"Velaria: El Velo de las Estrellas"

El Ritual del Velo y la Profecía Antigua

Esa misma noche, mientras las negociaciones entre Astrae y Luntharys estaban en pausa, en este último se preparaba a la princesa para el llamado ritual del velo.

La luna colgaba alta sobre Luntharys, su luz plateada derramándose sobre los picos cristalinos del Palacio Estelar. En lo más profundo del santuario sagrado, Selene avanzaba descalza, sintiendo el frío mármol bajo sus pies y la energía vibrante de la magia del Velo.

Las sacerdotisas lunares la escoltaban en silencio, sus túnicas blancas ondeando como espectros mientras la guiaban hacia el altar de obsidiana.

Alrededor de la sala circular, los Guardianes del Velo—antiguos magos encargados de proteger el equilibrio entre los reinos—

La luna llena brillaba con un resplandor plateado, bañando el altar de obsidiana con su luz etérea. La brisa nocturna susurraba entre los sauces celestes, llevando consigo el murmullo de los antiguos cantos arcanos. En el corazón del templo sagrado, Selene se arrodillaba ante el círculo de Guardianes del Velo, su corazón latiendo al ritmo de la magia que impregnaba el aire.

Los Guardianes, figuras envueltas en capas azul profundo con bordados de estrellas, se colocaron en un círculo alrededor de la princesa. Sus voces se alzaron en un cántico milenario, resonando en la piedra oscura del santuario.

Selene había participado en rituales antes, pero esta vez, la atmósfera era distinta. Cargada de algo inminente, como el eco de una tormenta acercándose.

Y en el fondo de su alma, lo sabía. Algo estaba por cambiar.

La Gran Sacerdotisa, una mujer de piel luminosa y cabello trenzado con hilos de plata, alzó las manos al cielo.

—Princesa Selene Valtara, heredera de la Luna y guardiana del Velo, esta noche serás testigo de la verdad oculta en el tejido del destino —entonó la Gran Guardiana, su voz impregnada de solemnidad.

—Esta noche —su voz resonó en la sala— invocaremos el poder del Velo Estelar. En tiempos de oscuridad, la luna nos guía. Y en tiempos de guerra, nos concede visiones del destino.

Las sacerdotisas comenzaron a cantar en un idioma antiguo, sus voces fusionándose con la energía del lugar. El aire se volvió más denso, vibrante con la magia del Velo. Selene sintió su piel erizarse cuando una brisa helada la envolvió, a pesar de que no había viento en el santuario.

—Acércate, hija de la luna —dijo la sacerdotisa—. Acepta la verdad que el destino quiere revelarte.

Selene cerró los ojos y sintió el flujo de la magia envolverla. La energía lunar fluyó por su piel, elevándola en el aire. La luz a su alrededor se fragmentó en estrellas danzantes, y su conciencia fue arrastrada más allá del tiempo y el espacio.

La realidad se fracturó a su alrededor.

Selene ya no estaba en el santuario. Se encontraba en un campo de batalla, rodeada por ruinas humeantes y gritos de guerra. La tierra estaba quebrada, el cielo ennegrecido por nubes de sombras vivientes.

En el horizonte, vio la silueta de una criatura colosal: Nyxmar, el Devorador de Almas. Su forma era un torbellino de oscuridad con ojos incandescentes, y su sombra se extendía como una marea sobre la tierra.

Frente a la bestia, dos figuras se alzaban.

Uno era Kael.

Su cabello oscuro ondeaba con el viento, y su cuerpo brillaba con llamas doradas

Él se alzaba en medio de la destrucción, con su espada brillando como un sol en la penumbra. Pero a su alrededor, la oscuridad de Nyxmar se cerraba como una marea hambrienta. Selene sintió una fuerza que la arrastraba hacia el vacío.

A su lado, estaba ella misma.

Pero no como era ahora. En la visión, su poder era más grande, su magia más intensa. Llevaba una armadura luminosa, y en sus manos sostenía una hoja plateada, resplandeciendo con la energía del Velo.

Eran dos luces enfrentando la sombra absoluta.

La voz de la sacerdotisa resonó en su mente.

"Cuando el fuego y la luna se unan, la oscuridad será contenida… o liberada."

Selene sintió su alma estremecerse.

"Dos herederos de sangre antigua decidirán el destino de Velaria."

La escena cambió.

Vio a Kael cayendo de rodillas, su fuego debilitándose, sus manos cubiertas de sangre. Nyxmar se cernía sobre él, listo para devorarlo.

—¡Kael! —gritó Selene en la visión, corriendo hacia él.

Pero antes de alcanzarlo, la oscuridad la engulló.

Y la visión se desvaneció.

Selene abrió los ojos con un jadeo, cayendo de rodillas en el altar. La energía aún vibraba en su cuerpo, pero su corazón latía con una inquietud indescriptible.

La Gran Sacerdotisa la observó con gravedad.

—Has visto el futuro.

Selene tragó saliva, aun sintiendo el eco de la visión en su mente.

—Nyxmar… va a destruirlo todo.

—El destino de Luntharys y Astrae está en tus manos.

Selene apretó los puños.

Todo tenía sentido ahora.

Kael no solo se convertiría en su prometido.

Era su destino.

Juntos, eran la única esperanza de Velaria.

Pero…

La imagen de Kael arrodillado en la batalla, derrotado y vulnerable, seguía grabada en su mente.

Si no lo protegía… él moriría.

Selene levantó la vista, con nueva determinación en su mirada.

—La alianza con Astrae debe completarse.

La Gran Sacerdotisa asintió.

—Y así, el destino comienza a cumplirse.




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