El palacio de Astrae era un lugar de opulencia y poder, con sus altas torres de piedra y sus salones adornados con tapices que narraban las glorias pasadas del reino. Pero para el príncipe Kael Ravaryn, esas paredes eran una prisión. Cada día que pasaba dentro de esos muros, sentía que el peso de las expectativas y las tradiciones lo aplastaba un poco más.
Kael no había dormido bien en semanas y menos aún después de aquel encuentro con esa chica extraña en el bosque y de lo sucedido allí. Cada noche, el mismo sueño lo atormentaba: una criatura de sombras con múltiples ojos brillantes lo perseguía a través de un bosque oscuro, mientras una voz susurraba en su mente, diciéndole cosas que no podía entender. Se despertaba sudando, con el corazón acelerado y una sensación de desesperación que no podía explicar.
—¿Otra pesadilla?—preguntó su sirviente, un joven llamado Eamon, mientras le entregaba una taza de té caliente.
Kael asintió, pasándose una mano por el rostro.
—Sí—dijo, su voz cansada—. Pero no importa. Tengo que prepararme para la reunión con el consejo.
Eamon lo miró con preocupación, pero no dijo nada. Sabía que Kael estaba bajo una presión inmensa, y que no había mucho que pudiera hacer para ayudarlo.
El consejo real estaba reunido en el gran salón, y Kael sabía que no sería una reunión fácil. Desde que su padre, el Rey Aldred, había anunciado que queria hacer una alianza con Luntharys, la corte había estado dividida. Algunos apoyaban la alianza, viéndola como una forma de fortalecer el reino. Otros, sin embargo, la veían como una traición a los valores humanos.
—Kael—dijo Lord Malvyn, uno de los nobles más influyentes de la corte—. Debes entender que esta alianza entre los dos reinos es un peligro para todos. Es tu deber asegurarte de que esta alianza sea beneficiosa para Astrae.
Kael asintió, pero en su interior, sentía una ira contenida. No le gustaba que decidieran por él, y menos aún que lo trataran como un peón en un juego de poder.
—Lo entiendo, Lord Malvyn—dijo, manteniendo la calma—. Pero también debe considerar los sentimientos de los seres mágicos. No podemos forzar una alianza si no hay confianza mutua.
Malvyn sonrió, pero su sonrisa no llegaba a los ojos.
—Los sentimientos son un lujo que no podemos permitirnos, príncipe—dijo—. Si el reino está en peligro, debemos hacer lo que sea necesario para protegerlo.
Pero no era solo la presión de la corte lo que atormentaba a Kael. También estaba Lady Sybelle, la hija de Lord Malvyn, quien había sido presentada como su prometida por el consejo. Sybelle era hermosa, con ojos verdes que parecían penetrar en el alma. Pero detrás de esa belleza, Kael sentía algo oscuro y manipulador.
—Kael, mi amor—dijo Sybelle esa tarde, acercándose a él en los jardines del palacio—. Debes entender que este matrimonio es lo mejor para ambos. Juntos, podemos asegurar el futuro de Astrae.
Kael la miró, sintiendo una oleada de incomodidad.
—Sybelle, no te conozco lo suficiente como para hablar de amor—dijo, tratando de ser amable pero firme—. Y no creo que un matrimonio forzado sea la solución.
Sybelle sonrió, pero su sonrisa era fría y calculadora.
—El amor puede crecer con el tiempo—dijo—. Y, después de todo, ¿qué otra opción tienes?
Esa noche, Kael no pudo soportarlo más. Las paredes del palacio parecían cerrarse a su alrededor, y la presión de la corte, las pesadillas y la presencia de Sybelle lo estaban consumiendo. Necesitaba escapar, aunque fuera por unas horas.
Vistiéndose con ropas sencillas y cubriéndose con una capa, Kael salió sigilosamente del palacio, evitando a los guardias y adentrándose en las calles de Astrae. La ciudad estaba tranquila, con solo unas pocas luces brillando en las ventanas de las casas. Kael caminó sin rumbo fijo, disfrutando de la sensación de libertad que le daba estar lejos de las expectativas y las tradiciones.
Finalmente, llegó al bosque prohibido otra vez, donde un viejo árbol se alzaba en el centro, sus ramas extendiéndose hacia el cielo. Kael se sentó bajo el árbol, cerrando los ojos y tratando de calmar su mente.
Por otro lado, el bosque estaba envuelto en una niebla plateada, iluminado por la luz tenue de la luna llena que filtraba a través de las ramas de los árboles. Era un lugar mágico, donde el tiempo parecía detenerse y el aire estaba cargado de una energía antigua. Selene caminaba entre los árboles, sintiendo cómo la magia lunar fluía a través de ella, conectándola con la naturaleza que la rodeaba.
Había cruzado el Velo Estelar en secreto, buscando respuestas sobre la sombra que había visto días atrás. Sabía que algo oscuro se movía en Astrae, y no podía quedarse de brazos cruzados. Pero lo que no esperaba era encontrarse con aquel hombre una vez más.
—¿Qué haces aquí?—preguntó con una voz suave.
Kael abrió los ojos y vio a Selene, de pie, frente a él. Su cabello plateado brillaba bajo la luz de la luna, y sus ojos violetas lo miraban con curiosidad.
—Hola—dijo Kael, sorprendido—. ¿Qué haces aquí de nuevo?
—Lo mismo que tú—dijo Selene, sentándose a su lado—. Buscando un momento de paz.
Kael la miró, sintiendo una conexión que no podía explicar. En ese momento, bajo la luz de la luna, supo que su destino estaba entrelazado con el de Selene.
—¿Quién eres?—preguntó Kael, acercándose con cautela.
Selene lo miró, sintiendo una oleada de curiosidad. No revelaría su verdadera identidad, pero algo en ese joven la intrigaba.
—Soy solo una viajera—dijo Selene, con una sonrisa enigmática—. ¿Y tú? ¿Qué hace un joven como tú vagando por el bosque en una noche como esta?
Kael se encogió de hombros, tratando de parecer despreocupado.
—Pues como has dicho busco un momento de paz—dijo—. A veces, el estar rodeado de tantas personas puede ser... sofocantes.
Selene asintió, entendiendo perfectamente lo que quería decir.
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Editado: 10.03.2025