Hernan
Martes por la mañana, la oficina empezaba a llenarse de movimiento. Yo todavía procesaba el fin de semana y el viaje de Martina, intentando mantener la calma y no parecer demasiado ansioso. La vi entrar por la puerta de recepción y me adelanté un paso:
—¿Cómo estás? —le pregunté, intentando sonar natural.
—Bien… todo… muy bien —me respondió con una sonrisa tranquila.
—Me alegro… —dije—.
Justo en ese instante, Sofí apareció con su energía característica, cortando cualquier instante de normalidad.
—Jefecita, tenés ahora la reunión con el nuevo proyecto de marketing —dijo, apuntando con entusiasmo hacia la puerta del despacho.
Martina asintió, distraída:
—Ah, cierto… sí… bueno, estaba por decir algo…
Sofí no dejó que terminara:
—Y… el que viene a trabajar con vos es el dios griego.. volvio
Los ojos de Martina se abrieron como platos, y yo la observaba desde un costado, intentando no reírme y al mismo tiempo midiendo la reacción que se venía.
—¿El dios griego? —pregunté, frunciendo un poco el ceño, más para mí que para ella.
Sofí, con una sonrisa traviesa, se giró hacia mí:
—Sí, Hernán… el ex de Martina. Es realmente un dios griego. Yo a ese hombre le rezo.
Martina, entre divertida y exasperada, le dijo:
—Sofí… basta.
—Perdón, jefecita, perdón, perdón —replicó Sofí, con ese tono de inocencia que siempre la acompañaba.
Martina se enderezó y con firmeza ordenó:
—Bueno, Sofí… hacelo pasar.
Entonces la puerta se abrió y entró él.
Wow. Definitivamente Sofí tenía razón. En mi cabeza no paraban de dar vueltas pensamientos disparatados: “Es un dios griego… tan perfecto que hasta te hace dudar de tu sexualidad”. Intenté recomponerme, pero era imposible no notar su presencia.
-Bruno… el “dios griego”, era el novio de Martina en la universidad. Una historia muy Floricienta: color de rosa, todo perfecto. Se amaban, pero cuando Bruno consiguió la beca completa para especializarse en Estados Unidos, Martina no sabía nada y se sintió dolida. No hubo terceros, solo la distancia que los obligó a terminar la relación. Cuatro años sin hablarse y ahora, inesperadamente, se cruzaba con él en su oficina- me suspiro Sofi en mí oído mirándome fijamente para ver mí reacción
Bruno caminaba con confianza, impecable en su traje, y al encontrar la mirada de Martina, le dedicó una sonrisa cálida:
—Hola, Martu… ¿cómo estás?
Ella se ruborizó ligeramente y le respondió:
—Hola, Bruno… bien, gracias. Vamos a lo importante.
Él asintió, prudente, y se acercó a la mesa donde le mostraban los avances del proyecto. Yo observaba, intentando no parecer un idiota, mientras su mirada no dejaba de seguir a Martina.
—No, no… está perfecto, es lo que yo quería, por eso te contraté —dijo Bruno—. Sabía que vos harías todo perfecto.
Martina le respondió, firme, pero con una chispa de nostalgia:
—Gracias, Bruno… -le sonrió de una manera que a mí me molestó demasiado .
—Este proyecto va a durar más o menos dos meses —explicó ella.
—Perfecto —asintió él—. Qué te parece si hoy te invito a cenar y recordamos los tiempos.
Martina me lanzó una mirada rápida, y yo me moví incómodo, un poco molesto y con el ceño fruncido, pero ella simplemente dijo:
—Bueno… está bien, dale.
—Te paso a buscar a las ocho. ¿Seguís viviendo en el departamento?
—Sí… sí, sigo ahí.
Yo, observando toda la interacción, no pude evitar pensar en lo irónico de la vida. Ahí estaba el ex de Martina, un dios griego, de vuelta en su vida justo cuando yo empezaba a construir algo genuino con ella. Y yo… parado al lado, sintiendo una mezcla de celos, humor y ansiedad, intentando procesar cómo manejar esta nueva complicación.