Veigar, El Amo Del Mal

Relato I: Pacto Sangriento

5 años antes de obtener sus poderes.

En ese tiempo Veigar era prisionero en las profundidades del Bastion Inmortal y permanecía encerrado en un guantelete donde antaño el rey brujo lo mantenia encarcelado. Sin embargo, varios años han transcurrido desde la Caida de Mordekaiser y el Guantelete ahora a pasado como un objeto de prueba para un poderoso hechicero perteneciente a la Rosa Negra, el gobierno secreto que regia Noxus desde las Sombras; en el dolor y el odio el Yordle encuentra un objeto que le otorga la libertad y el don del oscuriam, un poder capaz de retorcer la materia oscura y usarla a su favor. Veigar envuelto en furia he ira asesina se lanza contra aquellos que alguna vez lo torturaron, logrando escapar de su confinamiento y asesinando a sus esclavistas. Ahora en la ultima fase de su venganza, se da cuenta que el poder que adquirió, también puede ser su mayor condena.

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Veigar se dobló por la mitad mientras de su cuerpo ascendía humo: luchaba contra la presencia que se le había metido dentro, una presencia que por causa de su estúpida curiosidad lo había condenado. No era igual que la experiencia que había tenido con Mordekaiser; eso era mucho, muchísimo peor. El espíritu que lo poseía le impregnaba la carne y los huesos, se le enroscaba en torno al corazón como una serpiente y no dejaba más que vacío donde antes había estado su alma. Él se enfurecía contra el gélido toque del espíritu y concentraba toda la voluntad en expulsar de su interior a la presencia; pero no lograba absolutamente nada. Una risa feroz resonó dentro de su mente.

—¡Suéltame! —grito Veigar.

—¿Soltarte? Pero si acabo de adquirirte. ¿Sabes durante cuánto tiempo he esperado a un sirviente como tú? Un Yordle.

Con un rugido, el Yordle se lanzó hacia el cristal. Tomo el vidrio que había usado para matar a su otro torturador y descargó una lluvia de golpes sobre la relumbrante superficie. El acero y el cristal oscuro sonaron como un doblar de campanas, y cuando retrocedió con paso tambaleante, con las fuerzas agotadas la facetada superficie estaba intacta.

—¡Vaya manera de tratar tus pequeñas manos, Veigar! Si continúas haciendo eso, te estropearás los dedos.

—¿Qué eres? —gritó Veigar, frenético de furia.

—¿Yo? Comparado contigo, soy como un dios. —Una insensible risa entre dientes reverberó por toda la sala—. Tu raza, con sus rudimentarias percepciones, me llamaría demonio. No podrías pronunciar mi nombre aunque dispusieras de cien años para intentarlo. Para nuestros propósitos, puedes llamarme Kairos. Con eso bastará.

—¿Un espíritu? ¿Un demonio?—Veigar sintió vértigo ante el pensamiento.

«¿Un demonio? ¿Dentro de mí? ¡No, no lo permitiré!» El Yordle cayó de rodillas y desenvainó la daga, cuya punta partida se apoyó contra la garganta.

— ¡Yo no soy esclavo de nadie, ya sea demonio o dios!

—Si clavas esa hoja, no sólo morirás como esclavo, sino que continuarás siendo mi servidor por toda la eternidad —dijo el demonio con voz fría y severa.

—Estás mintiendo.

—Clávatela, entonces, y lo descubrirás.

La mente del yordle trabajaba a toda velocidad.

«Hazlo. Te miente. ¡Es mejor morir que vivir de este modo!» Pero la duda atormentaba su mente. «¿Y si dice la verdad? ¿Qué razón tiene para mentir?»

Con un gruñido bestial, Veigar dejó caer la daga al suelo.

—¿Has querido decir que podría dejar de ser tu esclavo?

—Eso está mejor —replicó Kairos, con un tono de aprobación en la pétrea voz—. Eres un pequeño yordle muy listo. Sí, haré un trato contigo. Un intercambio: tu servicio, por tu libertad. Dame tu servicio, y yo renunciaré al poder que tengo sobre ti. ¿Qué podría ser más justo que eso?

Veigar frunció el entrecejo.

—No soy brujo. Soy hechicero.

—Deja la brujería para mí, pequeño yordle. Supongo que conoces la historia de este lugar; de ese gusano de Mordekaiser y del perro infeliz de Ehrenlish, el perro que te torturo bajo sus ordenes y los parásitos de sus compinches. Tienes que conocerla… Fueron los alaridos de Ehrenlish los que oí cuando el gran vacio oscuro que le lanzaste lo consumió. ¡Cómo he anhelado oír ese sonido, Veigar! Sabía que antes o después aparecería ese estúpido esbirro del Rey Brujo, Pero el modo en como lo mataste, ¡Oh, maravilloso! ¡Tienes mi gratitud por ello!

—Continúa, demonio —gruñó el yordle—. A diferencia de ti, yo puedo morir de viejo.

—No entre estas paredes, pequeño Yordle…, al menos no durante mucho, muchísimo tiempo. Pero estoy divagando. Mordekaiser y la desgraciada Rosa Negra…, que eran viles gusanos pusilánimes consiguieron, a un alto precio, atraparme dentro de ese anillo; eso, hace muchos milenios.

—¿Cómo te atraparon?

—Cómo lo hicieron no tiene importancia. Basta con decir que lo hicieron. Me encerraron en este lugar y me convirtieron en su esclavo. Estoy seguro de que te das cuenta de lo horrible que fue eso.

—Más razón aún para que me sueltes —gruñó Veigar.

—No te tomes a la ligera mis trágicas circunstancias, pequeño yordle—,replicó el demonio con frialdad—. Los cinco brujos y su señor de la muerte se alimentaron de mi vasto poder para lograr sus insignificantes planes. Uno quería el entendimiento de la muerte y la otra… Uhm.. la otra era una idiota. Pero jugaron con poderes que estaban muy por encima del saber de los mortales; y solo el rey brujo en su infinita sabiduría sabe el poder que poseo. Uno a uno, cada uno de esos hechiceros que traicionaron al rey brujo tuvieron un final terrible, excepto con aquellos dos perros. Si Vladimir y Leblanc, pero pronto seré libre y les haré pagar, y a Raum, a ese perro miserable le haré sufrir tanto, que va a desear no haber nacido, pero divago nuevamente. Sin embargo, aún perduran las protecciones que esos necios de la Rosa Negra pusieron sobre mí. ¡Maldigo sus nombres por toda la eternidad y maldigo a Mordekaiser, pero debo admitir que hicieron un buen trabajo cuando construyeron esta espantosa prisión anillo! En cuanto desapareció Mordekaiser, comencé a arañar las paredes de mi celda y te encontré. Las protecciones eran demasiado potentes, incluso para alguien como yo, pero al final di contigo y te pusiste el anillo. Espero que hallas disfrutado tu venganza.




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