El cielo sobre Luntharys se había vuelto más oscuro desde el despertar de Nyxmar.
Las estrellas parecían distantes, débiles, como si la sombra creciente del Devorador de Almas consumiera su luz poco a poco.
Desde la torre más alta del palacio, la Reina Elaria observaba el horizonte, sintiendo en lo más profundo de su alma lo que estaba por venir.
Nyxmar se acercaba.
Y esta vez, no habría barrera que lo detuviera.
Elaria respiró hondo, su silueta envuelta en un halo de luz plateada. Dudaba. No solo por la amenaza de Nyxmar, sino por el dilema que la atormentaba: confiar o no en Kael. Algo en la mirada del príncipe, en la fuerza de sus acciones, le hacía cuestionar su odio arraigado.
—Los humanos nos han traicionado antes —susurró, como si tratara de convencerse a sí misma.
—Pero no todos son iguales —replicó Selene que se acercaba a su madre—. Kael nos ha ayudado.
Antes de que la reina pudiera responder, un estruendo sacudió los cimientos del castillo. Las alarmas resonaron por toda Luntharys, y los guardias se apresuraron a tomar sus posiciones. Elaria se puso de pie con la mirada encendida.
En el Salón Lunar, los Guardianes del Velo y los generales del ejército se reunieron en consejo de guerra.
—Los informes son claros, Majestad —dijo el general Vaelith, un elfo de cabellos plateados—. Nyxmar está reuniendo sus ejércitos.
Sobre la mesa flotaba un mapa encantado, mostrando Luntharys y los territorios circundantes. Pequeñas motas de energía oscura se movían por el borde del reino, marcando la presencia de las criaturas de sombra.
—Ya ha atacado Astrae —continuó Vaelith—. Es solo cuestión de tiempo antes de que venga por nosotros.
Un murmullo tenso recorrió la sala.
La Gran Sacerdotisa del Velo, hizo un gesto con la mano.
—La barrera que nos protegía ha sido debilitada. Si Nyxmar ataca, no podremos repelerlo con magia sola.
La Reina Elaria cerró los ojos por un instante.
Desde el despertar completo de nyxmar, había sentido el cambio en el aire, la magia tornándose más inestable, como si el equilibrio del mundo mismo estuviera fracturándose.
Luntharys estaba en peligro.
Y su dilema era aún mayor.
Porque en la otra sala del palacio… esperaba Kael.
Elaria caminó lentamente hacia la sala donde el príncipe exiliado de Astrae había sido escoltado.
Desde su llegada a Luntharys, Kael había permanecido en silencio, sin queja ni súplica alguna.
Ahora, de pie en el centro de la habitación, sus ojos dorados la observaban con una mezcla de orgullo y resignación.
—Majestad.
Elaria no respondió de inmediato.
Lo analizó con cautela.
Su capa azul estaba rasgada, su ropa aún cubierta de cenizas de la batalla. Sin embargo, en su interior, seguía ardiendo el fuego estelar.
El fuego que Astrae había rechazado.
—Tu pueblo te ha desterrado —dijo finalmente.
Kael no apartó la mirada.
—Sí.
Elaria entrecerró los ojos.
—¿Por qué viniste aquí?
Kael inspiró profundamente.
—Porque Astrae no va a resistir esta guerra. Pero Luntharys aún tiene una oportunidad.
La reina lo estudió en silencio.
¿Podía confiar en él?
Sabía que Kael no era como los nobles que despreciaban la magia en Astrae. Pero seguía siendo un humano.
Uno con un poder que podía ser tanto un milagro como una maldición.
—Tu fuego puede ser útil —admitió Elaria—. Pero tu presencia en Luntharys no será bien recibida.
Kael apretó la mandíbula.
—No estoy aquí para que me reciban con los brazos abiertos. Estoy aquí porque Nyxmar no puede ganar.
La Reina levantó una ceja.
—¿Y qué crees que puedes hacer contra un dios de la oscuridad?
Kael dio un paso adelante.
—Luchar.
El aire vibró a su alrededor.
Elaria pudo sentirlo.
El poder latía en sus venas.
Era fuerte. Demasiado fuerte.
Y si no aprendía a controlarlo… destruiría tanto a sus enemigos como a sus aliados.
Pero en ese momento, un mensajero irrumpió en la sala.
—¡Majestad! Las sombras han cruzado la frontera. Nyxmar ha enviado a sus heraldos.
Elaria sintió su estómago hundirse.
La guerra ya no era una posibilidad.
Era una realidad.
Su mirada volvió a Kael.
No confiaba en él.
Pero necesitaba su fuego.
—Si me traicionas —dijo con frialdad—, quemaré tu alma con la magia del Velo.
Kael esbozó una sonrisa ladeada.
—Tendrás que alcanzarme primero.
Elaria giró sobre sus talones.
—Prepárense. Luntharys será la próxima batalla.
Y así, la última esperanza del reino quedó en manos de un exiliado.
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Editado: 12.04.2025