- Apresúrese mi niña- decía la mujer mayor con la respiración acelerada mientras tiraba del brazo de la adolescente.
Rápidamente los gritos llenaron los pasillos del castillo, llenando de miedo a los habitantes de este. Ambas mujeres siguieron corriendo mientras veían pasar rápidamente a los sirvientes que buscaban un lugar en donde esconderse con la esperanza de sobrevivir de la desgracia que se acercaba hacia ellos.
Pasando por un ventanal cuando la adolescente se detuvo impresionada y aterrada por la escena que se desarrollaba allí afuera. Hombres sosteniendo espadas, enfrascados en una guerra mortal, un bando buscando destruirlo todo, el otro intentando dar tiempo a los más débiles para huir, pero aún así eran alcanzados rápidamente por esos hombres, que más que personas parecían demonios.
La escena que se desarrollaba frente a ella era la viva imagen de una obra creada en el mismo infierno, ancianos siendo atravesados por espadas o cualquier arma filosa, las mujeres siendo violadas por más de un hombres y niños amarrados con sogas como animales. Rápidamente la mirada de la joven se dirigió hacia una escena desgarradora, un pequeño niño llorando sobre el cuerpo de la que supuso era su madre llenándose de su sangre.
Esa escena la sobrepasó, no podía creer lo que veía, lo que una vez fue un fuerte reino hoy quedaba sumido en el dolor y la sangre. Una mano se posó sobre su brazo, sacándole de su aturdimiento. Giro lentamente su rostro para ver al de la anciana mujer lleno de terror y ante todo angustia, vio en sus ojos que normalmente estaban llenos de sabiduría y alegría , llenarse del desasosiego que era un reflejo del suyo.
-Vamos mi niña, no podemos hacer nada por ellos- dijo con voz suave a esa jovencita que había visto crecer
La adolescente giró su rostro para una vez más mirar la desgracia que se desarrollaba bajo esa oscura noche mientras dejaba que las lágrimas, que estuvo conteniendo, corrieran libremente por sus rosadas mejillas dejando así una muestra de su dolor.
Ahí estaba sentada, apoyando la espalda sobre la dura pared de esa sucia y fría cueva, con sus ojos oscuros veía como los rayos de luz entraban por la entrada, llenándola de una inesperada calidez. Hacía tiempo que estaba despierta observando la oscuridad que la rodeaba, viendo como la luz poco a poco iba apropiando terreno sobre esta, obligándola a retroceder hasta lo más profundo de la cueva. Hacía tiempo que se había acostumbrado a dormir poco las pesadillas le impedían descansar de manera digna, ya le era habitual despertarse sin la protección de la luz, como había sido desde ese día en que su vida cambio para siempre.
Se quedo un rato así mirando la estela de luz que dejaba a su paso un rastro de polvo que de otra forma no sería posible de ver. Tomo una suave respiración como si estuviera buscando valor, apoyo su mano derecha en la irregular pared y tomando impulso se puso de pie, para después dirigirse hacia la salida para comenzar un nuevo día. Al salir levanto su rostro al cielo mirando el cielo sin una sola nube, pronto cerro sus ojos levantando sus brazos dejándose llevar por la calma que el bosque trasmitía, sintió la tierra bajo su piel, al suave viento golpear su rostro y escucho cada sonido el de los animales al pastar, los pájaros volando, el zumbido de las abejas, el aleteo de las mariposas y sobre todo escucho el arroyo que se encontraba a unos a poca distancia donde ella se encontraba. Pronto abrió los ojos giro su cuerpo a la izquierda y siguió el sonido del agua. Camino por el bosque, salto raíces, vio a los pájaros volar por sobre su cabeza. Siguió caminando por un cuarto de hora hasta que unos arbustos taparon su camino. Extendió su brazo derecho y con cuidado corrió un poco las ramas dejando un espacio suficiente para que pudiera pasar su pierna y luego la otra. Una vez paso el obstáculo pudo ver un rio tranquilo de aguas color esmeraldas, rodeados de altos arboles que unían sus ramas entre sí formando un techo de hojas que dejaba pasar pequeños rayos de sol.
Rápidamente se deshizo de su raída camisa y su sucio pantalón, y con pequeños pasos empezó a sumergirse en el rio hasta que el agua llego a su cintura. Tomo aire y se sumergió completamente en el agua. Salió y empezó a tallarse los brazos para sacarse la mugre que acumulo el día anterior buscando comida, o más bien intentándolo. Siguió limpiando su cuerpo hasta que sus dedos tocaron esa irregularidad que se encontraba en su vientre bajo, no tenia que mirarlo para saber lo que ahí se encontraba, era una cicatriz, una de tantas que tenía como recuerdo de su paso por el infierno. Recorrió la irregularidad de la piel de derecha a izquierda con aire distraído, fijando su mirada distraída hacia el frente mirando el bosque sin mirar, su vista estaba en el pasado, dejo de acariciar la cicatriz para dirigirla hacia su espalda para tocar aquella que se encontraban en toda su espalda. Solo tenía eso, cicatrices, solo era eso, algo que se lastimo, algo que fue dañado por otros dejando a sus pasos cicatrices que a pesar de estar curadas jamás desaparecerían.
Decidió dejar de pensar en el pasado por ese momento, siguió lavándose, desenredo su pelo negro como la misma oscuridad, corto hasta sus hombros. Una vez que termino, nado un rato por el rio boca arriba mirando los pequeños rayos de luz que pasaban por entre las ramas, estuvo así por un rato hasta que decidió salir del rio. Cuando termino de cambiarse volvió hacia la cueva en donde vivía, allí se encontró con las pocas pertenencias que tenia, otra muda de ropa, y una pequeña daga con la que se podría defender. Tomo el arma y se dirigió hacia el interior del bosque esperando poder encontrar algo para comer.