Vecino de número

Capítulo 22

 

―Iris, ya solo faltas tú ―gritó Gina desde dentro de la buseta.

―Ya voy ―le respondí.

Me subí y busqué un asiento con ventana para mirar durante el viaje, algo sencillo teniendo en cuenta que la buseta era para doce personas y solo viajábamos seis y el conductor. Coloqué mi mochila en el compartimento superior y después me senté para que comenzáramos a avanzar. Di un breve vistazo para comprobar que éramos Gina, Adriana, Ámbar, Loris, Cruz y yo. Quien manejaba era el hermanastro de Loris, Braulio, me explicó Gina.

Observé a cada uno y recordé lo ocurrido en los últimos días. Lo cierto era que no sabía por qué Adriana me había invitado, yo ni siquiera había tenido el valor de ir a visitar a Ámbar al hospital cuando me lo propusieron, y había negado ser su amiga cuando mis compañeras, en medio de risillas maliciosas, me preguntaron por ella.

Sin poder sentirme del todo relajada, me recosté en el asiento mientras miraba por la ventana.  Eran las cinco de la mañana, viajaríamos por dos horas, después nos detendríamos a desayunar y luego continuaríamos una hora y media más. No sabía bien cómo lo iba a hacer, pero sentía que debía disculparme con Ámbar.

Una semana atrás, después de que Ámbar golpeara a Tania, una compañera, el colegio había estallado en burlas y conversaciones repetitivas; por al menos tres días no se habló de otro tema. La ausencia de la protagonista de todos esos videos provocó incluso más teorías. Que si se había vuelto loca y estaba en un psiquiátrico, que si la habían encerrado en una correccional para menores, que si en realidad era un extraterrestre y había mostrado su verdadera forma (y estoy segura de haber escuchado a Gina apoyando esa última).

No sabía cómo sentirme. Por un lado, me parecía injusto con Ámbar, por el otro… yo también había estado aterrada al observar a mi amiga golpear una y otra vez el rostro de Tania, y mi miedo había aumentado al ver llegar a la víctima de la «niña monstruo» tres días después, con moretones y la nariz vendada como muñeco.

Lo peor fue cuando un par de días después Loris publicó un vídeo acusando a Esteban de haberlo agredido psicológica y físicamente, en el que además aseguró que lo hacía con otras personas. Las redes sociales explotaron de nuevo, solo que en esa ocasión Loris logró que otras personas se unieran a su testimonio asegurando que sus acusaciones hacia Esteban eran reales. Esteban, por su lado, también tenía un grupo de personas que lo apoyaban, lo cual dio pie a que se levantara un campo de batalla, con denuncias de por medio.

El nombre de Ámbar fue sustituido poco a poco por tantos otros que se sumaron a la discusión, y pronto internet se olvidó de ella.

Yo no sabía si lo que Loris había dicho era cierto, lo que sí sospechaba era que él había querido atraer toda la atención, en especial los insultos, para proteger a Ámbar.

La observé, sentada a mi lado izquierdo y sumida en sus pensamientos, y quise preguntarle muchas cosas. ¿Su expulsión había sido definitiva? ¿Qué había pasado con Tania y sus padres? ¿Cómo se sentía? Todas interrogantes demasiado íntimas, supuse, para realizarlas sin cuidado. Tal vez Ámbar lograría tenerme confianza en algún momento, mientras tanto, debía tratarla con cuidado y evitar que se sintiera ofendida…

―Oye, Ámbar ―interrumpió Gina mis pensamientos, y se colocó con las rodillas sobre su asiento para mirar hacia atrás, donde la susodicha viajaba al lado de Loris―. Ya hablas, ¿verdad? ¿Tú expulsión fue definitiva?

―Sí.

―¿Y qué pasó con Tania y sus papás?

―Conciliaron con mi madre. Tania tuvo la rinoplastia que estaba pidiendo desde los catorce.

―Ah, ¿y cómo te sientes?

―Mejor, supongo.

―¡Genial!

… también quería cuestionarle a Loris sobre si lo que había dicho era cierto o solo había creado una mentira para atraer la atención. Y si era cierto, quería ofrecerle mi apoyo, por mucho que no lo conociera, me había sentido fatal al mirar el video que había subido, y al recordarlo e imaginar los moretones que cubrían su cuerpo me era difícil no creerle.

―Oye, Loris… ―Estove segura que todos en la buseta contuvimos la respiración―. ¿Sabías que Ámbar ya dio su primer beso y no fue contigo?

Solté el aire contenido en un suspiro de alivio. Probablemente todos los hicimos, excepto el propio Loris que hizo un gesto exagerado mientras le preguntaba a Ámbar que cuándo pensaba decírselo.



#39256 en Novela romántica

En el texto hay: amor juvenil, familia, amistad

Editado: 13.11.2023

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