Propuesta

El ascensor se cerró y la miré hasta el último segundo, hasta que esa sonrisa suya desapareció detrás de las puertas.
—Buenas noches, Marti —le había dicho.

Pero apenas di tres pasos hacia mi puerta, supe que no podía quedarme ahí. No después de ese beso. No después de todo lo que venía sintiendo y negando.

Giré sobre mis talones, respiré hondo y caminé directo hacia el departamento de Martina. Cada paso retumbaba como si el edificio entero me estuviera mirando. Toqué la puerta una, dos veces.

Cuando la abrió, estaba descalza, con el vestido rojo todavía puesto y el pelo un poco despeinado. Hermosa. Simple. Real.
—¿Hernán? —preguntó, sorprendida.

—Martina… —dije, y ya no pude parar—. Yo quiero estar con vos. No quiero que esto quede como un beso y nada más. Entiendo que está el trabajo, las reglas, todo… pero te juro que quiero hacer las cosas bien. Quiero caminar con vos.

Ella me miraba con los ojos brillando, sin decir nada.

—Déjame hacerte feliz, Martu —seguí, con la voz temblándome—. Déjame ser tu novio, tu amigo, tu pareja. Lo que quieras, pero déjame estar.

Martina empezó a asentir rápido, con lágrimas en los ojos y una sonrisa chiquita que me partió al medio.
—Sí, Hernán… —susurró.

Y entonces no hubo más palabras. Me abrazó fuerte, como si el mundo se hubiera reducido a ese instante. Me besó, y fue un beso de esos que borran todo el ruido, todo el miedo, todo el pasado.
La levanté apenas del suelo, y entre risas, caricias y respiraciones cortadas, el beso se fue haciendo más intenso, más verdadero.

Cuando por fin nos separamos para poder respirar, apoyé la frente en la suya.
—Te quiero, Martu… —le dije, sin dudarlo.

Ella sonrió, con los ojos todavía húmedos.
—Cuánto hace que no me decís así, Herni.

Y ahí me reí, porque era cierto.
Porque por primera vez, sentí que ya no estábamos escapando de nada…
Sino corriendo directo hacia lo que realmente queríamos.

Continuará 😉