“Del deseo surge el dolor; del deseo surge el miedo. Para aquel que está libre de deseo no hay dolor ni mucho menos miedo" BUDA GAUTAMA
No quería abrir los ojos. No porque me sintiera con sueño o que no pudiera, era difícil, tenía que admitir, pero podía hacerlo. Sin embargo no quise abrir los ojos porque no quería enfrentarme a la realidad.
Hice memoria un poco.
Había pasado literalmente una buena mañana. Luhan me había besado después de descubrir un montón de cosas y me manda a comprar pan, no es que sospechara que él me había tendido una trampa ya que se lo que querían estos tipos. Después de ir a comprar el pan salí de la tienda, me demore un poco y me amenazaron con un arma, no quería morir así que cumplí ordenes como un soldado y me subí a una jeep negro, hasta ahí nada para poder reconocer a los hombres de negro ni la matricula del auto, fue muy rápido.
Me golpearon y me desmaye, no sé cuánto tiempo después despierte en un lugar que hacía mucho frio y según percibí a través de mis parpados, era un lugar oscuro. Ya llevaba consciente unos buenos diez minutos y estaba segura de que el tremendo dolor en el cráneo junto a la ahora espesa y fría sangre en mi piel eran de cuidado, ellos me torturarían. ¿Pero para que esperar? Eso fue simple, odio todo el asunto de la tortura, le tengo miedo al dolor y ellos amaban torturar, ecuación resuelta.
– ¿No despierta aun? – pregunto un hombre, la voz familiar de mi secuestrador.
– No señor.
– Bien, todos, pueden retirarse, yo me encargo – se escucharon pasos, muchos, y después sentí como una silla o asumo sería un silla, era arrastrada delante mío. Ah, olvide darme cuenta de que estaba atada a una silla también, dolía tanto como la cabeza el ser amordazada – bien pajarito, es hora de despertar – se hizo un silencio y a continuación tremendo baldazo de agua con hielo me
golpeo en la cara. Grite y gemí y me estremecí de dolor y sorpresa y un montón de cosas combinadas.
– ¿Acabas – jadee – de, tirarme, agua con, hielo? – comencé a tiritar de frio y vi como él sonreía.
– Querida, es una buena forma de despertar, agradece que no fue otra cosa más hielo la que te tire.
– ¿Qué, quieres? – seguí tiritando de frio y sacudiéndome de dolor. No pensé que esas dos cosas combinaran bien juntas provocando una mortal reacción.
– Te lo dije, creo que sabes lo que quiero – rio juguetón.
– Sí, es, por, dinero. Mi papa… - me abofeteo, él maldito me abofeteo y estoy segura de que me abrió la piel con ese chucho anillo que llevaba. Dolía como el Hades.
– Lo intentare de nuevo.
– Pues… explícate – volví mi cara al frente esperando a que se sentara de nuevo.
– Mi queridísimo hijo, Adrián…
– ¿Tienes, un, hijo? ¿Es, calvo? – pregunte con sorna y esta vez se aguantó, no me golpeo pero la ira creció y se acumuló en un pequeño punto que casi no podía distinguir, eso presidiaba “malo” en comillas.
– ¿Dónde está Adrián?
– No, conozco, a, ningún – volví a tiritar más fuerte – Adrián – que difícil era hablar.
– Ah, mis disculpas, Luhan, creo que lo conoces por ese nombre.
– El, chico de, los ojos, plata – complete.
– Exacto – rio contento – ¿Dónde está?
– En casa, con alguna, ¿novia?
– No querida, no está en casa, no, porque alguien lo mantiene oculto y por eso necesito saber – respiro profundo y grito – ¡Donde esta!
– No, lo, se…
– Mientes, tú lo ayudaste a huir.
– Yo no, ayude…
– Comprobamos las cintas de seguridad y él subió a tú auto. Ahora dime, ¿Dónde está?
– ¿Qué, auto?- pregunte ya mareada.
– Un deportivo rojo – se levantó cogiéndome del cabello tirando mi cabeza hacia atrás, en algún momento del secuestro había perdido mi carmín y ahora pagaba las consecuencias – el mismo auto, la misma placa de matrícula y la misma zorra que ayudó a escapar a Adrián.