La noticia de la alianza por matrimonio entre el príncipe Kael y la princesa Selene había sido anunciada oficialmente en ambos reinos.
Días después, en un punto neutral entre ambos reinos, Kael y Selene se encontraron por primera vez como prometidos. Ninguno de los dos esperaba ver al otro.
El aire en Astrae era más seco y pesado que en Luntharys. La caravana real cruzó las puertas de la capital escoltada por filas de soldados con armaduras doradas. Selene, envuelta en un manto plateado, mantuvo la vista al frente, su expresión serena, aunque su corazón latía con fuerza. Sentía las miradas de la multitud que se había reunido para verla. No eran miradas de curiosidad o admiración, sino de recelo y desdén.
A su lado, la reina Elaria mantenía una postura altiva, pero Selene sabía que incluso su madre notaba la hostilidad en el ambiente. El Rey Aldred los esperaba en la escalinata del palacio, su mirada gélida e impenetrable. A su lado, Kael mantenía una expresión neutra, pero sus manos cerradas en puños traicionaban su incomodidad.
—Bienvenida a Astrae, Princesa Selene —dijo el rey con voz grave.
—Es un honor estar aquí, Majestad —respondió con la cabeza en alto.
Al ver directamente a la princesa Kael la reconoció de inmediato: la chica del bosque. Selene sintió lo mismo al ver sus ojos dorados.
—Tú … —murmuró Kael, sin saber qué decir.
—Así que tú eres el príncipe de Astrae —Selene lo miró con una expresión indescifrable.
El destino había decidido por ellos. Y ninguno de los dos estaba preparado para lo que vendría.
Ambos sintieron una ira tan profunda al sentirse engañados y utilizados el uno al otro.
El ambiente en la corte era sofocante. Desde el primer momento en que pisó el palacio, Selene sintió el peso de la desconfianza. Los nobles cuchicheaban entre ellos, susurrando palabras como "hechicera" y "amenaza". Su magia, su linaje, todo en ella era visto como un peligro.
Kael no pronunció palabra cuando fueron escoltados al gran salón para el banquete de bienvenida. Se sentó a su lado, pero evitó mirarla directamente. Durante la comida, el silencio entre ellos se hizo cada vez más incómodo hasta que Kael finalmente habló.
—No sé qué esperas de este matrimonio, pero no finjamos que somos algo que no somos.
Selene lo miró fijamente, con frialdad.
—No espero nada de ti, Príncipe Kael. Esto no fue mi elección, como tampoco lo fue la tuya.
El resentimiento en su voz fue evidente. Antes de que Kael pudiera responder, una figura se acercó a la mesa con una sonrisa astuta.
—Mi querido Kael, parecéis tenso. ¿Es porque vuestra "prometida" no está a la altura de las expectativas? —dijo Sybelle con dulzura envenenada.
Selene reconoció al instante la intención detrás de sus palabras. Sybelle no era solo una noble cualquiera, sino la mujer que la corte consideraba la esposa ideal para Kael. La forma en que posó su mano en el brazo del príncipe fue suficiente para que Selene comprendiera que había estado cerca de él por mucho tiempo.
—Estoy segura de que el Príncipe Kael y yo encontraremos una manera de convivir —respondió Selene con una sonrisa serena, sin darle el placer de una reacción.
Sybelle entrecerró los ojos, pero no dijo nada más. En su interior, Selene supo que aquella mujer sería un problema.
La noche avanzó, y cuando Selene se retiró a sus aposentos, se permitió un momento para respirar. Se asomó a la ventana y contempló las estrellas. Este era un mundo diferente, hostil, y estaba sola. Pero no se rendiría. Su madre le había enseñado que la fuerza de una reina no estaba en su magia, sino en su voluntad. Y Selene estaba dispuesta a demostrar que era mucho más que la "hechicera extranjera" que la corte despreciaba.
Sin embargo, mientras la noche avanzaba, la sombra de Nyxmar se cernía sobre Astrae, y Selene no podía ignorar la sensación de que algo oscuro y peligroso estaba a punto de despertar.
Esa misma noche en una cámara privada del palacio, lejos de los oídos indiscretos, la Reina Elaria, la Reina Lysara y el Rey Aldred se reunieron en secreto. La tensión en la habitación era palpable.
—No podemos permitirnos errores —dijo Aldred con firmeza—. Esta unión es la única oportunidad que tenemos para enfrentar a Nyxmar. Si fallamos, todo estará perdido.
—Soy consciente de ello —respondió Elaria, con los ojos entrecerrados—. Pero no me agrada ver a mi hija convertida en un peón.
—Ni mi hijo —intervino Lysara—. Ambos tienen un destino que cumplir, pero si no logramos que confíen el uno en el otro, todo será en vano.
Aldred soltó un suspiro pesado.
—Kael está cambiando. Hay algo dentro de él que no entiendo. Su poder… ha comenzado a despertar.
Los ojos de Elaria brillaron con preocupación.
—Y Selene también ha mostrado signos de que su magia está evolucionando. Si no los guiamos correctamente, podrían destruirse entre ellos.
Un silencio denso se instaló entre los tres monarcas. Sabían que sus hijos eran la clave para el futuro, pero también eran un peligro latente.
—Entonces debemos asegurarnos de que cumplan con su destino —dijo Aldred con determinación—. No importa el precio que debamos pagar.
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Editado: 12.04.2025