Vecinos con historia

Oh no, papá volvio

Era miércoles a la tarde, esa parte de la semana en la que todos están medio muertos pero ya huelen el viernes.
Martina estaba cerrando mails cuando suena su celular.
El nombre la deja muda.

PAPÁ.

Respiré hondo antes de contestar, intentando que mi voz sonara normal, como si no tuviera el estómago hecho un nudo.

—Hola, pa.

—Hola, hija —su voz sonaba diferente… más cerca, menos eco—. ¿Estás ocupada?

—Estoy cerrando unas cosas del trabajo, pero puedo hablar —me acomodé en la silla, tratando de que Sophie no leyera mi microexpresión de “¿qué pasó ahora?”.

—Bueno… quería avisarte que ya llegué. Ya estoy en Argentina.

Me quedé muda dos segundos.
No porque fuera raro que viajara… sino porque viajaba cuando había quilombo.
Siempre.

—¿Cómo que ya llegaste? ¿No era que todavía te quedaban reuniones en Madrid?

—Se resolvió todo más rápido de lo que pensaba. —Pausa breve, demasiado natural para mí—. La empresa quedó en orden, firmé todo lo que había que firmar. Ya está.

Tragué saliva.

Genial. Justo ahora que por fin tengo una vida emocional más o menos ordenada, él aparece como si fuera el capítulo extra que nadie pidió.”

—¿Vas a quedarte mucho tiempo? —pregunté, tratando de que no sonara a “por favor Dios que sea poco”.

—Un tiempo, sí. Después te cuento con más detalle. ¿Vos cómo estás?

Ahí me quedé en silencio un instante.
¿Cómo estoy?

A nivel vida: muy bien.
A nivel trabajo: estresada.
A nivel corazón: peligrosamente feliz.
A nivel “mi papá se entera que estoy saliendo con mi empleado”: hagan sus apuestas.

—Bien… bien —mentí mitad y mitad—. Pasaron un par de cosas estos días. Tengo que contarte, pero prefiero hacerlo en persona.

—¿Todo bien? —preguntó él enseguida, porque mi papá no será perfecto pero instinto tiene.

—Sí, sí —respondí rápido—. Nada malo. Solo… cosas. Cambios.

Cambios”, pensé.
Tipo que estoy enamorada. Tipo que ya no me banco esconderme. Tipo que estoy con un tipo que no solo me mueve el piso, sino que me hace sentir vista, segura, querida… Y vos, papá, sos medio cavernícola para algunas cosas. Así que ayuda.”

—Bueno, entonces cuando tengas un hueco, cenamos —dijo él con esa voz tranquila que siempre usa cuando está ocultando que trae algo entre manos.

—Dale. Yo te llamo. —Miré la hora, consciente de que Hernán ya debía estar en casa cocinándome pasta—. Ahora tengo que cortar, pa. tengo que terminar mil cosas.

—Te quiero, hija.

—Yo también.

Corté.

Me quedé mirando el celular unos segundos más, como si fuera a vibrar de nuevo y decirme “jaja mentira, todavía sigo en Europa”.

Suspiré.
“Bueno, Martina…
Tu papá está de vuelta.
Vos tenés un novio que es tu empleado directo.
La empresa entera ya lo sabe.
Los haters están afiladísimos.
Tus amigas están fascinadas.
Y encima estás peligrosamente feliz.”
Genial.
Hermosa combinación de quilombos.

Guardé el celular, me levanté de la silla y me hice un moño improvisado.

—Listo, Martu —me dije bajito—. Tenés que contarle a tu papá que estás con Hernán. Que no es una aventura. Que no es un capricho. Que es serio… y que te hace bien.

Y mientras apagaba la computadora, no pude evitar sonreír un poquito.

Porque sí.
Yo estaba llena de miedos, de dudas y de quilombos logísticos.

Pero estaba enamorada.
Y eso, para una mujer como yo, ya era una revolución.



#1618 en Otros
#521 en Humor
#4744 en Novela romántica

En el texto hay: romace y comedia, curvy, #enemistolovers

Editado: 28.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.