Vecinos con historia

Y ahora?

Hernán

El día arrancó con ese nudo en el estómago que ya se me estaba volviendo costumbre. Desde el ascensor no había dejado de darle vueltas a todo, y después de la frialdad de ayer, hoy tenía que volver a verla… y encima trabajar codo a codo con ella. Los jefes de arriba habían pedido un proyecto especial de marketing, y por más vueltas que diéramos, los demás del equipo ya tenían otras tareas. Nos tocaba a nosotros dos. Solos.

La sala de reuniones parecía más un ring de boxeo que un lugar de trabajo. Ella sentada frente a mí, enfocada en los papeles, sin regalarme ni una mirada. Yo traté de romper el hielo con algún comentario, una broma liviana… nada. Rebotaba contra una pared invisible.

Y entonces apareció Sofi. Bendita Sofi. Entró con su energía de siempre, dos cafés en la mano y esa sonrisa que arrastraba hasta al más amargado:
—Jefecita, te traje el café como a vos te gusta —dijo, guiñándole un ojo a Martina.

Martina alzó la vista, sorprendida, y le devolvió un “gracias” con una media sonrisa que me desarmó. Yo también recibí mi café, y al mirarla a Sofi con ojos de “auxilio”, ella entendió enseguida.

—Bueno, a ver si me cambian la atmósfera acá, porque si no van a terminar yendo a terapia de pareja. ¡Parecen un matrimonio en crisis!

El equipo que pasaba por ahí se largó a reír, yo me tenté también, pero Martina apenas escondió una sonrisa. Chiquita, pero suficiente para mí. Por primera vez en días sentí que un muro empezaba a agrietarse.

Nos pusimos a trabajar en el proyecto. Teníamos que diseñar una campaña digital para relanzar la marca en redes sociales, enfocada en los nuevos productos ecológicos que estaban por lanzar. Al principio fue todo rígido, profesional, casi frío. Pero de a poco, entre lluvia de ideas y algún comentario suelto, logré que me mirara, que hablara más de la cuenta. Sentí que algo volvía a su cauce, aunque fuera un hilo delgado.

Cuando terminamos de bosquejar el plan, ella empezó a guardar sus cosas. Yo la miré, respiré hondo y me animé:
—Martina, yo quiero mostrarte que no soy el mismo pibe que conociste en la escuela. Déjame que te lo muestre.

Ella me miró, seria, con esos ojos que podían atravesar a cualquiera.
—No sé… La única forma de que crea que cambiaste es con tus actos.

—Entonces te prometo —le dije firme— que desde ahora en más lo vas a ver en cada una de mis acciones.

No esperé respuesta. Me levanté y salí, pero por dentro latía con fuerza. Sabía que la semilla estaba plantada.

Martina

Me quedé sola en la sala, guardando mis papeles con calma, aunque por dentro el corazón me corría una maratón. Sofi tenía razón… esa ocurrencia suya del “matrimonio en crisis” me había sacado una sonrisa que no quería mostrar. Porque si aflojaba, si le daba una rendija, Hernán iba a entrar de nuevo en mi vida como un huracán.

Recordé la charla de anoche con Sofi, cuando me insistió que le contara qué había pasado en el ascensor. Me escuchó en silencio, con esos ojos pícaros pero llenos de ternura. Al final me había dicho:
—Jefecita, vos te hacés la fuerte, pero te vi temblar cuando hablaste de él. Y si ese tipo de verdad quiere cambiar, al menos dale la chance de demostrarlo.

Sus palabras me quedaron dando vueltas. Y ahora, después de escucharlo prometer que iba a probarlo con hechos, ya no estaba tan segura de poder seguir escondiéndome detrás de mis muros.

Me mordí el labio y respiré hondo. ¿Y si Sofi tenía razón?

Continuará..




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