Vecino de número

Capítulo 1

 

 

Lo envié.

Era una tontería, lo sé, pero ver tantas publicaciones sobre lo mismo logró que pasara de pensar que era algo estúpido a preguntarme, con mucha más seriedad de la que me gustaría admitir, quién sería la persona con la cual compartía el número telefónico (o casi).

Hola, soy tu vecina de número, le había escrito. Mi número es el mismo que el tuyo, solo que tu último dígito es cinco y el mío es cuatro.

Lo dicho, una estupidez.

Para empezar, no es como si mi número de celular reflejara algo sobre mí o sobre la otra persona. Ni siquiera había sido una elección de la compañía telefónica, esas cosas solo seguían un patrón numérico que no tenía en cuenta características de ningún tipo. El que mi vecino de número tuviera un digito más alto que el mío no obedecía a algo planeado o siquiera a una coincidencia. Estábamos unidos a causa de un sistema de numeración básico, nada especial.

Dos líneas azules. Ya lo había leído.

Tuve ganas de bloquearlo en ese momento a causa de un rayo de lucidez. De seguro estaba molestando a alguna señora ocupada en su trabajo que trataba de no despotricar contra su jefe explotador.

… estaba escribiendo.

Y yo estaba atenta a la pantalla.

Justo a tiempo, respondió. Mira esta foto, ¿te parece que estoy gordo?

Me mandó la imagen de un cuerpo masculino, como de dieciocho años de edad, con músculos ejercitados y que, sin duda, la mayoría describiría como atractivo.

No me lo esperaba.

Me puso de mal humor.

Cada quien puede ver en su reflejo lo que le parezca, respondí.

En mis más torpes fantasías, mi vecino de número era alguien interesante y no un chico que pregunta por su físico solo para que le confirmaran sus sospechas: que era un tipo guapo y que eso haría que su vida fuese más sencilla que la del resto de mortales.

Tienes razón, escribió, ojalá todos pensaran como tú.

Tienes derecho a ver lo que quieras en tu reflejo, pero no puedes obligar a otros a ver lo mismo.

Sí, supongo que sí. En eso también tienes razón.

Sonreí. Al menos no se había ofendido.

Decidí dejar las cosas en ese punto. No había sido lo que esperaba, pero tampoco había sido algo de lo que me arrepintiera.

Para mí, intentar algo nuevo, de lo que no me arrepintiera momentos después, era un logro.

 

 

*

 

 

A la mañana siguiente, debía enfrentarme al peor día del año: el inicio de clases.

A pocas personas les encantaba el primer día de colegio, pero en mi caso era un verdadero martirio, sobre todo porque nos habíamos cambiado de ciudad el año pasado y tendría que iniciar con gente que no me conocía.

De solo pensar en las miradas de todo tipo, risitas y preguntas desagradables que me esperaban, me entraba de nuevo esa ansiedad que me había llevado a hacer el dichoso reto del número vecino la noche anterior para tratar de centrar mis pensamientos en otra cosa.

Como si lo hubiera invocado, el celular vibró por una alerta de mensaje. Supe que era él con solo ver los primeros dígitos del remitente.

Hoy voy a encontrar a mi novia y a un amigo engañándome.

Por esa forma de iniciar una conversación, me quedaba claro que me enviaba los mensajes muy probablemente desde la habitación de un centro psiquiátrico.

No respondí, porque seguía escribiendo.

Otro amigo me dijo que como mi novia tiene las llaves de mi apartamento ―¿A esa edad y con apartamento? Qué hijo de puta― se encuentran mientras yo estoy en clases de natación. Hoy pienso llegar y descubrirlos mientras lo hacen. Y como tú tienes tanta razón, pensaba que me podrías ayudar con lo que debería decir al encontrarlos.

Vaya tontería. Si ya sabía que lo engañaban, lo mejor era cortar con ambas relaciones antes de que volviesen a usar el lugar donde él vivía como nido de amor. Encontrarlos mientras estaban juntos eran inmaduro e innecesario… Y ahí estaba yo, pensando qué sería bueno decir al presenciar una infidelidad para salir con más dignidad de la que se entró.

El cepillo se deslizaba cada vez más lento sobre mi pelo mientras veía el reloj sin prestarle verdadera atención.

Disculpa, ¿podrías salir de mi novia, de mi cama y de mi apartamento, en ese orden?, propuse.

Eso es maravilloso, vecina de número.

Dejé el celular a un lado, con una sonrisa adornando mis labios.

―Imbécil ―dije a la casa vacía.

Extendí el momento todo lo que pude, pero cuando la hora ya no se pudo alargar más, tuve que salir de mi casa y enfrentar al mundo.

Y no es fácil enfrentar al mundo cuando eres un monstruo.   



#39687 en Novela romántica

En el texto hay: amor juvenil, familia, amistad

Editado: 13.11.2023

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