"Velaria: El Velo de las Estrellas"

El Sacrificio de la Reina Lysara

La noche en Astrae estaba cargada de tensión.

Kael había regresado a su hogar, pero no había encontrado paz.

Aunque Kael había reclamado el trono y detenido a Lord Malvyn por el momento, la sombra de Nyxmar aún se cernía sobre el reino. Las criaturas oscuras seguían apareciendo en los bordes del territorio, y el Velo Estelar, aunque reforzado por Selene, aún mostraba signos de debilidad. Kael sabía que la batalla final estaba cerca, pero no estaba preparado para el sacrificio que su madre estaba a punto de hacer.

La oscuridad volvió a caer.

Desde las montañas cercanas, las sombras de Nyxmar avanzaron de nuevo.

Esta vez, Astrae no estaba preparado.

Lejos del palacio, en un santuario escondido en los bosques de Astrae, la Reina Lysara sintió el cambio en la magia del mundo.

Su hijo estaba de regreso.

Pero también lo estaba la guerra.

Se encontraba en un antiguo templo de piedra, rodeada de fuentes de agua azulada que fluían con la esencia de su linaje.

Lysara no era una humana cualquiera.

Era un Hada Azul.

Su sangre llevaba la magia de los espíritus del viento y del agua, un poder que se había debilitado con los años, pero que aún latía en su interior.

Sabía que no le quedaba mucho tiempo.

Su destino ya estaba escrito.

La noche se rompía con el sonido del acero chocando, los gritos de los heridos y el rugido de la magia desatada.

Astrae estaba ardiendo.

Kael apenas tenía tiempo para pensar entre un ataque y otro. Sus llamas estelares se alzaban con cada golpe de su espada, incinerando a las sombras que trataban de abrirse paso hacia el corazón del reino.

Pero la oscuridad no dejaba de avanzar.

Y en medio del caos, la vio.

Su madre, la Reina Lysara, de pie en el centro del campo de batalla, con su vestido azul resplandeciendo como si el cielo nocturno hubiera caído sobre ella. Sus ojos estaban fijos en él.

Y Kael supo, en ese instante, que algo estaba mal.

Las sombras se arremolinaban a su alrededor, buscando consumir todo lo que ella era. Pero Lysara no retrocedió.

No podía retroceder.

El destino de su hijo, de Astrae, de Luntharys, dependía de su próximo movimiento.

—¡Madre! —Kael gritó, tratando de alcanzarla, pero las sombras lo separaban de ella.

Lysara lo miró con una sonrisa triste.

—Kael, mi estrella…

Levantó ambas manos y la energía se concentró a su alrededor.

El resplandor de la Magia Azul surgió de su piel, expandiéndose en el aire. Era un poder antiguo y olvidado, el vestigio de un linaje que había sido erradicado.

Y ella lo usó todo.

Un estallido de luz arrasó el campo de batalla, derribando las sombras, disipando la oscuridad. Protegiendo a Kael.

Pero a un costo.

Cuando la luz desapareció…

Lysara ya no estaba.

Kael corrió hacia donde ella había estado.

Pero solo encontró el suelo chamuscado por su poder, aun vibrando con la energía de las Hadas Azules.

No había cuerpo.

No había sangre.

Solo… vacío.

Los soldados de Astrae detuvieron la batalla por un instante, mirando el lugar donde la reina se había desvanecido.

Kael sintió su pecho cerrarse.

—No…

Su respiración se volvió errática, y el fuego estelar chisporroteó a su alrededor sin control.

—¡Madre!

Pero ella no respondió.

Solo quedó una última señal de su presencia.

Una pequeña esfera de luz azul flotaba en el aire, girando suavemente antes de dirigirse a Kael.

Cuando la tocó, una voz resonó en su mente.

"Kael, mi estrella... No temas tu fuego. No temas lo que eres. El destino es incierto, pero tú tienes el poder de forjarlo. No dejes que la oscuridad te consuma. Ni a ti... ni a ella."

Kael cerró los ojos con fuerza, sintiendo el peso de esas palabras.

Su madre lo había protegido con su último aliento.

Cuando Kael volvió a abrir los ojos, algo en él había cambiado.

El fuego en su interior se estabilizó, su furia transformándose en una determinación inquebrantable.

Se giró hacia el campo de batalla.

Hacia la sombra de Nyxmar, que aún avanzaba.

Hacia el destino que no podía evitar.

—Voy a acabar con esto.

Y con su fuego estelar brillando más fuerte que nunca, Kael avanzó hacia la oscuridad.

Lejos de Astrae, en los confines del mundo…

Una ráfaga de viento sopló sobre un lago azul profundo.

Y por un instante, una silueta etérea apareció reflejada en el agua.

Los ojos de Lysara brillaron con la luz de las estrellas.

Luego, el reflejo desapareció.

¿Estaba realmente muerta?




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