"Velaria: El Velo de las Estrellas"

El Juramento de Kael y Selene

El eco de la tormenta mágica aún resonaba en Luntharys. Aunque la batalla contra las sombras había terminado y el Velo Estelar se mantenía en pie, todos sabían que la guerra aún no había acabado.

Kael y Selene permanecieron en silencio, observando desde el balcón de la Torre Celestial. Debajo de ellos, las luces del palacio brillaban con una calma engañosa.

—Nada volverá a ser igual —dijo Kael en voz baja.

Selene asintió.

—No. Ahora somos el puente entre nuestros reinos… nos guste o no.

Horas antes, en el Salón Lunar, la reina Elaria había dado su veredicto.

—El Velo está quebrándose. Nyxmar avanza más rápido de lo que esperábamos. La única manera de fortalecer nuestras defensas es consolidar nuestra alianza con Astrae… ahora.

Los consejeros asintieron en silencio.

Kael cruzó los brazos, inmóvil.

Sabía que esto pasaría, pero no pensó que llegaría tan rápido.

Selene, a su lado, mantuvo la mirada firme.

Devuelta al presente, Kael se apoyó en la baranda de piedra, observando la ciudad mágica ante él. Siempre había visto a los magos como enemigos, pero ahora… ahora protegía a uno de los suyos.

Y el fuego en su sangre respondía a Selene de una forma que aún no entendía.

—La Reina Elaria convocó a su consejo, de nuevo esta noche —dijo Selene después de un momento de silencio—. Quieren formalizar la alianza.

Kael soltó un suspiro.

—¿Quieres decir que quieren que nos casemos?

Selene lo miró con una media sonrisa.

—Esa era la idea desde el principio, ¿recuerdas?

Kael la observó con atención. Su cabello plateado brillaba bajo la luz de la luna, y sus ojos violetas reflejaban una mezcla de determinación y algo más… algo que no estaba segura de admitir todavía.

—Antes de que aceptemos esto… —Kael enderezó la postura y la miró fijamente—. Quiero saber algo.

Selene inclinó la cabeza.

—¿Qué?

—¿Es esto lo que tú quieres?

El aire entre ellos se volvió pesado.

Selene abrió la boca para responder, pero luego dudó.

Por años había sido criada con la idea de que su destino estaba entrelazado con el de Luntharys. Su deber siempre había estado por encima de sus deseos.

Pero en ese momento, viendo a Kael, supo que él no preguntaba como príncipe.

Él quería la verdad.

—No lo sé —admitió finalmente—. No pensé que todo llegaría hasta aquí.

Kael esbozó una sonrisa cansada.

—Al menos eres sincera.

Selene entrelazó los dedos.

—Pero sé algo… si casarnos es lo que evitará que Nyxmar destruya nuestros hogares, entonces lo haré.

Kael miró al cielo, donde la luna resplandecía con un fulgor etéreo.

—No quiero que esto sea solo una obligación, Selene.

Ella frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Kael exhaló lentamente, como si estuviera reuniendo valor.

—Si vamos a hacer esto… quiero que haya confianza entre nosotros. No importa lo que pase después, no importa si Luntharys y Astrae siguen en conflicto… quiero saber que al menos nosotros dos lucharemos juntos.

Selene lo estudió por un instante.

—Un juramento —susurró—. No por nuestros reinos, sino por nosotros.

Kael asintió.

—Exacto.

Selene sintió su corazón latir con fuerza.

Ella, una princesa que había sido entrenada para no mostrar debilidad. Él, un príncipe atrapado entre dos mundos.

Pero en ese momento… eran solo dos personas tratando de encontrar su camino en el caos.

Selene extendió su mano.

—Si aceptas este destino conmigo, juremos bajo la luna que no nos traicionaremos.

Kael la miró por un momento, luego tomó su mano con firmeza.

—Juro que lucharé a tu lado. Juro que no dejaré que los reinos nos separen.

El viento nocturno sopló con fuerza, como si la misma naturaleza escuchara su promesa.

Entonces, Selene cerró los ojos y susurró un antiguo hechizo de su pueblo.

La luna, testigo silenciosa de su juramento, dejó caer un destello de luz plateada sobre sus manos unidas. Un lazo de energía resplandeció alrededor de sus muñecas, sellando su promesa.

Cuando Kael sintió el calor de la magia envolviéndolos, supo que este pacto era más profundo que cualquier alianza política.

Era su destino.

Selene lo miró a los ojos, con una mezcla de desafío y confianza.

—Ahora estamos atados, Kael Ravaryn.

Él sonrió levemente.

—Y yo te protejo, Selene Valtara.

Después de esto, Ambos estaban en silencio, observando el cielo nocturno. La luna se reflejaba en los estanques de cristal, y el aire estaba cargado con algo indescifrable.

Kael fue el primero en romper el silencio.

—Esto está pasando demasiado rápido.

Selene exhaló, cruzando los brazos.

—Lo sé.

Kael la miró de reojo.

—No pareces preocupada.

—Estoy aterrada —admitió Selene, girándose hacia él—. Pero no por la alianza.

Kael frunció el ceño.

—¿Entonces?

Selene bajó la mirada.

—Por lo que significa.

Kael no dijo nada.

Selene continuó.

—Cuando vi la visión en el Ritual del Velo, vi cómo terminaba la guerra. Vi nuestro destino.

Kael sintió su estómago hundirse.

—¿Y qué viste?

Selene lo miró fijamente.

—Vi que, si fallamos… morirás.

Kael sintió el peso de sus palabras, golpearlo como un muro.

Pero en vez de retroceder, sonrió con algo de ironía.

—Bueno… qué alentador.

Selene no rio.

Kael suavizó su expresión.

—No voy a morir, Selene.

Ella apretó los labios.

—No puedo permitir que pase.

Kael inclinó la cabeza.

—No puedes evitarlo todo.

Selene dio un paso adelante, y Kael notó algo diferente en su mirada.

—No. Pero puedo luchar.

Kael sintió su corazón latir con fuerza.

No por miedo.

Si no porque, por primera vez, se dio cuenta de cuánto le importaba Selene.

Cuánto temía perderla.




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