La corte de Astrae seguía siendo un laberinto de miradas hostiles y palabras envenenadas para Selene. Cada día, la joven princesa de Luntharys sentía el peso de su presencia en un reino que la veía como una intrusa. Sin embargo, detrás de las murallas de la biblioteca real, Selene encontraba un respiro. Sabía que las respuestas que buscaba estaban escondidas entre esas estanterías.
Desde su llegada, había sentido algo extraño en Kael. Aunque su prometido era visto como un humano sin magia, Selene no podía ignorar los vestigios de energía que parecían vibrar a su alrededor. Decidida a descubrir la verdad, comenzó a investigar la historia antigua de Astrae y los secretos que se ocultaban tras la aparente supremacía de los humanos.
Los Libros Prohibidos
Un atardecer, con la excusa de buscar un tratado sobre alianzas políticas, Selene convenció al bibliotecario de dejarla explorar una sección restringida. Lo que encontró allí superó sus expectativas: libros encuadernados en cuero oscuro, cubiertos de polvo y cerrados con sellos de advertencia. Uno en particular llamó su atención: "Las Hadas Azules y la Magia Perdida".
Con el corazón latiendo con fuerza, Selene se sentó en una mesa apartada y comenzó a leer. Descubrió que, siglos atrás, las Hadas Azules no solo eran poderosos magos, sino también los verdaderos gobernantes de Astrae. Su linaje había sido erradicado por la Casa Solaris en su afán de consolidar el poder humano. Sin embargo, los textos insinuaban que su sangre podía haber sobrevivido en líneas secretas.
Selene pasó las horas siguientes devorando cada fragmento de información. Luego, una página la hizo contener el aliento: "Cuando la Estrella y la Luna se unan, la Sangre Azul despertará nuevamente."
Kael. La Estrella. Ella. La Luna.
El eco de magia que sentía en él durante todo este tiempo cobró un nuevo significado. Si Kael poseía sangre de Hada Azul, entonces no solo era más que un simple humano, sino que también era una pieza clave en el destino de Velaria.
Un crujido en la biblioteca la hizo levantar la vista. Un escalofrío recorrió su espalda cuando notó una sombra moverse entre los estantes. Cerró el libro de golpe y se puso de pie. No estaba sola.
El aire se volvió denso, cargado con una presencia oscura. Selene sintió cómo su magia lunar reaccionaba, alzando un escudo instintivo. Entonces, una voz susurrante resonó en su mente:
"Tu curiosidad te llevará a la ruina, princesa..."
Antes de que pudiera reaccionar, la sombra se disolvió, dejando tras de sí un aire gélido y la certeza de que Nyxmar estaba más cerca de lo que todos creían.
Kael...
El aire en el castillo de Astrae se tornaba cada vez más pesado para Kael. Desde la llegada de Selene, el equilibrio que había conocido toda su vida comenzaba a desmoronarse. No solo por la tensión política y la hostilidad de la corte hacia su prometida, sino porque él mismo sentía que algo en su interior estaba cambiando.
No era solo el cansancio o las pesadillas recurrentes de fuego y estrellas que lo atormentaban desde niño. Su cuerpo comenzaba a reaccionar de maneras extrañas: su piel ardía sin motivo, y, en ocasiones, sentía un calor pulsante recorriéndole las venas. Al principio pensó que era su imaginación, pero cuando la fiebre comenzó a aparecer sin razón aparente, supo que algo iba mal.
Una mañana, al entrenar con su espada, la hoja se volvió tan caliente en sus manos que la dejó caer. Su instructor lo miró extrañado, pero Kael solo se limitó a excusarse con un gesto brusco. Lo último que necesitaba era dar pie a más rumores en la corte.
En los pasillos del castillo, la reina Lysara se movía con una inquietud apenas disimulada. Era una mujer elegante y reservada, pero desde hace días Kael había notado su comportamiento errático. Evitaba mirarlo directamente y, en más de una ocasión, había abandonado la habitación al notar su presencia.
Kael finalmente decidió confrontarla.
—Madre, ¿pasa algo conmigo? —preguntó una noche, encontrándola sola en la biblioteca, con un libro cerrado entre las manos.
Lysara alzó la mirada, pero no respondió de inmediato. Sus dedos tamborileaban contra la cubierta de cuero del libro.
—Kael, hay cosas que es mejor no saber —dijo finalmente, su voz apenas un susurro.
—Eso no es una respuesta —insistió él, adelantándose un paso.
La reina pareció debatirse consigo misma. Luego se levantó, con la expresión de quien carga un peso demasiado grande.
—Algunas verdades pueden cambiar todo lo que crees ser —murmuró, antes de apartarse con paso rápido, dejando a Kael solo con su incertidumbre.
Encuentro con Selene
Frustrado, Kael vagó por el castillo hasta encontrarse con Selene en los jardines interiores. La joven estaba sola, contemplando el cielo nocturno. Aunque su relación seguía siendo tensa, algo en ella siempre lo perturbaba, como si su mera presencia despertara un eco en su interior.
—¿No puedes dormir? —preguntó Kael, acercándose.
Selene giró el rostro hacia él. En la penumbra, sus ojos resplandecían con un leve fulgor plateado.
—La luna está inquieta esta noche —susurró.
Kael no entendió sus palabras, pero sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. Había algo en la voz de Selene que lo estremecía, como si hablara de algo más grande que él mismo.
—¿Tú crees que las personas pueden ser más de lo que creen ser? —preguntó Kael, sorprendiéndose a sí mismo con la pregunta.
Selene lo observó por un momento antes de responder.
—Creo que algunos están destinados a descubrir que han sido algo más desde el principio.
Su respuesta solo dejó más dudas en la mente de Kael. Lo único que sabía con certeza era que algo dentro de él estaba despertando... y que su madre le estaba ocultando la verdad.
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Editado: 12.04.2025