La noticia de que Nyxmar, el Devorador de Almas, estaba detrás de las devastaciones que azotaban ambos reinos se extendió como un reguero de pólvora. En Astrae, los nobles y consejeros se reunieron en el gran salón del palacio, mientras que en Luntharys, los magos y hadas discutían en voz baja sobre la amenaza que se cernía sobre ellos.
Mientras los reinos se preparaban para la batalla, Kael y Selene se encontraron a escondidas una vez más. Esta vez, fue durante el día, en un pequeño pueblo cerca de la frontera entre ambos reinos. Kael había insistido en mostrarle a Selene su mundo, y ella, aunque cautelosa, aceptó con curiosidad.
—Este es uno de los pueblos más antiguos de Astrae—dijo Kael, caminando junto a Selene por las calles empedradas—. La gente aquí es sencilla, pero su corazón es grande.
Selene observó todo con ojos curiosos, maravillándose de la vida cotidiana de los humanos. Aunque había crecido escuchando historias sobre su crueldad, ahora veía algo más: familias que se reían juntas, niños que jugaban en las calles, y ancianos que compartían historias en las plazas.
—Es diferente de lo que imaginaba—dijo Selene, con una sonrisa—. No todos los humanos son como los pintan las historias.
Kael la miró, sintiendo una oleada de alivio.
—Y no todos los seres mágicos son como los pintan las nuestras—dijo—. Quizás hay más en común entre nosotros de lo que pensamos.
Los dos continuaron caminando, compartiendo risas y conversaciones. La tensión romántica entre ellos crecía con cada momento que pasaban juntos, aunque ambos sabían que su amor estaba marcado por la desconfianza y las expectativas de sus reinos.
—Oye—dijo Selene, deteniéndose frente a un pequeño estanque—. ¿Cuándo vas a decirme tu nombre?
Kael la miró con una pequeña sonrisa en sus labios.
—No lo sé—dijo—. Tal vez cuando me digas el tuyo.
Selene sonrió, sintiendo una oleada de desconfianza.
—Entonces lo haremos juntos—dijo—. Poro no en este momento.
Esa noche, en el palacio de Astrae, el consejo real se reunió para discutir la amenaza de Nyxmar. El Rey Aldred presidía la reunión, con una expresión grave y severa.
—Nyxmar es una amenaza para todos—dijo el rey—. Si no actuamos pronto, no habrá reino que pueda contenerlo.
Lord Malvyn, fue el primero en hablar.
—Debemos fortalecer nuestras defensas—dijo—. Y considerar la posibilidad de una alianza con Luntharys como solicito el rey creo que ahora podría resultar. Aunque desconfío de su magia, quizás sea nuestra única esperanza.
Kael, que estaba presente en la reunión, sintió una oleada de esperanza al escuchar las palabras de Malvyn. Aunque no confiaba en el noble, sabía que una alianza era la única forma de derrotar a Nyxmar.
—Estoy de acuerdo—dijo Kael—. Necesitamos su ayuda, y ellos necesitan la nuestra.
El rey asintió lentamente, sabiendo que su hijo tenía razón.
—Entonces enviaremos mensajeros a Luntharys—dijo—. Y prepararemos nuestras fuerzas para la batalla que se avecina.
Mientras tanto, en Luntharys, la Reina Elaria había comenzado a sospechar que su hija estaba ocultando algo. Selene había estado escapándose del palacio con frecuencia, y la reina sabía que no era solo para explorar el bosque.
—Sigan a la princesa—dijo la reina a uno de sus guardias más leales—. Descubran adónde va y con quién se encuentra.
El guardia asintió y partió en silencio, siguiendo a Selene la próxima vez que salió del palacio. Lo que descubrió lo dejó atónito: la princesa se encontraba con el príncipe de Astrae, y los dos parecían estar profundamente conectados.
Cuando el guardia regresó y le contó a la reina lo que había visto, Elaria sintió una oleada de preocupación y conflicto.
—Selene—murmuró la reina, mirando por la ventana hacia el bosque—. ¿Qué estás haciendo?
La reina sabia que mientras los reinos se preparaban para la batalla que se avecinaba, Kael y Selene podrían ser su única esperanza y que su unión sería la clave para derrotar a Nyxmar. Pero también sabía que el camino no sería fácil, y que las traiciones y los secretos pondrían a prueba su lealtad y su coraje.
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Editado: 12.04.2025