El crepúsculo caía sobre el reino de Astrae cuando la noticia llegó a la corte. La sala del trono estaba en un silencio tenso mientras el rey Aldred Ravaryn observaba a su hijo con una expresión grave.
—Kael, la situación es más grave de lo que imaginábamos. Nyxmar está despertando. Necesitamos esta alianza con Luntharys para fortalecer nuestras defensas —dijo el rey con voz firme.
Kael apretó los puños. Apenas habían pasado unos días después del torneo y el anuncio de su compromiso son lady Sybelle y ya se encontraba atrapado en una decisión que no era suya. La idea del matrimonio no le molestaba en sí, prefería eso a casarse con lady Sybelle Dargent; lo que lo inquietaba era que todo su destino estuviera siendo decidido sin su voz.
—Así que la solución es casarme con una maga —dijo con frialdad—. No sabemos nada de ellos y ellos no saben nada de nosotros.
—Precisamente por eso necesitamos unirnos —replicó el rey—. No se trata solo de nosotros, sino del futuro del continente.
Kael no respondió. Sabía que discutir con su padre era una causa perdida.
El anuncio de la ruptura del compromiso entre el príncipe Kael y Lady Sybelle cayó como una bomba en la corte de Astrae. La noticia se extendió rápidamente, provocando reacciones de indignación, sorpresa y, en algunos casos, furia.
Lady Sybelle, al enterarse de la noticia, estalló en una ira fría y calculadora. Su cabello rojo sangre parecía brillar con una luz siniestra mientras recorría los pasillos del palacio, buscando a su padre, Lord Malvyn Dargent.
—¡Padre!—gritó, entrando en su estudio sin previo aviso—. ¿Has oído lo que ha hecho el rey? ¡Ha roto mi compromiso con Kael!
Lord Malvyn, sentado detrás de su escritorio, levantó la vista con una expresión calmada, pero sus ojos brillaban con una ira contenida.
—Lo sé, hija—dijo, con voz tranquila, pero llena de peligro—. El rey ha cometido un grave error. Pero no te preocupes.
Sybelle lo miró, con los ojos llenos de determinación.
—No puedo permitir que Kael se case con esa princesa mágica—dijo—. Si lo hace, todo mi trabajo habrá sido en vano.
—Si lo hará—dijo Malvyn, con una sonrisa fría—. Necesitamos esta alianza con el reino mágico, pero no te desanimes juntos, aseguraremos que esta alianza se desmorone.
En el gran salón del palacio, los nobles y consejeros se reunieron para discutir la decisión del rey. Muchos estaban indignados, creyendo que la ruptura del compromiso con Lady Sybelle era un insulto a la familia Dargent y una muestra de debilidad por parte del rey.
—Majestad—dijo uno de los nobles, con voz temblorosa, pero llena de ira—, ¿cómo puede romper el compromiso con Lady Sybelle sin consultar al consejo? Esto es una traición a nuestras tradiciones.
El Rey Aldred, sentado en su trono con una expresión severa, levantó la mano para calmar los ánimos.
—La decisión fue mía, y la tomé por el bien del reino—dijo—. Nyxmar es una amenaza que no podemos enfrentar solos. Necesitamos la ayuda de Luntharys, y esta alianza es nuestra única esperanza.
Pero sus palabras no calmaban a los nobles, que murmuraban entre sí, llenos de desconfianza y resentimiento.
Mientras tanto, en las sombras, los planes de los malvados comenzaron a tomar forma, amenazando con destruir cualquier posibilidad de alianza entre los reinos.
Esa noche, en una cámara secreta bajo el palacio, las dos personas que despertaron a Nyxmar y un tercer invitado se reunieron para planear su próximo movimiento. El tercer invitado era un mago oscuro, un hombre de rostro pálido y ojos negros como el carbón, que había estado trabajando en secreto para despertar a Nyxmar.
—El rey ha cometido un error—dijo el lord, mirando a los otros dos—. Pero esto nos da la oportunidad de actuar. Debemos asegurarnos de que la alianza entre Astrae y Luntharys nunca se concrete.
—¿Y cómo lo haremos?—preguntó el mago oscuro, con una voz rasposa y llena de malicia.
—Atacaremos Luntharys—dijo la mujer a su lado, con una sonrisa siniestra—. Si el Velo Estelar cae, los humanos y los seres mágicos se culparán mutuamente, y la alianza se desmoronará.
El lord asintió, satisfecho, con el plan.
—Hazlo—dijo al mago oscuro—. Asegúrate de que el ataque sea lo suficientemente fuerte como para debilitar el Velo, pero no tanto como para destruirlo por completo. Queremos que la desconfianza crezca entre ellos.
Al día siguiente, el ataque comenzó. Una oleada de criaturas oscuras, convocadas por el mago oscuro, se abalanzó sobre las fronteras de Luntharys. Las sombras golpearon el Velo Estelar con una fuerza tremenda, causando grietas en la barrera mágica que protegía el reino.
En el Palacio de la Luna, la Reina Elaria y Selene sintieron el impacto del ataque.
—¡Madre!—gritó Selene, corriendo hacia la reina—. El Velo está siendo atacado.
La reina, con una expresión de preocupación y furia, asintió.
—Es Nyxmar—dijo—. O alguien que trabaja para él.
Los magos y hadas de Luntharys lucharon valientemente para repeler el ataque, pero el daño ya estaba hecho. El Velo Estelar, aunque no se rompió por completo, estaba gravemente debilitado.
Pero para los que tejían hilos de oscuridad por ambos reinos los planes no salieron como esperaban, ya que el ataque no termino con la alianza sino que la afianzo.
Después del ataque, la Reina Elaria se reunió con sus consejeros en el gran salón del palacio. La tensión en la habitación era palpable.
—No podemos seguir así—dijo la reina, con voz firme—. Si el Velo cae, Nyxmar nos devorará a todos.
—¿Y qué sugieres, majestad?—preguntó uno de los magos, con voz temblorosa.
La reina suspiró, sabiendo que la decisión que estaba a punto de tomar sería controvertida.
—Aceptaremos la alianza con Astrae—dijo—. No nos gusta, pero es nuestra única esperanza.
Selene, que estaba presente en la reunión, sintió una oleada de alivio.
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Editado: 12.04.2025