Solo me pregunto... ¿Vas a volver?"

Le pasé los dedos por encima, como si pudiera sentir su voz entre las letras. Como si al tocarlas, pudiera traerlo de vuelta, aunque fuera un segundo.

Mis labios temblaban. El aire dolía al respirar.

—Te odio por esto... —murmuré, apenas un susurro—. Por hacerme esto, te extraño tanto.

Me abracé a mis piernas. Las uñas se me clavaron en la piel. Pero no dolía tanto como el vacío.
Y entonces lo escuché. En mi mente. O en el viento. No lo sé.

“Preciosa... no llores así. No te rompas. No por mí.”

Quise gritarle que era demasiado tarde. Que ya estaba rota. Que todo dolía.
Que no sabía cómo vivir sin él.

Y entonces lo vi, en mi cabeza:
con esa sonrisa torcida, el cabello enredado por el viento, y la forma en que decía mi nombre como si fuera un secreto.

“Voy a volver,” decía a veces. “Si el mundo se acaba, te busco incluso en otro universo.”

Pero el mundo no se acabó.

Se acabó él.

Y yo me quedé.

Entre los restos de lo que fuimos.
Entre las promesas que el tiempo no pudo cumplir.

Y sentí que el mundo se rompía de nuevo. Como si todo lo que habíamos sido, se deshiciera en pedazos pequeños, imposibles de juntar.

Porque Naim no iba a volver.

Y yo... yo no sabía cómo seguir sin él.

Pero lo peor de todo era:

No quería seguir sin él



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En el texto hay: romance, romance y desamor, amor dolor

Editado: 28.07.2025

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