Al cabo de unas semanas El Reino de Astrae estaba en alerta. Los rumores llegaban a la corte como un viento frío, trayendo noticias de aldeas devastadas y criaturas oscuras que acechaban en las sombras. El miedo comenzaba a extenderse entre la gente, y el Rey Aldred sabía que no podía ignorar las señales.
En el gran salón del palacio, los nobles y consejeros se reunieron para discutir las noticias que llegaban de las tierras fronterizas. Lord Malvyn, fue el primero en hablar.
—Majestad—dijo, con una voz grave y llena de preocupación—, las aldeas del norte han sido arrasadas. Los supervivientes hablan de criaturas de sombra que aparecen en la noche, devorando todo a su paso. Esto no es un simple ataque de bandidos. Es algo más oscuro.
El Rey Aldred, sentado en su trono con una expresión severa, asintió lentamente.
—¿Y qué sugieres que hagamos, Lord Malvyn?—preguntó, mirando al noble con ojos penetrantes.
—Debemos fortalecer nuestras defensas—dijo Malvyn—. Y considerar la posibilidad de que esta amenaza esté relacionada con los seres mágicos de Luntharys. Quizás su magia ha despertado algo que no debería existir.
Kael, que estaba presente en la reunión, sintió una oleada de ira al escuchar las palabras de Malvyn. Sabía que el noble estaba manipulando la situación, pero no podía decir nada sin revelar su desacuerdo abiertamente.
—No podemos culpar a Luntharys sin pruebas—dijo Kael, interviniendo con cautela—. Debemos investigar antes de sacar conclusiones.
Malvyn lo miró con una sonrisa fría.
—El príncipe tiene un punto—dijo—. Pero no podemos darnos el lujo de ser ingenuos. La seguridad del reino está en juego.
Después de la reunión, Kael se dirigió al patio de entrenamiento, donde los soldados de la guardia real practicaban sus habilidades. Necesitaba despejar su mente y enfocarse en algo tangible.
—Príncipe—dijo el capitán de la guardia, un hombre alto y musculoso llamado Garrick—. ¿Listo para entrenar?
Kael asintió, tomando una espada de entrenamiento. Aunque no era un guerrero experimentado, sabía que debía estar preparado para lo que viniera.
El entrenamiento fue intenso. Kael se esforzó por seguir el ritmo de los soldados, pero su mente no estaba del todo en el combate. No podía dejar de pensar en las palabras de Malvyn y en la oscuridad que se cernía sobre el reino.
De repente, durante un ejercicio, Kael sintió un extraño calor en sus manos. La espada que sostenía comenzó a brillar con una luz tenue, y una pequeña llama apareció en la hoja. Los soldados no se dieron cuenta de lo que pasaba, Kael se quedó mirando con asombro. No entendía lo que estaba sucediendo, pero sabía que era algo relacionado con la extraña energía que había sentido en el bosque, cuando estaba con Selene.
Más tarde, mientras Kael se preparaba para retirarse a sus aposentos, Lord Malvyn lo detuvo en un pasillo oscuro del palacio.
—Príncipe—dijo Malvyn, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Parece que tienes... dudas interesantes sobre lo que pasa en el reino.
Kael lo miró con cautela, sintiendo una oleada de incomodidad.
—No sé de qué hablas—dijo, tratando de mantener la calma.
Malvyn se acercó un poco más, bajando la voz.
—No intentes engañarme, Kael—dijo—. Sé que escondes algo, algo que no es humano. Y si no tienes cuidado, ese secreto podría ser peligroso para ti... y para tu familia.
Kael sintió un nudo en el estómago. No sabía cómo Malvyn había descubierto su secreto, pero sabía que no podía confiar en él.
—No tienes idea de lo que hablas—dijo Kael, con firmeza—. Y si intentas usar esto en mi contra, te arrepentirás.
Malvyn rio, un sonido frío y calculador.
—Veremos, príncipe—dijo—. Veremos.
La Reina Lysara y el Rey Aldred: Una Conversación Secreta
Esa noche, en los aposentos privados del rey, la Reina Lysara se reunió con su esposo en secreto. Lysara, con su piel iridiscente y sus ojos azul celeste, era un espectáculo de belleza y gracia, pero esa noche, su rostro estaba lleno de preocupación.
—Aldred—dijo, con una voz suave pero firme—. No podemos seguir ignorando lo que está sucediendo. Las sombras que acechan nuestro reino pueden ser obra de Nyxmar, y si no actuamos pronto, será demasiado tarde.
El Rey Aldred la miró, con una expresión de conflicto en su rostro.
—Lo sé, Lysara—dijo—. Pero no puedo actuar sin pruebas. Si décimos que es posible que Nyxmar allá vuelto, el pánico se apoderará del reino.
Lysara se acercó a él, tomando sus manos entre las suyas.
—Kael está en peligro—dijo—. Su poder podría despertar. Debemos protegerlo.
Aldred suspiró, sintiendo el peso de sus palabras.
—Lo protegeré—dijo—. Pero también debemos prepararnos para lo que viene. Si nuestras sospechas son ciertas, Nyxmar no será fácil de derrotar.
Lysara asintió, sabiendo que su esposo tenía razón.
—Entonces actuemos juntos—dijo—. Por nuestro hijo, y por el futuro de Astrae.
Y así, en la quietud de la noche, el rey y la reina hicieron un pacto en secreto, sabiendo que la oscuridad que se avecinaba pondría a prueba no solo su reino, sino también su amor y su lealtad.
Mientras tanto, en las sombras, el hombre que despertó a Nyxmar continuaba tejiendo su red de intrigas, y Nyxmar, el Devorador de Almas, esperaba pacientemente su momento para devorar todo a su paso.
El destino de Velaria estaba en juego, y las piezas comenzaban a moverse en un tablero que nadie podía controlar por completo.
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Editado: 12.04.2025