"Velaria: El Velo de las Estrellas"

La Ruptura del Velo - Nyxmar Avanza

El Velo Estelar siempre había protegido a Luntharys.

Desde tiempos inmemoriales, la barrera mágica había mantenido a los seres oscuros fuera de sus tierras, separando el reino de la magia de los peligros del mundo exterior.

Pero ahora… estaba quebrándose.

La noche anterior, Selene había regresado de su enfrentamiento en el Bosque Prohibido con Kael a su lado. Su llegada había provocado una tormenta en la corte. Un príncipe humano en Luntharys era una provocación para muchos, pero lo que nadie había previsto era que su presencia fuera el menor de sus problemas.

Porque esa misma noche, el Velo se estremeció por primera vez en siglos.

El aire en Luntharys se sentía diferente. Pesado. Cargado de una energía oscura que oprimía los pulmones y erizaba la piel.

Desde lo alto de la Torre Celestial, la Reina Elaria observaba el horizonte con el ceño fruncido. La barrera mágica que protegía su reino, el Velo Estelar, brillaba tenuemente bajo la luz de la luna. Pero algo estaba mal.

—La magia no fluye como antes —susurró la reina, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

A su lado, Maelis, la Gran Hechicera del consejo, cerró los ojos y extendió una mano. Un leve resplandor plateado cubrió su palma mientras analizaba la barrera mágica.

De repente, su expresión cambió.

En lo profundo del Bosque Prohibido, la niebla comenzaba a espesarse. La luna, siempre presente en los cielos de Luntharys, parecía temblar débilmente detrás de un velo de nubes.

Un grupo de centinelas mágicos patrullaba los bordes del bosque. Sus túnicas resplandecían con runas protectoras mientras se comunicaban en voz baja.

—¿Lo sientes? —preguntó uno de ellos, su mano aferrando con fuerza el bastón encantado.

—Sí. Algo nos observa… —susurró otro.

El viento dejó de soplar.

Luego, un murmullo.

Las sombras entre los árboles cobraron vida.

Ojos carmesí se encendieron en la oscuridad, brillando como brasas. Garras emergieron de la niebla. Las sombras se deslizaron entre los árboles con un siseo sobrenatural.

—¡Alerta! —gritó el capitán de la guardia.

Pero era tarde.

Las criaturas se lanzaron sobre ellos con una velocidad imposible. Uno de los guardias apenas tuvo tiempo de levantar su escudo mágico antes de que una garra oscura lo atravesara. Su grito fue ahogado mientras su cuerpo se desvanecía en una niebla negra.

Los hechizos de los centinelas iluminaron el bosque en un intento desesperado de contener la invasión, pero las sombras eran demasiadas.

La batalla en el Bosque Prohibido había comenzado.

En las torres del Templo del Velo, los Guardianes se reunieron de emergencia.

Los cristales flotantes que anclaban la magia del Velo vibraban de forma errática, su luz titilando como si algo intentara apagarlos.

La Gran Sacerdotisa colocó una mano sobre uno de ellos, cerrando los ojos.

Lo que sintió la hizo palidecer.

-No…

Su asistente, un mago anciano, la observará con gravedad.

—¿Qué sucede?

La Sacerdotisa abrió los ojos de golpe.

— Nyxmar.

Un murmullo de terror recorrió la sala.

—¿Es posible que haya encontrado una forma de atravesar el Velo? —preguntó uno de los Guardianes.

—No completamente —murmuró la Sacerdotisa—. Pero está desgarrándolo, poco a poco.

Hubo un silencio tenso antes de que uno de los cristales se agrietara de repente.

Las luces del Templo parpadearon.

Y en las sombras de la sala… algo se movió.

En el Salón Lunar, la Reina Elaria observaba el mapa mágico de Luntharys.

Las marcas de protección alrededor del reino se desvanecerían una por una.

La magia del Velo, que durante siglos había sido inquebrantable, estaba deshilachándose.

Un consejero irrumpió en la sala, pálido como un cadáver.

—Majestad... criaturas de sombra han sido vistas en las aldeas del sur.

En la periferia de Luntharys, en una aldea cercana al borde del Velo, los aldeanos dormían sin saber que la noche ocultaba algo mortal.

Primero, el aire se volvió frío.

Luego, los animales comenzaron a hervirse en sus establos, inquietos por algo que sus dueños no podían ver.

Y entonces, las sombras llegaron.

Se deslizaron entre las casas como humo viviente. Criaturas de ojos brillantes y cuerpos etéreos, emergiendo por primera vez dentro de Luntharys.

Un anciano que salió a investigar no tuvo oportunidad de gritar.

Las sombras lo envolvieron en un instante.

Y cuando se disiparon… no quedó nada de él.

Elaria cerró los ojos un instante.

Lo que tanto había temido había comenzado.

—Ordenen reforzar las defensas —dijo con voz firme—. Que los magos de guerra se preparen. La sombra de Nyxmar ha entrado en nuestro reino.

Los Guardianes del Velo se arrodillaron ante ella.

—¿Qué haremos, Majestad?

La reina se levantó, su capa ondeando tras ella.

—Lucharemos.

Pero incluso mientras decía esas palabras, sentía el peso de algo mucho más aterrador.

El Velo no resistiría por mucho más tiempo.

Y cuando cayera… Nyxmar entraría en Luntharys.




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