Vecino de número

Capítulo 4

 

Ya sé quién eres.

Envié una imagen del perfil que había encontrado y esperé una respuesta mientras me comía la sopa instantánea que había preparado para otra noche con casa sola.

No sabía bien por qué le decía eso a alguien con quien no deseaba tener contacto más allá de conversaciones casuales, pero después de varias semanas de que empezásemos a hablar la curiosidad por saber si había acertado o no era suficiente para buscar algo con lo cual entretenerme hasta que llegara la hora de dormir.

Había revisado el perfil durante más tiempo del que me gustaría aceptar después de descubrirlo. No me fijaba tanto en las fotos, sino en la enorme popularidad de la que parecía gozar el chico en ellas, quien rara vez interactuaba con los seguidores, en su mayoría mujeres. También noté que en muchas de sus fotos utilizaba productos de marcas conocidas y de vez en cuando patrocinaba concursos y regalaba todo tipo de cosas, desde entradas a conciertos hasta celulares y electrónicos. Era probable que con aquellas tonterías ganara un sueldo más alto que el de mi madre, otra razón para detestarlo.

Correcto, respondió. ¿Cómo me encontraste?

Casualidad.

No había sido del todo casualidad, porque algo de empeño había invertido, pero tampoco podía decirse que fuese mentira.

¿Y qué opinas?

¿Sobre qué?

Sobre mí.

Observé el último mensaje en la pantalla del celular, como si el texto se fuese a teclear solo. ¿A qué se refería? Era probable que a su físico. A todas luces era un hombre obsesionado con ello.

Le respondí de la manera que mejor sabía.

Eres un 9.5.

¿Eso fue una nota?

Si lo quieres ver así, está bien.

¿Calificas a las personas en base a su físico? Eso es mezquino hasta para ti.

Dejé de lado la sopa para concentrarme en la conversación.

Ser mezquino es un privilegio de la gente fea. Y la calificación no es en base a tu físico.

¿Entonces?

Es en base a tu posibilidad de ser feliz.

Me sentí nerviosa al escribir lo último. Era la primera persona a la que le explicaba la vergonzosa costumbre que había adoptado hacía más meses de lo que solían durar mis pasatiempos.

¿Es decir que yo tengo un 9.5 de 10 de posibilidades de ser feliz? No está mal.

No, tienes un 9.5 de 100.

Era una tontería, pero me sonrojé al escribir esa respuesta.

¡¿De 100?! ¿Tan mal estoy?

No creo que estés mal, eres guapo y según me has dicho tienes un departamento con solo dieciocho años. Podría apostar a que estás mejor que la gran parte de la población mundial.

No te entiendo, ¿por qué tengo una calificación tan baja, entonces?

Sonreí. Casi podía sentir su frustración al no comprender, pero era normal. Si reaccionara de otra manera seguro solo estaría fingiendo para pasar a un tema menos complejo. Y si había algo que odiaba y a la vez me agradaba de mi vecino de número era que no esquivaba los temas que para otros serían incómodos.

Tienes buenas posibilidades, pero eso no quita que vivas en el mundo en que vives. Estás expuesto a un montón de enfermedades y tu posición te puede hacer blanco de envidias. ¿Sabes que la próxima vez que salgas de tu casa podrías morir en un asalto? O una viga te podría caer en la cabeza por estar en un mal lugar en un mal momento. Hay un montón de cosas terribles que te pueden ocurrir, y lo más terrible de esas cosas es que la mayoría no la puedes prevenir. No puedes librarte de un chófer ebrio que choca contra una acera por la que vas andando a plena luz del día o de un enfermo que te sigue el paso sin que te des cuenta. Y agradece que no eres mujer. Además, con el tema ambiental como está, tu esperanza de vida no es muy diferente a la que se tenía antes de que se erradicaran varias enfermedades mortales.

En este mundo de mierda, deberías estar feliz por llegar al 9.5.

Lo leyó. Leyó ambos mensajes, pero no respondió.

Creo que por primera vez me sentí mal por haber hablado de forma tan cruda. Quizá había sido demasiado para una plática casual. También, me descubrí temiendo que no me contestara más, que se convenciera de que era una amargada sin vida social que se dedicaba a asustar chicos por otros medios.

Me levanté de la mesa para lavar los platos y más que nunca la casa me pareció vacía. No tenía ningún televisor o computadora encendidos, pero los sonidos de varios aparatos inundaban el ambiente. La nevera emitía un zumbido leve que no se detenía e incluso el bombillo de la cocina soltaba una onda que solo se percibía en medio del absoluto silencio.

Terminé y apagué todas las luces para dirigirme a mi cuarto. Ya dentro, el celular emitió una alerta y yo un suspiro al reconocer su número.



#35799 en Novela romántica

En el texto hay: amor juvenil, familia, amistad

Editado: 13.11.2023

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