Vecinos con historia

Martina

Domingo. Mi día favorito. Cafecito en mano, plantas alineadas como soldados y un silencio casi perfecto en el 5to piso, departamento A. Acá estoy yo, Martina, dueña de mi reino en el centro porteño, disfrutando de mi caos ordenado y mi libertad recién conquistada.

Hace cinco años que me mudé desde Pergamino a Buenos Aires. Recuerdo mi primer día como si fuera ayer: calles enormes, gente que no paraba de pasar, edificios que me hacían sentir chiquita… y vecinos que me hicieron sentir en casa. La señora del 3B, Nico el portero, Tía Majo del 4to piso… todos me ayudaron a adaptarme, a conocer el barrio, a armar mi espacio. Acá encontré mi lugar.

Hoy era un domingo normal… hasta que Nico apareció con su típica sonrisa cómplice:

—Martina… hoy viene un vecino nuevo.

Se me aceleró el corazón. Miré hacia el departamento B y lo vi: cargando cajas como si fueran de porcelana, moviéndose seguro, impecable… y totalmente inconsciente de que yo estaba ahí.

Sí. Él. Hernán. El mismo que en la secundaria se reía con el grupito mientras yo me escondía, flaca y tímida, haciendo todo lo posible por no ser el blanco de burlas.

Uy, pará… wow. Pensé mientras lo observaba. ¡Qué grande que está! Todo musculoso, hombros anchos… y buenote, eh. Maldito… y yo que lo recordaba flaco y medio nerd.

Respiré hondo y me obligué a hacerme la buena vecina. No podía revelar que lo reconocía.

—Hola, vecino —dije, acercándome con una sonrisa—. ¿Querés que te dé una mano con esas cajas?

—Ah, sí, gracias —respondió, un poco distraído—. Se agradece.

Y ahí empezamos a subir cajas. Yo no movía nada de lo que tenía, solo le alcanzaba las cajas y lo ayudaba a cargar. Mientras subíamos, charlábamos de lo más normal: el edificio, los vecinos, que era un lugar familiar, que si alguna vez necesitaba algo que no dudara en pedirlo.

—Bueno, gracias por todo —me dijo, respirando un poco—. Mañana tengo una entrevista para entrar en la empresa de mis sueños. Estoy con toda la esperanza de quedar…

Mi cabeza empezó a trabajar como loca. Esperá… entrevista… empresa de mis sueños… empresa… Martina… ahhh… pará… este es el chico que voy a entrevistar mañana. Pero claro, no dije nada. Solo sonreí por dentro mientras él seguía contando sus planes y expectativas.

—Bueno, te dejo que te acomodes —le dije finalmente, sonriendo—. Me alegro mucho… y mucha suerte mañana en tu entrevista.

—Gracias —respondió él, sincero y cortés—. De verdad, gracias por todo.

Se despidió y entró a su departamento. Yo volví a mi casa, cerré la puerta y me dejé caer un segundo en el sillón. Revisé unos papeles que tenía sobre las entrevistas de mañana… y ahí estaba: su currículum vitae. Hernán.

Mi sonrisa se curvó en lo que solo puedo describir como diabólica. Perfecto. Todo encajaba.

Ahora empieza mi venganza… a ver cómo te la armo mañana, Hernán.

Continuará..



#1052 en Otros
#377 en Humor
#3111 en Novela romántica

En el texto hay: romace y comedia, curvy, #enemistolovers

Editado: 16.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.