"Velaria: El Velo de las Estrellas"

Un Ataque en el Bosque Prohibido

El Bosque Prohibido no era un lugar para caminar sola, ni siquiera para la princesa de Luntharys. Pero Selene no tenía elección.

Tras su visión en el Ritual del Velo, había recibido una advertencia de los Guardianes: "El destino te llama al bosque antes de la luna nueva. Lo que encuentres allí cambiará el curso de Velaria".

Y así, con su capa plateada ondeando a su alrededor, avanzó entre los árboles antiguos.

La luna brillaba pálida sobre los árboles plateados de Luntharys. La brisa nocturna susurraba entre las hojas, llevando consigo la melodía lejana de los espíritus del bosque. Selene avanzaba con cautela entre los troncos centenarios, siguiendo el camino de luz que su magia lunar dibujaba en el suelo.

Había cruzado el Velo Estelar. Pero, La creciente oscuridad en los bordes de Luntharys no era normal, y en lo más profundo de su ser, sentía que algo la acechaba.

—Solo un poco más… —murmuró para sí misma.

Pero entonces, el aire cambió.

El bosque se volvió más denso, el viento cesó de golpe y el silencio se hizo absoluto. Un escalofrío recorrió su espalda.

No estaba sola.

Una sombra se deslizó entre los árboles. Luego otra. Y otra.

Los ojos rojos brillaron en la oscuridad. Criaturas nacidas de la misma esencia de Nyxmar, los espectros del abismo, la habían encontrado.

—No… —Selene levantó las manos, su magia lunar estallando en un círculo de luz plateada a su alrededor.

Las criaturas siseaban, pero no retrocedían. Sus formas eran borrosas, una mezcla de garras afiladas y vapor negro. Una se abalanzó sobre ella.

Selene giró sobre sí misma y lanzó una ráfaga de energía lunar. La criatura chilló al contacto con la luz, disipándose como niebla al amanecer. Pero por cada una que destruía, dos más aparecían.

No eran solo sombras.

Eran una emboscada.

El sudor frío resbaló por su cuello. No tenía suficiente energía para derrotarlas a todas.

El bosque prohibido, se había convertido en una trampa mortal.

Entonces, un rugido ensordecedor cortó el aire.

Una explosión de luz dorada atravesó las sombras, seguida por una ola de fuego estelar.

Las criaturas se retorcieron y huyeron aullando cuando la figura de Kael emergió de entre los árboles, su espada envuelta en llamas ardientes.

—¡Selene! —gritó, su voz cargada de furia y preocupación.

Ella apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando una de las sombras intentó atacarla por la espalda. Kael se lanzó hacia adelante y la apartó de un empujón.

La última criatura se abalanzó sobre él.

Pero Kael ya no era el mismo de antes.

Sin pensarlo, extendió su mano y un torrente de fuego estelar surgió de su palma, envolviendo a la bestia en llamas doradas. La sombra chilló y se desvaneció en un estallido de ceniza negra.

El silencio volvió al bosque.

Selene, aun en el suelo, miró a Kael con el corazón latiéndole con fuerza.

—¿Cómo… cómo?

Kael respiró con dificultad, sus manos aún brillaban con restos de fuego.

—Solo…

Selene se levantó lentamente, su mirada fija en él.

—Tu magia… es fuego estelar. —Su voz era un susurro lleno de asombro y duda—. Pero eso es imposible.

Kael la miró fijamente.

—¿Por qué?

—Porque solo los descendientes de los Hijos de la Luna y las Estrellas pueden manejarlo.

El viento sopló entre los árboles, como si la naturaleza misma estuviera conteniendo la respiración.

Kael sintió un escalofrío.

—¿Qué significa eso?

Selene no respondió de inmediato. Lo observó con cautela, como si lo viera por primera vez.

—Significa… que quizás no eres solo un príncipe humano.

El fuego en sus manos parpadeó y se extinguió.

Kael tragó saliva. Su madre, Lysara, le había dicho que su magia era parte de él… Le mencionó su verdadero origen, pero no sabía si podía confiar del todo en la princesa de Luntharys.

Selene dio un paso hacia él, su expresión aún tensa.

Selene respiraba con dificultad, su corazón aun latiendo con fuerza.

Kael la observo, su mirada recorriéndola con preocupación.

—¿Estás bien?

Selene intentó regular su respiración, pero un dolor agudo en su costado la hizo tambalearse. Kael reaccionó al instante, sosteniéndola antes de que cayera.

El calor de su piel la envolvió, y por un instante, Selene olvidó todo lo demás.

—Estoy… bien —susurró.

Kael no pareció convencerse.

—Te han herido.

Selene apartó la vista.

—Es solo un rasguño.

Kael arqueó una ceja.

—No puedes mentirme.

Selene exhaló frustrada, pero permitió que él la ayudara a caminar. Sus pasos fueron lentos, y el silencio entre ellos estaba cargado de algo más que tensión.

Algo más profundo.

Pero antes de que pudiera decir algo…

Un sonido rompió la calma del bosque.

Pasos.

Cuando llegaron a las puertas de Luntharys, la reacción fue inmediata.

Los Guardianes del Velo bloquearon el paso de Kael en cuanto cruzó los límites del bosque.

—El príncipe humano no tiene permitido pisar nuestras tierras.

Kael no retrocedió.

—Acabo de salvar a su princesa.

—Y eso no te da derecho a cruzar nuestro Velo.

Kael sintió la furia de enfriarse en su interior, reemplazada por algo más doloroso.

Siempre había sabido que Luntharys veía a los humanos con desconfianza, pero haber salvado a Selene no significaba nada para ellos.

Ella se enderezó a pesar del dolor y se interpuso entre Kael y los Guardianes.

—Él viene conmigo.

Los Guardianes intercambiaron miradas antes de dar un paso atrás.

Kael la miró con sorpresa.

Selene le sostuvo la mirada, sus ojos de luna brillando con determinación.

—Ven.

Y por primera vez en la historia, el príncipe de Astrae puso un pie en Luntharys.

Y nada volvería a ser igual.




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